Renunciar a la posesión imaginaria del constructo mental que
es el ego no es sencillo. ¿Cómo desprenderse de una identidad forjada a lo
largo de toda una vida? Parece como una pequeña muerte, y en realidad lo es,
pero servirá para renacer a una nueva vida libre de apegos y aversiones, y por
ello más feliz.
Hay muchas técnicas y teorías sobre cómo acabar con el ego,
pero tal vez la menos conocida sea matarlo de aburrimiento, no haciéndole caso,
¿ Y cómo se hace eso? Dejando de reaccionar desde el ego a los otros egos, no
saltando a la mínima provocación o reaccionando mecánicamente. Se trata de dar
una respuesta elaborada y elegida, sin darle el micro o el protagonismo a esa
vocecita parlanchina y engreída que hay dentro de cada uno y que siempre busca
líos.
El final de los problemas es no reaccionar al ego de las
otras personas. Pero, ¿cómo no hacerlo ante un comportamiento desagradable? Es
sencillo de decir, aunque no fácil de hacer. La clave está en comprender que su
comportamiento disfuncional está dictado por su ego. Que no procede de la persona
en sí, sino de sus condicionamientos adquiridos en el pasado. Y entender que
todos llevamos un ego a cuestas, y que todos sucumbimos a sus desvaríos de vez
en cuando…. Tener en cuenta todo esto ayuda a comprender (aunque no justificar)
comportamientos disfuncionales y, por tanto, a no reaccionar ante ellos.
El contexto donde los egos suelen entrar en conflicto son las
relaciones de todo tipo: familiares, sociales, profesionales y de pareja…. Uno
podría pensar que cambiando las relaciones se soluciona el problema. Pero no es
así. Eludir las relaciones no es la solución, ya que el dolor sigue latente en
el inconsciente. Sin duda, el problema reaparecerá, esta vez en otro lugar, en
otro momento y con otra persona. Solo resolveremos estas cuestiones si dejamos
de juzgar y criticar, si aceptamos a los otros tal y como son, sin ningún deseo
de cambiarlos, ni siquiera por su bien.
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