lunes, 31 de enero de 2011

Milagro

No es del todo cierto que a Milagro Sala la hayan discriminado por colla: no, la discriminaron por su acción política. Porque si fuera blanca y radiante y ejerciera igualmente como la líder social que es también sería execrada por ir al Conrad de Punta del Este. Y aún si ella presentara las pruebas de que fue invitada por amigos de izquierda, o afines al partido popular de Pepe Mujica, o que su marido tiene sus propios ingresos etc, no bastaría como excluso ni argumento. El de Milagro es asunto delicado y vulnerable. Lo que ella representa no cuaja con Punta; combinaría mejor con Calamuchita o un modesto balneario de la costa argentina. Ese es el límite que impone el pensamiento dominante. Y que todavía nos domina. Un rico privado va adonde se le da la gana, incluso-si se encapricha- adonde van los pobres. Podría echar su reposera de oro en la orilla de una Tosquera. En cambio un líder social y popular debe responder de dónde saca sus recursos, sobre todo si es responsable de recursos que recibe del Estado. En el primer peronismo las clases trabajadoras poblaron de chancletas la Mar del Plata patricia y refinada y los hoteles antes palaciegos fueron colmados por los más sencillos afiliados a los gremios ¡Horror oligárquico! Tanto atrevimiento les causó pánico. También al medio pelo. Como ahora. En esos tiempos y en coincidencia de militancia y de clase, Perón y Evita veraneaban en Chapadmalal no en el Caribe. Milagro Sala tocó un lugar simbólico que la dejó vulnerable. Sé que su obra y tanto pelarse el culo en Jujuy le da resistencia y curricula para no doblegarse. Pero liderazgos como el de ella exigen-según el estereotipo de la opinión pública instigada- algún tipo de armonía, aunque esto sea arbitrario. A Milagro en un balneario sin prosapia, de familia clásica y de pic nic no la hubieran manipulado y tergiversado. Ese estuche es el apropiado a su estatus. El Conrad no. Es una paradoja de su lucha; es un cotrasentido de su sentido. Por eso el emblemático verano oriental del poder económico argentino dominante rechaza esas intromisiones que lo discuten. No sé si el entorno de Milagro es consciente o inocente acerca de esto. O acaso ella asume enteramente esta aparente contradicción escénica como un acto de desplante y autoestima. Después de todo hacer caca en un sanitario del Conrad ¿no empareja las deposiciones de una colla y de una millonaria de glúteos de plástico? ¿Y además por qué una colla no puede estar ahí si se le canta? Puede. Pero la duda es si eso no traiciona su mensaje. Sé, presumo que si Milagro se resigna a los límites que le impone el criterio dominante (y que la eximiría del chusmerío mediático) cede a favor de su estereotipo; pero que si tiene el coraje de rebelarse, comete sacrilegio ideológico. Se arriesga. Contradice su credo. Para ser justos: por eso la mayor parte de los representantes del gobierno se quedan en las playas del país y nada de tirar caracolitos al techo o al mar. Saben los riesgos de exponerse si cruzan del barrio popular al exótico. Si en lugar de sombrilla al hombro disfrutan de un parador top con servicio de trago largo servido por camarera en topless en la hamaca paraguaya. Ellos saben que sus papeles actuales no les permiten el caviar aunque pudieran comerlo. Solo por ser captado en una foto descorchando una botella de champán en la playa el funcionario queda sin siquiera sunga en el umbral del escarnio. La sociedad es también proporcionalmente hipócrita. Imagino que si a cualquiera de los que hacemos 6,7,8 nos "pillaran" comiendo sushi en un restó con velas, y en la puerta del restó hay un chico de la calle rogando monedas, y nos "cazan" saliendo alegres e ignorándolo porque ya le dimos monedas al entrar, nos caerían encima como pirañas. Al atacar a Milagro Salas se trata de matar el idealismo. ¿No la ven? Trabaja de pobre y vacaciona de rica. Los pensamientos no tienen clase social: tienen sustancia o vacío.



Por Orlando Barone, 31 de Enero de 2011.

jueves, 27 de enero de 2011

Brutos, malhumorados y obtusos

¡Lean bien! No se empaquen. Abran el mate.
El texto “ Y no viene Obama ¡Bwana!” no es en contra de Obama. No es en contra de la razón global y diplomática. No es en contra del Imperio. Ni de los negros ni de los blancos ni de los bicolor, tricolor etc. Tampoco es en contra de Brasil ni de Chile. Sencillamente, clara y sardónicamente es una breve crónica que dice lo que dice. Ni más ni menos.
No precisa datos, detalles, antecedentes. Para eso están los análisis y relatos mediáticos. Los creíbles y verosímiles, claro.
Solamente me permití recordar y reinterpretar esa palabra “Bwana” escuchada en aquellas antiguas películas de Tarzán y que pasado tanto tiempo se reactualiza aquí en algunos argentinos que tienen el oído y el culo siempre expuesto hacia EEUU.
Hace calor, entiendo. Cuesta sentir el goce de algo liviano, burlón. Si no tienen un ventilador cerca no se afanen en pensar. No escriban. No sufran.

Orlando

Y no viene Obama, ¡Bwana!

Y va a Brasil y a Chile. Y al Salvador. Y aquí no viene. ¿Eso es malo o bueno o neutro o nada? Que Barack Obama esta vez no visite Uruguay, Bolivia, Paraguay, Venezuela, Perú, Colombia, etc no importa: no viene a la Argentina. ¿Hay que asustarse, entristecerse o alegrarse? Otra vez repiqueteará en los corrillos charlatanes la palabra “aislamiento”. Porque “Bwana” nos aísla. A los grandes medios y a sus voceros geopolíticos el salteo de Argentina de su próxima gira, revelaría un desaire del negro más poderoso y, hasta que empezó a gobernar, el negro más simpático.
A Tarzán, los nativos de la selva africana (los negros contratados en las películas, claro) cada vez que le dirigían la palabra le decían inclinándose: “Bwana”. Es fácil darse cuenta- hasta para un chico y aunque no mediara traducción- que esa palabra sonante y servicial deja expuesto el sometimiento del inferior al superior: el blanco. O sea, Tarzán. Porque “Bwana” en lengua Swahili quiere decir: “señor, señor, señor”. O “caballero. O “amo”.
En la tapa del diario La Nación del jueves 26 la nota colonizada lleva este título: “ Malestar en el Gobierno por no venir Obama”. Entonces uno lee el comienzo de la crónica: “No habrá una comunicación oficial de queja ni expresiones de enfrentamiento con Washington. Pero lo cierto es que el anuncio de la visita de Barack Obama a Chile, El Salvador Y Brasil, y no a la Argentina, no cayó bien en el Gobierno”. ¿No? No. Es que todo es para adentro; no lo van a decir, pero el Gobierno se remuerde de rabia. Dios no viene. ¿No será la transferencia de un deseo de los otros queriendo imponérselo al Gobierno? Si como presume el diario La Nación no va a haber ninguna prueba pública de esa rabia; entonces se atreve a conjeturarla e imaginarla. “Sí, Bwana”; sí “señor, señor, señor”. Si tu no nos visitas nos dejas solos.
Un amo, negro o blanco o de cualquier color, no debiera causar tanta sensación de abandono. El Bwana Obama quiere más a Brasil y a Chile. Paradójica travesía la de esa palabra de película. Porque ahora es al revés. Y aquel humilde “Bwana” del negro al Tarzán blanco, ha pasado al “bwana” de tantos argentinos blancos colonizados implorándole una visita al presidente negro.


Por Orlando Barone, 27 de Enero de 2011.