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Ahora
golpearé la tumba con los nudillos, tal y como me dijiste. Busca la encina del
jardín, camina once pasos hacia la derecha y cuando veas una cruz en el suelo,
allí te estaré esperando. Golpea la tumba con los nudillos y saldré de mi
escondite. Me lo dijiste hace dos semanas, papá, cuando no te podías levantar
de la cama y me dejaron ir a verte. Fue la última vez. Dijiste que nunca
dejarías de jugar conmigo y llevo varios días buscándote. Esta vez te has
superado. Es un buen escondite, pero ya puedes salir, te he pillado.
“Igual
que el gato”, decía Tomás. Aseguraba tener poderes gatunos y nos convenció a
todos de que era capaz de lanzarse desde la azotea y caer de pie. Todos
sabíamos que estaba loco, pero nos gustaban sus excentricidades. Un día era
perro y mordía a un señor mayor, otro día era ardilla y se subía a un árbol y
otro era elefante y arrasaba por donde pasaba, pero aquello del gato superaba
todas las expectativas. Se asomó al borde y calculó la distancia. “Miau”, dijo
antes de saltar. Cuando bajamos, y comprobamos que no había caído de pie sino
de cabeza, nos fuimos decepcionados. Incluso Abel llegó a decir “pues también
es mentira que tengan siete vidas”.
Quien
se tomó primero el café fue el que dijo que los chalecos no abrigan, el que
refutó y dijo que los chalecos sí dan abrigo se tomó el café en tercer lugar,
uno de ellos dijo que el café estaba amargo, sin embargo, el segundo en
probarlo, coincidió con el otro y dijo que estaba dulce, fue el mismo que dijo
que le gustaban los chalecos pero dio la razón al del café amargo, también
opinaba que no abrigaban. Juan llevaba chaleco, José llevaba jersey y Jaime
llevaba una rebeca e hizo un momio extraño cuando dio un sorbo a su café ¿Quién,
por orden, tomó el primer, segundo y tercer café?