27.7.07

Jim Morrison - Dawn's highway


La autopista de la madrugada




Yo y mi –eh– madre y padre –y una abuela y un abuelo– íbamos cruzando el desierto a la madrugada, y un camión cargado de trabajadores indios habían o chocado otro auto o –no sé qué pasó– pero había indios esparcidos por toda la autopista, desangrándose a muerte. Entonces, el auto frena y se detiene. Ésa fue la primera vez que sentí miedo. Yo debía tener cerca de cuatro años –un niño es como una flor, su cabeza sólo está flotando en la brisa, man. Ahora, pensando, mirando atrás, entiendo la reacción -es que las almas de los fantasmas de esos indios muertos… quizá uno o dos de ellos… estaban corriendo por ahí, enloquecidas, y se metieron dentro de mi alma. Y aún están ahí dentro.
Indios esparcidos sobre la autopista de la madrugada
Fantasmas sangrando pueblan la mente, frágil como una cáscara de huevo, del pequeño niño.

Indio, indio, ¿para qué moriste?
El indio dice, nada de nada.

El despertar de los recién nacidos

Gentilmente se revuelven, gentilmente se levantan.
Los muertos son recién nacidos que despiertan,
con miembros furiosos y almas húmedas.
Gentilmente suspiran con un asombro arrebatado de funeral.
¿Quién llamó a estos muertos a bailar?
¿Fue la joven que aprendió a tocar la canción del fantasma en su piano de media cola?
¿Fueron los niños del salvajismo?
¿Fue el mismísimo dios fantasma, tartamudeando, riendo, charlando ciegamente?
Te llamé para untar la tierra.
Te llamé para anunciar la caída de la tristeza como una piel quemada.
Te llamé para desearte el bien,
para glorificarte en persona como un nuevo monstruo.
y ahora te llamo para rezar.


Jim Morrison





Jim Morrison. An American Prayer.


Traducción: Flavia Cogliano Jalabert & Juan Leotta

12.7.07

Jim Morrison - Self-interview

Autoentrevista




Creo que la entrevista es la nueva forma de arte. Pienso que la autoentrevista es la esencia de la creatividad. Hacerse preguntas a uno mismo y tratar de encontrar las respuestas. El escritor simplemente está respondiendo una serie de preguntas impronunciadas.
Es parecido a responder preguntas en un estrado. Es ese extraño ámbito en el que uno intenta identificar algo que sucedió en el pasado y trata de recordar con honestidad qué quiso hacer. Es un ejercicio mental crucial. Una entrevista, generalmente, te dará la posibilidad de confrontar tu mente con preguntas, de lo que para mí se trata el arte. Una entrevista también te da la posibilidad de tratar de eliminar todas esas muletillas ... deberías tratar de ser explícito, preciso, ir al grano ...evitar boludeces. Las entrevistas tienen antecedentes en los confesionarios, en los debates y en los interrogatorios cruzados. Una vez que decís algo, realmente no podés retractarte. Es demasiado tarde. Es un momento muy existencial.
Estoy como enganchado al juego del arte y de la literatura; mis héroes son artistas y escritores.
Siempre quise escribir, sin embargo, siempre pensé que no sería bueno, a menos que, de alguna manera, la mano simplemente tomara la lapicera y empezara a moverse sin que yo tuviera realmente nada que ver con ella. Como la escritura automática. Pero eso nunca ocurrió.
Escribí un par de poemas, por supuesto. Creo que en quinto o sexto grado escribí un poema llamado "The Pony Express". Ese es el primero que recuerdo. Era uno de esos poemas tipo balada. Sin embargo, nunca pude articularlo.
Escribí "Horse Latitudes" en el secundario. Tenía un montón de cuadernos mientras iba al secundario y a la universidad, y después, cuando dejé el colegio, por alguna estúpida razón -quizás sabia- los tiré todos... Escribía en esos cuadernos noche tras noche. Pero quizás, si nunca los hubiera tirado, jamás habría escrito nada original, porque eran, principalmente, una acumulación de cosas que había leído o escuchado, como citas de libros. Creo que si no me hubiera deshecho de ellos, nunca habría sido libre.
Escuchá, la verdadera poesía no dice nada, simplemente reniega posibilidades. Abre todas las puertas. Podés pasar por la que más te guste.
... y es por eso que la poesía me seduce tanto -porque es tan eterna. Mientras haya gente, podrán recordar palabras y combinaciones de palabras. Ninguna otra cosa puede sobrevivir a un holocausto, más que la poesía y las canciones. Nadie puede recordar una novela entera. Nadie puede describir una película, una escultura, una pintura, pero, mientras haya seres humanos, las canciones y la poesía continuarán.
Si mi poesía apunta a lograr algo, es a liberar a la gente las formas limitadas en las que ven y sienten.

Jim Morrison
Los Ángeles 1969-71




Jim Morrison. Wilderness: the lost writings of Jim Morrison- volume 1. 1st Vintage Books edition. New York, 1989.


Traducción: Flavia Cogliano Jalabert & Javier Fernández Paupy

10.7.07

Rebeldes del dios Neón, por Pablo Moreno






La vanguardia supone el gesto de estar al frente de algo. De un movimiento, de una ideología, o de un sentimiento que exprese algo colectivo que se halla en el aire, difuso, pero que necesita ser encaminado, exorcizado y puesto nuevamente en la atmósfera, un nuevo aire que respirar. Para mirarnos, para provocarnos, para despertar ciertos letargos que amenazan no salir jamás de su sueño eterno.

Utopías del arte, el cine parece encarnar en algunos instantes (instantáneas sería lo adecuado afirmar) las formas que todavía pueden ser liberadas de toda expresión clásica, es decir, el cine conforma un lenguaje que puede ser llevado a sus mas recónditos limites, limites que pueden ser vulnerados, estrangulados, deformados. Nuevo lenguaje entregado en circulación.

Un nuevo lenguaje deja de ser tal luego de ser codificado. Obviamente estas codificaciones se absorben cada vez más rápido. Así como el lenguaje (nuevo) pugna por imponerse, así también es devorado. Y la provocación deja de ser tal. Aun si el artista no tenga la intención de provocar, sino simplemente la intención de experimentar nuevas formas (de representación, de lecturas, de puesta en escena) ya que las existentes son obsoletas o no conforman “el espíritu del mundo” en el instante vivido.

Un ejemplo en cine sería el de Tsai Ming Liang. Un arco recorre su obra: la reflexión acerca de si el movimiento de la cámara en una narración es una condición sine qua non para erigir un relato. Escasos movimientos de cámara se hallan en su maravillosa opera prima “Rebeldes del dios Neón”. Hay un movimiento extraño, una especie de travelling hacia atrás en la que muestra un motociclista rompiendo el espejo retrovisor de un taxista. Algo extraño. Hay sorpresa (en nosotros, como espectadores) cuando estalla el espejo. Sorpresa en la reacción del personaje, sorpresa por la gracia física de la cámara. Pienso en si Tsai Ming Liang tenía otra alternativa para narrar esa escena, es decir, como transmitir la sorpresa en un cuadro urbano, a la luz del sol, cuando el frenesí automovilístico es aquietado por el semáforo. El movimiento deja ser juego cuando la necesidad formal se impone. Un movimiento técnico en la totalidad de una obra caracterizada por la quietud de la cámara en sus planos secuencias. Arriesgaría a decir que la cámara jamás volvió a moverse desde esa escena en el resto de la obra de Tsai.

El plano secuencia estático se impuso en toda la obra del artista de Taipei. Lo que en un principio supuso la arquitectura de un nuevo lenguaje basado en la quietud, en donde el plano vive y respira, y en donde requiere una nueva actitud física del espectador frente a ese lenguaje (las condiciones que van del sopor narrativo a aceptar esas leyes y querer habitar ese mundo) , sin esa necesidad insensata que la cámara se libere y genere velocidad, y no que la velocidad se libere en la existencia misma del plano estático que refleja un mundo (incomprensible y bello en el cine de Tsai).

Nuevas formas dejan de ser novedad. Y lo que antes era el gesto distintivo de un artista, hoy se le llama “estilización y puesta al día de las obsesiones” del artista.

Lo que no comprendemos que la forma :“la expresión como forma, el contenido como forma”, Link sic,( pienso todo esto a dos meses casi de haber visto I don´t want to sleep alone de Tsai Ming-Liang), luego de reflexionar acerca la construcción de un lenguaje propio, el artista impone su composición, para volver a la esencia misma de toda narración: la capacidad de volver a contar historias.

Agotada la “novedad formal” recuperamos la felicidad de que nos vuelvan a contar historias.

5.7.07

Bukowski - Living on luck (15/11/1974)

(A los editores de The L.A. Free Press)




15 de Noviembre de 1974

Hola editores:
Con respecto a la carta de Lynne Bronstein del 15 de noviembre acerca de mi cuento del uno de noviembre:

1. La historia trata sobre la pretensión en el arte. El hecho de que el pretencioso tuviera órganos femeninos no tiene nada que ver con el relato en su totalidad. Que cualquier mujer hecha para parecer desagradable en un cuento se deba interpretar como una denuncia a lo femenino como femenino es puro palabrerío. El derecho del creador de mostrar personajes de cualquier manera debe permanecer inviolable -ya sea que esos personajes sean mujeres, negros, morenos, indios, chicanos, blancos, hombres, comunistas, homosexuales, republicanos, lisiados con pata de palo, mogólicos, y/o (?).

2. La historia se basa en una entrevista de una poetisa reconocida en una reciente entrega de Poetry Now. Debido a que me entrevistaron para un próximo número de la misma revista y para futuras ediciones de Creem y Rolling Stone, mis detractores tendrán la oportunidad de ver cómo me mantengo de pie o caigo en condiciones similares.

3. Cuando el narrador nos permite saber que tiene las piernas de Janice Altrice en mente, podemos inferir con más facilidad que está aburrido de los juegos de la poesía y, también, que puede tener una mente podrida, a veces. Que el narrador puede estar atacándose, en lugar de tratar de disminuir a la dama a un "objeto sexual", está evidentemente más allá de la creencia de las llamadas mujeres Liberadas. Nos guste o no, el sexo y los pensamientos de sexo nos surgen a muchos de nosotros (tanto hombres como mujeres) en momentos raros y poco probables. Lo prefiero así.

4. Que "ella, de hecho, está hablando por el mismo Bukowski, quien ha expresado un desprecio similar por los poetas desconocidos que se respaldan entre ellos". La dama habló por sí misma. Su "desprecio" era hacia los poetas no capacitados académicamente. Mi desagrado es hacia la mala poesía y hacia todos los poetas malos que escriben mal, que son la mayoría. Siempre me indignó la falsedad y la depresión, no sólo de la poesía contemporánea, sino de la poesía de las centurias, y este sentimiento me acompaña desde antes que me publicaran, cuando trataba de que me publicaran, y sigue conmigo, incluso ahora que pago el alquiler con la poesía. Lo que me mantuvo escribiendo no fue que fuera tan bueno, sino que esa banda condenada fuera tan mala cuando tuvieron que ser comparados con la vitalidad y la originalidad que estaba sucediendo en las otras formas del arte. Con respecto a aquellos que deben juntarse para respaldarse entre sí, yo estoy con Ibsen: "los hombres más fuertes son los más solitarios".

5. “Ahora que es conocido y que es el único poeta del sur de California que publicó en Black Sparrow Press, se cree que nadie tiene derecho a ser poeta, especialmente las mujeres". Mi querida señora: usted tiene derecho a ser lo que pueda ser; si puede saltar seis metros en el aire o entrar a un encuentro de carreras de caballos del oeste, por favor, vaya y hágalo.

6. "Muchos pensamos que hay algo más para escribir en poesía que tomar cerveza, hemorroides, y cuán podrido está el mundo". También creo que hay algo más para escribir en poesía y eso hago.

7. "Las artistas mujeres, por otro lado, tratan de ser más optimistas". La función del artista no es crear optimismo sino arte, que a veces puede ser optimista y, a veces, no. La mujer es criada para ser más optimista que el hombre debido a una función de la que todavía no ha logrado escapar por completo: llevar un niño en su vientre. Después de atravesar el embarazo y parir, llamar a la vida una mentira es mucho más difícil.

8. "¿Podría ser que el hombre está "acabado" como artista, que no tiene nada más que decir excepto escupir, con envidia, a los jóvenes idealistas y a las voces recientemente liberadas de las mujeres?" ¿Son estos conceptos que surgen en sus sesiones para aumentar el ego? Quizás sea mejor que se tome una noche libre.

9. "La poesía es una forma de arte. Como toda forma de arte, es subjetiva y no tiene órganos sexuales". No conozco tus poemas, Lynne, pero los míos tienen pija y bolas, comen ají picante y nueces, cantan en la bañadera, putean, se tiran pedos, gritan, apestan, huelen bien, odian a los mosquitos, pasean en taxi, tienen pesadillas y amoríos, todo eso.

10. "... sin ser negativa...". Pensé que ya no usaban esa frase, es el más viejo de los viejos sombreros. La primera vez que la escuché fue en el departamento de inglés de Los Ángeles High School en 1937. La implicancia de llamar a alguien "negativo" es que se lo separa por completo del mundo porque él o ella no posee la comprensión básica de las fuerzas y los significados de la vida. No me encontrarían borracho en un colectivo camino a Shreveport usando ese término.

11. No me importan Longfellow ni McKuen, aunque ambos poseen (o poseían) órganos masculinos. Uno de los mejores escritores que conocí es Carson Mc Cullers, y tenía nombre de mujer. Si el perro de mi amiga pudiera escribir un buen poema o una novela decente, yo sería el primero en felicitar a la bestia. Eso es ser Liberada.

12. Mierda, deberían pagarme por esto.

Charles Bukowski




Charles Bukowski. Living on luck. Selected letters 1960s-1970s (volume 2), 1995.


Traducción: Flavia Cogliano Jalabert & Javier Fernández Paupy

3.7.07

Carta de Marco Denevi (marzo del 97)

Buenos Aires, marzo del 97

a Javier Fernández P.:

A los quince años nadie es un filósofo, un escritor, un personaje. Es mucho más que eso: una promesa, una apuesta, una esperanza. Eso sí, de cada uno depende que la apuesta salga, tarde o temprano, ganadora. Para lo cual el mejor camino es lo que genéricamente se llama “la cultura”. Un hombre culto, aunque sea pobre en dinero, siempre será rico y hará, de su vida, una fiesta.
Virginia Wolf decía: ¿no es triste que tantos seres humanos pasen por este mundo sin haber conocido la felicidad de disfrutar de la buena música, de la buena poesía, de la buena pintura? Leer, por ejemplo, las grandes novelas de la literatura universal, ¿no equivale a vivir muchas vidas espléndidas y no sólo una, la propia, a menudo vulgar y rutinaria?
Yo no envidio a los poderosos. La imagen de la dicha no es, para mí, el barullo de los políticos, de los empresarios, de los astros y estrellas del espectáculo. Comparado con todos ellos, soy pobre, soy débil, soy inofensivo y poco menos que anónimo. ¡Gracias a Dios! No canjearía mi modo de vivir por el de un Menem o un Macri. Por nada del mundo renunciaría a mis libros, a mis discos, a mis cuadros y, antes que nada, a mis amigos, a las veladas de conversación y de discusión, al pan compartido en la intimidad y al vino de la camaradería sincera y desinteresada.
Todo el resto, fama, dinero, figuración, me tiene sin cuidado. En cambio soy capaz de cualquier sacrificio con tal de poder gozar de una sinfonía de Beethoven o de Brahams, de una ópera de Verdi, de un poema de Rimbaud, de una novela de Michel Tournier, de un tango de Piazolla o de Troilo, de una balada de Víctor Heredia, de una pintura de Paul Klee.
Y todos los sábados por la noche, en mi departamento, se oficia la ceremonia del banquete platónico, vale decir, el rito del diálogo entre amigos. Pero en mi casa no entran los violentos, los prepotentes, los adoradores del oro, los bochincheros de la frivolidad.
¿Usted quería saber quién soy, cómo soy? Y bien, le he descrito a grandes rasgos mi carácter, mis costumbres, mi estilo de vida. Ahora se explicará por qué no aparezco en televisión y por qué no figuro en los circuitos de la publicidad. A mis libros los dejo que se defiendan solos, sin ningún “manager” que bata el parche. Le digo más: si alguna vez me dan un premio, no es porque yo me postule como candidato: me lo otorgan unilateralmente. Jamás he publicado una línea que no me haya sido solicitada. Quizá yo sea orgulloso. No soy servil.
Pero basta de hablar de mí. Le agradezco su carta. A propósito: es la ignorancia la que carga las valijas de la miseria y los grillos de la servidumbre. Un hombre culto es un hombre rico y libre.
Podemos arrepentirnos de muchas cosas, nunca de perfeccionarnos espiritualmente. Y hay que saber resistir las tentaciones de esa parte de la sociedad donde reinan los Corach, los Yabrán y los Mauro Viale.

Lo saludo cordialmente.

Marco Denevi.

Destinatario: Señor Javier Fernández P. - Sucre 1910 – 4º “L” – 1428 Buenos Aires
Remitente: José Hernández 2200 – 1426 Bs. As

13.6.07

El ejercicio de la tragedia, por Juan Leotta y Javier Fernández Paupy







Tú, crítico literario, hombrecito endeble y de gafas, doctorado en gramática pero aplazado en rebelión y virilidad; tú maestro en letras y prisionero de la palabra, esclavo del acento; tú, incapaz de crear o destruir el sonido o la forma; tú, lacayo de la Academia y maricón de las comas; tú, incapaz de emitir una idea que no esté supeditada a la regla, tú con alma de santurrona y meretriz. Yo sé por lo que se te puede comprar y con cuánto placer te vendes.
Por ello, no te adquiero
.
Raúl Barón Biza.


-1-

Indiferente a los pudores de la autoedición(1), incluso en la extemporaneidad del ejercicio de la escritura como esgrima del gentleman, Raúl Barón Biza se gratificó en la resistente ciudad señorial de su persona con una edición de lujo de su novela El derecho de matar (1933), para la cual no escatimó tapas de plata con el fin de engañar la falsa austeridad de un lector de lujo como el Papa(2), ni hubo mesura en el conteo de páginas que lo privara de incluir el alegato de su defensa y el posterior fallo judicial en el cual atendiendo a “la evolución del concepto ético literario” el Juez Dr. R. B Nicholson había de absolver al autor de toda culpa y cargo en el proceso en su contra –al precio de reducirlo, eso sí, a un mero “enrolado en la ya decadente escuela naturalista que iniciara Zola”.

Para Barón Biza, adivinamos, la recepción de esos gestos –como tantos otros- era todo y era nada. Ya que a la hora de concebir estrategias de figuración jamás dudaría en elegir la forma de la negación absoluta de una literatura asumida como institución, como así también, por supuesto, la negación de una institución literaria concebida en términos nacionales –aun cuando poco antes su vida pública, más allá de figurársenos aislada de otras equiparables por abismos de sentidos irreconciliables, ciertamente contara entre sus marcas con la experiencia de la acción insurreccional detrás de una clara idea de nación.



-2-

Verdad que la historia de las prescripciones de El derecho de matar y de la persecución policial contra Barón Biza se advierte en toda su intensidad en un vastísimo vocabulario condenatorio de contra-invectivas higienísticas, aparecidas en diarios y documentos varios, y consignadas con parsimonioso deleite en la biografía escrita por Cristian Ferrer que en la ocasión saludamos. Hay que decir, no obstante, que los avatares de esas pseudo peripecias tenían que ver menos con la política de la literatura que con la política de los partidos. Es que sin el fichaje contra el autor -declarado a partir de su acople a las asonadas radicales- resulta difícil imaginar que El derecho de matar hubiera destacado riesgosamente por infamia entre el espectro folletinesco de la época, sobre todo cuando en vistas panorámicas el tenebrismo de la reflexión le gana páginas con mucha frecuencia al voltaje erótico de las descripciones.

Postergadas las valoraciones estéticas, digamos que no es en la nominación pornográfica sino precisamente en esos largos excursos reflexivos donde la novela hace eco de una fuente genérica situada históricamente en el nacimiento de la literatura moderna a partir de la transgresión profanatoria de las bellas letras: en palabras de Diego Tatián, la obra se halla “inscripta en la mejor tradición libertina, donde el relato literario coexiste con una dimensión política, filosófica y moral explícita, teórica, no literaria”, y al respecto cabe recordar “los monólogos de Dolmancé en La filosofía del tocador”, como así también, ya en la contemporaneidad de las primeras décadas del siglo XX, “el vuelo especulativo en las nouvelles eróticas de Georges Bataille”(3).
Pero el provincianismo de Barón Biza –un provincianismo que no puede dejar de ser excentricidad- hace pensar de igual modo más allá de los límites de París. Y en ese sentido la referencia insoslayable, sobre todo por la escena de la cópula arriba del sarcófago, vendría a ser el dramaturgo y novelista Vilemy D´Etienne –alias el Bardo de Grenoble, alias Michel D. Presi, alias Michel Dumainais, alias August Dates, alias August Rivot, autor sin el cual, enigma de los thòpos mediante, sería inconcebible la celebración de los graffittis eróticos en el auge de la ultra urbana fotonovela punk de la caliente banlieu parisina de nuestros días (4).


-3-

La estructura de El derecho de matar es simple: hay cinco narremas que se abren, cierran y suceden linealmente: el amor prohibido, el exilio, el regreso triunfal, la traición del aliado y el desquiciamiento. La articulación de los mismos se plasma en el texto o bien por la ordenación de los capítulos, o bien por condensaciones explícitas de tiempo: en ambos casos, el resultado es la estridencia de lo abrupto: sin duda allí se cifra, desde un contacto desprevenido, la principal de las falencias sentidas, hoy, en la lectura de la novela.

Si la novela no fracasa del todo es porque en al menos en módica proyección algo asimilable a la tensión o la intriga narrativa logra subsistir a partir de la repetición de la figura de la deuda, capaz de generar, por su propia disposición actancial, un esquema de conflicto ciertamente fuerte -no se trata ya de un deseo, aclaremos la obviedad, sino de una necesidad. A lo largo de casi 100 páginas, así, el relato deja leerse a partir de múltiples cruces de deberes y derechos (las dos caras de la deuda), entramado en el cual la novela se nombra así misma en la instancia en que el protagonista Jorge Morganti, puesto contra el abismo de la miseria, halla el derecho de matar después de haber superado el deber de matarse(5).

El resto -para nosotros- vendría a ser la utópica falacia lingüística de traducir el texto en mensaje, o la simplicidad de reducir complejidades intratables a una mera inculpación de clase, o la incertidumbre de escrutar la última letra para señalar allí las raíces anarquistas de un pensamiento… En cualquier opción posible persistirá la tragedia pura como desierto inabordable, ante el cual se pierde cualquier esfuerzo.



-4-

Pero no se trata aquí de subestimar los anticuerpos de la crítica. No es difícil imaginar que el aparataje academicista, desde el ecológico abrigo de medianía para las vidas de lectura becadas, pueda acaso destinarle a El derecho de matar alguno de los consabidos encorsetamientos de producción discursiva: feminismo, literatura argentina y realidad política, historia de géneros textuales… El valor o el resguardo de la pertinencia, por otra parte, seguramente vuelva a anular esta vez toda relación desautomatizada: de hecho, las primeras y últimas categorías utilizadas en los incipientes abordajes críticos de El desierto y su semilla, la novela de Jorge Barón Biza, el hijo de Raúl, son –confirmemos, nomás- las de novela familiar y ficción biográfica, ordenamiento según cuyos vectores la obra del padre no es atendida más que como satélite extravagante de la obra del hijo. Como latencia, tal vez cierta lectura desatenta del espacio editorial en que se inscribe nuestra misma acometida no deje de ser ejemplificadoramente sintomática.



-5-
Los amantes, en huida, llegan a destino:

Río de Janeiro.

Su bahía se hunde como un enorme mordisco que diera el mar con la fuerza impetuosa de sus oleajes, en los senos exuberantes, fecundos, de la tierra brasileña…

Entramos en la colmena blanca de las abejas negras… Hombres de ébano con alma de betún, que luchan por la eliminación del calor ancestral, por borrar el pigmento que viene desde la alquimia de infinitas generaciones y que, anhelantes de realizar el milagro triunfal de la ansiada coloración, ofrecen camino abierto a la trashumante inmigración artífice de rostros blancos y ojos azules.

Llegarán tal vez a borrar todo lo que les recuerde su origen de esclavos y de reyes-esclavos, de negreros y portugueses románticos. Derrotarán al “glóbulo negro”, pero no habrán de eliminarlo porque éste se ha abroquelado en el cerebro, dejará de ser materia para ser espíritu, cuerpo astral, que habrá de brindar a la humanidad una nueva especie: la del “blanco negro”.



-6-

Entre violencias, excentricidades y rarezas como las previas, más de una vez se ha ido nuestra atención mientras nos dábamos a esta escritura. Y si no hemos resistido esas fugas ha sido a sabiendas de la imposibilidad de solazarnos con ellas en el facilismo del consuelo de una pseudo praxis de alguna índole a través de la función crítica.

Por las dudas: mantendríamos la misma empecinación aún cuando no hubiéramos asumido, como ahora, desde un primer momento, que el juego no se compartiría más allá de la lectura azarosa, la fotocopia fetichista y la piratería digital.

Quizás toda respuesta ya esté antes cifrada, pero aún así: ¿por qué escribir lo escrito, entonces? ¿Para intentar negar la experiencia de la pura pérdida? ¿Por una apelación, nomás, a la escritura en compañía y a las lecturas amigas? Digamos: si alguien llegara a entrever en la más nimia irreverencia una estrategia vital frente a la tragedia, nos haría olvidar, al menos por un instante, a la literatura como territorio minado de soledad e incomunicación.



NOTAS


1 Bijou fue el nombre elegido por Barón Biza para la fantasmagórica casa editorial que sacaría a la luz su obra. Igual de sarcástico -aún en la petición de ternura-, Nicolás Olivari se decidió el mismo año por el anagramático nombre de Bolsillol Demidedogapa.
2 “Y para que tus porteros lo dejen pasar,” le dice el autor a S. S. el Papa Pío XI en carta introductoria, “para poder atraer tu atención, para que él sea una nota relevante de brillo en el salón entristecido de tu biblioteca obscura; he revestido de plata su portada.”
3 El paralelismo entre Barón Biza y Bataille adquiere firme sustento en un leit-motiv fundamental que Tatián, curiosamente, no consigna: la vista. Más precisamente, la supra sensibilidad de los ojos del protagonista de El derecho de matar, Jorge Morganti, se proyecta en un entrelazamiento entre el comercio y la sensualidad, el cual encuentra más de una veta de reflejo en los raccontos de Simonne, la personeje de la Historia del ojo, publicada por el francés dos años después. Por lo demás, singularísima en un catálogo de singularidades, la reflexión del viajado narrador de Barón Biza acerca de los efectos de las supuestas maravillas técnicas de la capital francesa sobre la vista humana: “Cada rayo de luz establece un cono de saber, en cuyo diámetro la mirada se enrosca. Y en toda ciudad se escenifica un combate indeciso por dirigir la atención de la mirada y para orientarla hacia ciertas tecnologías y hacia cierto imaginario lumínico. Es ésta una contienda de astros en nuestro siglo de las luces”.
4 Para el detalle: Claudio Iglesias, El espejo de Vautrin en los adoquines del 11ème Arrondissement, en Éxito, Marzo, 2005, http://www.hacemellegar.com.ar/
5 En las casualidades de la miseria de Río de Janeiro, el hombre a quien Jorge le pide limosna resulta ser un antiguo compañero de club nocturno. La respuesta es contundente: “Tú -le dice el impiadoso- has caído, has rodado y no has tenido siquiera la valentía de imponerte en tu caída; entonces tu deber como inútil átomo humano, es el de estrellarte: ¡estréllate y muere!”. Dado vuelta, ese deber es para Jorge el derecho, inversión que le permitirá su reingreso en la sociedad.





Este artículo fue publicado en marzo del 2007, en el número 30 de El interpretador

8.6.07

¿Cómo acabar de una vez por todas con Homero?, por The Cantina Project






"La invariabilidad de los adjetivos homéricos ha sido lamentada por muchos. Es cansador que a la tierra la declaren siempre sustentadora y que no se olvide nunca Patroclo de ser divino y que toda sangre sea negra. Alejandro Pope (que tradujo a lo plateresco la Ilíada) opina que esos tesoneros epítetos aplicados por Homero a dioses y semidioses eran de carácter litúrgico y que hubiera parecido impío el variarlos. No puedo ni justificar ni refutar esa afirmación, pero es manifiestamente incompleta, puesto que sólo se aplica a los personajes, nunca a las cosas. Remy de Gourmont, en su discurso sobre el estilo, escribe que los adjetivos homéricos fueron encantadores tal vez, pero que ya dejaron de serlo. Ninguna de esa ilustres conjeturas me satisface. Prefiero sospechar que los epítetos de ese anteayer eran lo que todavía son las preposiciones personales e insignificantes partículas que la costumbre pone en ciertas palabras y sobre las que no es dable ejercer originalidad. Sabemos que debe decirse andar a pie y no por pie. Los griegos sabían que debía adjetivarse onda amarga. En ningún caso hay una intención de belleza".
(Jorge Luis Borges. "La adjetivación", El tamaño de mi esperanza.)

"Homero (...) no tiene necesidad de copiar la verdad histórica, pues su realidad es lo bastante fuerte para envolvernos y captarnos por entero"
(Erich Auerbach. "La cicatriz de Ulises", Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental.)


1.


"Él" héroe por antonomasia, Aquiles, cansado de asesinar gente, en un momento de la obra expresa su deseo de retirarse de la vida heroica y convertirse en un miserable y anónimo labriego, junto a la cautiva que ha robado en alguna de sus correrías.
Obviamente se impone su pathos vengativo y vuelve a la guerra, a morir, a cumplir con la moira, es decir, con el destino que los dioses tienen para él. Su lectura, es imprescindible, sencillamente, muy a pesar de sus partes absolutamente aburridas.

Quien quiera entender a Sófocles o a cualquier dramaturgo de relevancia, debe antes pasar por el presente perpetuo y sin perspectiva de Homero.