Por tercer año consecutivo nos tocó hacer acopio de rosarios,
agua bendita y demás elementos religiosos de protección y preparar
el petate para ponernos en marcha dirección Portugal, con la misión
de sobrevivir a uno de los festivales más veteranos y salvajes de la
península, el SWR Barroselas Metalfest, que este año celebraba su
22 edición.
Para quien no tenga referencias de este festival diremos que es
una de una de las propuestas más auténticas y exclusivas que se
pueden disfrutar dentro del campo del metal extremo, experimental y
de vanguardia. Se trata de un festival pequeño y familiar, donde
prima la comodidad en el recinto y el buen rollo entre los asistentes
y sirve como inmejorable pistoletazo de salida a la temporada
festivalera. Durante tres días el pequeño pueblo de Barroselas se
transforma en centro neurálgico del paganismo, gracias a un cartel
confeccionado con un gusto exquisito. Este siempre es uno de los
puntos fuertes del festival, el cartel, donde predominan bandas de
culto, otras en alza y propuestas extrañas difíciles de ver. Muchas
veces se ha preguntado a la organización como, siendo un festival ya
asentado y veterano, no prueba a apostar por nombres más mainstream
para intentar dar un salto en popularidad. La respuesta por parte
de los organizadores siempre ha sido la misma: «Eso no va a pasar»,
la intención siempre ha sido conservar su identidad y espíritu de
festival pequeño y exclusivo. Personalmente aplaudo esta claridad de
ideas e integridad, y que no tengan en mente meterse en la lucha
encarnizada por conseguir la exclusividad más rimbombante que les
proporcione visibilidad y visitas. Este festival va a lo suyo y
consigue mantenerse tranquilo y solitario en su parcela, ganándose
un publico fiel que sabe perfectamente lo que esperar y que repite
año tras año. El gusto musical de la organización es intachable en
su campo y, aunque al ver el cartel la mitad de los nombres ni te
suenen, sabes perfectamente que vas a descubrir cosas y volver a casa
con varios nombres en la libreta sobre los que indagar
posteriormente, y ese es uno de los puntos clave de un festival de
música, que abra los oídos a su público y les descubra nuevas
experiencias. Puede echar para atrás en un primer momento una
apuesta tan marcada por lo extremo y extraño, pero os aseguro que,
una vez inmerso en la burbuja del festival, uno se mimetiza
totalmente con el entorno, y no son pocos los que acaban sufriendo
una revelación, volviendo cambiados a sus hogares y escuchando
bandas que jamás imaginarían ya que antes no eran capaces de
entenderlas.
El festival se celebra todos los años en un polideportivo a las
afueras del pueblo de Barroselas, en el que se habilitan diversas
carpas para las actuaciones. Al ser bajo techo se aseguran de
protegerse de las posibles inclemencias del tiempo y, lo que es más
importante, se crea la sensación de asistir a conciertos en sala,
algo imprescindible para crear la atmósfera adecuada. Personalmente
no concibo ver a bandas como Imperial Triumphant o Venenum
bajo el sol y la claridad de la tarde. Por suerte en Barroselas
siempre es de noche, una noche eterna que arropa y hermana a músicos
y público. Por su parte la acampada se sitúa en una zona boscosa
pegada al recinto, lo que hace que las distancias sean nulas,
añadiendo así un extra de comodidad.
Como novedad este año hemos visto la desaparición de la moneda
del festival. Las compras esta vez se realizaban cargando dinero en
la pulsera oficial. Con este cambio sin duda se ahorra en medios y se
apuesta por la comodidad, aunque según las manías de cada uno es
mejor o peor de esta forma. Personalmente me resulta más difícil
controlar el gasto con este sistema, especialmente al ir ya mamado.
Vendría a ser como la diferencia de salir de fiesta con dinero en el
bolsillo o tirar de tarjeta de crédito, todo un peligro para
algunos. Las actuaciones se desarrollan en tres escenarios, uno
gratuito y de libre acceso y otros dos solo accesibles a quienes
tuvieran la pulsera. Evidentemente había que pasar un control a la
entrada de estos escenarios, pero me sorprendió este año que
también hubiese un control a la salida, algo que no ocurría en
pasadas ediciones y que veo totalmente innecesario, debido a ello al
salir de las actuaciones principales del día se vivió algún
pequeño embotellamiento totalmente evitable. Pero como ya hemos
dicho este festival no está en absoluto masificado (sin contar con
cifras oficiales calculo que la asistencia rondaría en torno a dos
mil personas por jornada), así que tampoco resultaba dramático
esperar un par de minutos para salir, no obstante como digo lo veo
innecesario y evitable.
Los horarios siempre se siguen de forma escrupulosa, y el final
de la actuación en un escenario marcaba el inicio inmediato de otra
descarga en otro escenario, planificados sin ningún solape, de esta
forma quien quisiera podía ver todas las actuaciones del día
perfectamente. Otro punto que siempre ha destacado en este festival
ha sido el buen sonido en todos los escenarios. Por desgracia este
año no ha sido así, y el sonido del escenario Dungeon resultó
bastante irregular durante los tres días, creando una bola de sonido
bastante poco definida en alguna de las propuestas más extremas, una
lástima y un impedimento para disfrutar plenamente de las
actuaciones.
Pasemos ya al repaso de los conciertos que pude ver.
Lamentablemente mi integridad física y mental me imposibilitó ver a
todas las bandas del cartel, no obstante os invitamos a que
completéis esta crónica con vuestra experiencia del evento en la
sección de comentarios.
DIA 1
Tras montar debidamente la que sería mi base de operaciones y
aprovisionarme de comida y alcohol en el supermercado más cercano,
me dirigí a la inauguración del escenario Dungeon con los
brasileños Woslom, que practicando un thrash veloz de la
vieja escuela consiguieron desperezar a los primeros asistentes, a
pesar de contar con un sonido algo deficiente y emborronado, que como
ya comentamos sería la tónica durante todo el festival en ese
escenario.
Tras ellos se abrían las actuaciones en el escenario principal,
bautizado con el nombre Abyss, a cargo de Analepsy. El sonido
en este escenario era bastante más claro, y la banda portuguesa pudo
descargar sin impedimentos su death brutal perfectamente ejecutado.
No tuvieron piedad con el público y les arrojaron una buena ristra
de temas caóticos y densos para que se hicieran una idea de lo que
les esperaba los próximos días. El único punto negativo fueron los
excesivos parones entre temas, que restaron dinamismo a una actuación
por lo demás bastante correcta.
Morte Incandescente ocuparon su lugar seguidamente en el
escenario Dungeon para darnos una ración de black metal clásico. El
sonido desde el principio fue bastante deficiente, carente de
contundencia y con una batería que se comía todo el espectro
sonoro. Estos problemas se fueron solucionando ligeramente con el
trascurrir de los temas, pero la sensación era que no terminaban de
despegar. El trío portugués puso de su parte, pero desgraciadamente
su actuación quedó totalmente deslucida por el sonido.
De vuelta al escenario grande para el inicio de los platos
fuertes, y de que forma, con una actuación de notable alto por parte
de los alemanes Venenum. Esta banda asienta los cimientos de
su sonido en el black metal, pero casi inmediatamente te das cuenta
de que son bastante más que eso. En su sonido apreciamos todo tipo
de influencias: black, death, thrash, doom, psicodelia... por lo que
los temas resultan dinámicos, sorprendentes e interesantes para el
oyente. Los pasajes densos, psicodélicos y atmosféricos se
mezclaban a la perfección con los arranques de violencia más
extrema, creando unas dinámicas interesantes que hacían que no
decayese la atención. El sonido, sin ser malo, tampoco fue
espectacular. Al bajo le faltaba potencia y a las guitarras
definición. Sin duda habrían ganado puntos con un mejor sonido que
permitiese apreciar todos los detalles de su música. El concierto
fue de menos a más, mejorando en sonido y creciendo en intensidad, y
acabó por todo lo alto con un clímax totalmente hipnótico. Una muy
buena banda, con buenos músicos y temas ambiciosos. Quizás se los
veía algo desconectados del público que no era fan, pero ofrecieron
sin duda uno de los mejores conciertos del día.
Otra agradable sorpresa nos llevamos también con los italianos
Grime. El trío subió al escenario y descargó su sludge
denso, monstruoso, pesado y ultra grave, sacado sin duda de las
peores pesadillas, donde destacaba la voz totalmente agónica de su
cantante, voz que parecía surgir del rincón más oscuro del pantano
más inhóspito. A pesar de que su propuesta resultó algo repetitiva
se consiguieron ganar al público, pasando a ser una de las sorpresas
de la jornada.
A las diez de la noche hicieron su aparición los americanos
Midnight, banda muy esperada a la vista de la reacción del
público y la cantidad de gente que lucía sus camisetas. No
defraudaron en absoluto con su show desenfadado y dinámico de black
n' roll con toques punk. La banda estaba totalmente motivada,
derrochando actitud, cercanía y carisma. El sonido acompañó,
resultando compacto y lujurioso y haciendo que las primeras filas se
desbocaran totalmente. Con la gente en estado de locura se marcaron
un show muy destacable que sin duda dejó a los fans de la banda con
una sonrisa de oreja a oreja.
Los siguientes en subirse al escenario grande fueron los también
muy esperados The Black Dahlia Murder. La banda estadounidense
no decepcionó en absoluto, saliendo a comerse el escenario desde el
minuto uno, moviéndose y animando al personal y recibiendo, como era
de esperar, alocados mosh y circle pit entre las primeras filas. El
sonido fue notable, seguramente el mejor del día, con las guitarras
quizás demasiado altas como única pega. Basaron el setlist en su
último trabajo, Nightbringers, editado hace ya año y medio,
pero también hubo espacio para clásicos como Unhallowed o
What a Horrible Night to Have a Curse. Aunque toda la banda
estuvo perfecta no puedo dejar de destacar a su solista, Brandon
Ellis, que dio una lección impresionante de técnica y pulcritud. Un
show de 12, sin descanso ni piedad y con una ejecución perfecta para
el que fue seguramente el mejor concierto del día.
Tras la lección de tablas y técnica desplegada por The
Black Dahlia Murder tocaba moverse de escenario para algo
distinto y más desenfadado por parte de Skull Fist. Su
propuesta se alejaba un poco de la tónica del festival con su mezcla
de hard rock y NWOBHM, y sirvió perfectamente para cambiar un poco
el chip y pasar un buen rato. El sonido al comienzo fue desastroso,
la mezcla estaba totalmente descompensada y una de las guitarras
directamente ni se oía, pero eso no amedrentó ni a la banda ni a
sus fans que ya desde el primer tema, Ride the Beast, de clara
influencia Crüe, se dejó llevar y disfruto de un show por lo demás
bastante dinámico.
Otro esperado momento llegaba en el escenario grande con el
mítico dúo Godflesh. Personalmente tenía muchas ganas de
ver a esta banda de culto, que ha sido una gran influencia dentro del
metal moderno, pero por desgracia tengo que admitir que presencié un
show bastante decepcionante. La excesivamente austera puesta en
escena, el sonido mediocre y la nula comunicación con la gente
amuermaron a un público que ya acusaba el cansancio tras una dura
jornada. Por supuesto hubo temazos como Post self o Like
Rats, pero excepto algún ultra fan en las primeras filas la
tónica general entre el público era el aburrimiento. Vale que las
baterías fuesen programadas pero, ¿en serio tenía que ser el
propio Justin, con su mac al lado del escenario, quien las disparase?
¿De verdad no tenían un pipa por ahí para hacer eso y evitar los
incómodos parones entre temas? Detalles como este y la ya mencionada
nula interacción con el público hicieron que aquello se asemejase
más a un ensayo que a un concierto propiamente dicho. Como decimos
una decepción y una lástima.
Por suerte el mal sabor de boca nos lo quitó, pasadas ya las
tres de la mañana y en el escenario gratuito, el bueno de Sette
Sujidade con su proyecto Scuru Fitchadu. Con su extraña
mezcla de punk, electrónica y música tradicional africana, puso a
bailar a toda la gente de la carpa mientras él y su compañera se
movían alocados y realizaban danzas tribales. Originales y
tremendamente vistosos, a ratos parecían ser una extraña versión
lusa de Die Antwoord. Un muy buen show, enérgico y llamativo, en el
que incluso tuvieron un momento para recordar al llorado Keith Flint,
realizando una versión de Firestarter que, aunque regulera,
resultó bastante emotiva. Inmejorable forma de acabar la jornada y
alejarse rumbo al bar, o al bosque, según gustos del consumidor.
DIA 2
La tónica climatológica este año fue el buen tiempo, por lo
que el día amaneció caluroso y despejado. Ideal para sumergirse de
nuevo en la noche eterna de las carpas y torturarse con otra ración
de metal extremo durante horas en el que fue, casi con total
seguridad, el mejor día del festival.
La cosa empezó de forma prometedora en el escenario Dungeon con
Vacivus. Los ingleses descargaron un show de death metal
enérgico y solvente. El sonido en este escenario no mejoró respecto
a la jornada anterior, y volvió a suponer un lastre a una actuación
que intentaron suplir a base de derrochar energía su intimidante
cantante y su estupendo batería. Comenzaron la actuación con
retraso, lo que supuso el primer solape entre escenarios principales
que recuerdo en los tres años que llevo acudiendo al festi. Y la
banda con la que se solaparon durante el tramo final eran los
portugueses Namek, que practicaban un grindcore
abrasador. Tampoco tuvieron suerte con el sonido, pero aún así
consiguieron desperezar ligeramente a un público que aún estaba
algo convaleciente del día anterior. De vuelta a Dungeon para ver a
Barshasketh, que descargaron un poco de black metal de la
vieja escuela, directo y sin muchas complicaciones. Me resultaron
algo planos y aburridos, aunque no se puede decir que lo hiciesen
mal.
La cosa se empezó a animar de verdad con Demilich. La
veterana banda de culto, con tendencia a separarse y volverse a
juntar, se materializaba en Barroselas para arrojar su death metal
técnico y enrevesado. Los músicos exudaba profesionalidad y tablas
mientras ejecutaban a la perfección sus temas veloces y complejos
casi sin esfuerzo y, aunque no eran los tipos más carismáticos y
comunicativos del mundo, dieron toda una lección de saber hacer y
saber estar. Como no podía ser de otra forma el setlist se basó en
su clásico de culto y único larga duración editado, Nespithe
(1993), pero también hubo espacio para alguna rareza en forma de
vieja demo. En definitiva un concierto notable, con buen sonido y
ejecución intachable.
Dopelord asaltaron seguidamente el escenario Dungeon con
su doom hipnótico, denso y pesado, de temática ocultista y fumeta.
Gozaron de muy buen sonido, algo novedoso y de agradecer en este
escenario, y triunfaron ante un público totalmente receptivo a su
propuesta. Y es que es difícil no caer rendido ante temas tan bien
planteados como Children of Haze, con las estupendas armonías
vocales que son capaces de crear al contar con dos cantantes en la
banda, algo que les hace destacar entre otras bandas del estilo, o
Preacher Electrick, con el grupo creando una atmósfera
totalmente pantanosa, ideal para cabecear lento. Un buen show que
dejó aturdidos y satisfechos a los presentes.
Y llegaba otro de los platos fuertes del festival de la mano de
Benediction. Los veteranos death metaleros estaban celebrando
sus treinta años de carrera y lo hicieron por todo lo alto, con un
setlist demoledor basado en toda su discografía. El público
abarrotó la carpa y se entregó en cuerpo y alma a la brutalidad
desde el primer tema, mecidos por una banda en plena forma que sonó
como una apisonadora, algo muy destacable al ser el primer concierto
que daban este año. Y es que muy jodido tienes que estar para no
dejarte contagiar de la energía de temas como They Must die
Screaming, The Dreams you Dread o Jumping at Shadows. La
banda sonó poderosa y sólida, con el vocalista Dave Hunt
derrochando energía y carisma y disfrutando totalmente a pesar de
haber anunciado su salida de la banda tras esta gira. Para los
numerosos fans alocados que llenaron el escenario principal fue una
ocasión inmejorable de despedir a Dave y de disfrutar de una banda
clave dentro del death metal.
Y llegó el momento más esperado por el que escribe estas
líneas. Llevo tiempo enamorado de los
neoyorquinos Imperial
Triumphant, una banda terrorífica que firmaron uno de los
mejores discos del año pasado, y tenía muchas ganas de ver cómo se
lo montaban en el que era su primer periplo europeo. Subieron al
escenario en la oscuridad, con sus peculiares atuendos y mientras
sonaba la intro de su disco Vile Luxury, y ya desde ese
momento se apreciaba una atmósfera de angustia y mal rollo en la
carpa, sensaciones que se acrecentaron desde el primer acorde y
durante toda la actuación. Era toda una experiencia mirar alrededor,
a la cara de la gente, y encontrarte con rostros totalmente
desencajados, que no sabían bien cómo tomarse la que sin duda era
la propuesta más extrema de todo el festival, que ya es decir. La
banda, lastrada por el sonido irregular propio del escenario Dungeon,
dio una lección sobre como manejar el caos y la pesadumbre, abriendo
las puertas del infierno y contagiando desesperación a los pobres
asistentes con su mezcla del black más denso y opresivo que se pueda
concebir junto a pinceladas de jazz vanguardista. A ratos aquello,
más que un concierto de música, parecía una terrible alucinación
sacada del libro tibetano de los muertos. Tocaron casi al completo el
disco Vile Luxury y, aunque parezca que su música es
totalmente caótica, clavaron cada nota tan cual está en el disco.
Toda una experiencia ver a esta gente y para mí, sin duda, el mejor
bolo del festival.
Salimos totalmente conmocionados en dirección al escenario
principal para disfrutar de Saint Vitus. Tenía mucha
curiosidad por ver a esta banda veterana y totalmente legendaria
dentro del doom metal. También albergaba mis dudas al respecto de su
posible estado de forma, dudas que se disiparon totalmente en cuanto
sonó el primer riff de Dark World, a la que subieron
ligeramente el tempo. Tras esta llegó la tremenda White
Magic/Black Magic, también acelerada, y para entonces ya
solo quedaba dejarse llevar. ¡Menudo derroche de carisma y oficio el
de los abuelos! A pesar de ser los más veteranos (celebrando 40
putos años de carrera) consiguieron crear una atmósfera bastante
más oscura que otras propuestas a priori mucho más extremas.
Tuvieron un sonido sobresaliente, en el que cada pieza encajaba a la
perfección: los riffs crujientes de Dave Chandler, el excelente
trabajo de Henry Vazquez a la batería y Pat Bruders al bajo, dando
forma a una sección rítmica sólida como un elefante, y la
omnipresente y ondulante voz de Scott Reagers, de nuevo en la banda
tras 24 años. Presentaron temas de su inminente nuevo álbum, como
Remains, que sonó poderoso e hipnótico, junto a grandes
clásicos como Saint Vitus o War is our Destiny, rubricando
un show impecable. Más tarde incluso se pudo ver a algunos
miembros de la banda disfrutando del festival junto al resto del
público. Joder, yo de mayor quiero ser como estos tíos.
Cerraron las actuaciones en el escenario Dungeon los alemanes
Ascension, que trajeron de nuevo la turbación con su black
metal ocultista, de ritmos infernales y turbia puesta en escena. Muy
burros y oscuros, ofrecieron un buen show a pesar del nuevamente
irregular sonido.
Aún quedaban tres actuaciones bastante salvajes para acabar el
día pero, sinceramente, tras una jornada demoledora y con algunos
excesos en el cuerpo, yo ya no sabía muy bien dónde estaba ni lo
que estaba haciendo.
DIA 3
Llegaba bastante machacado al último día de festival, por lo
que demoré un poco mi entrada al recinto, lloriqueando como un
tierno infante. Tras recuperar algo de fuerzas a base de atún
enlatado y un whisky lamentable me planté, con la escasa entereza
que me era posible reunir, ante el escenario principal para ver a
Martelo Negro. Fue una inmejorable forma de irse desperezando.
Con un buen batería, un cantante carismático y una mezcla de
black/thrash contundente y sin demasiadas complicaciones, los Martelo
realizaron un show interesante y dinámico ante un pequeño atajo de
agradecidos valientes.
Seguidamente en Dungeon tocaron Rakta. El trío brasileño
era sin duda una de las propuestas más experimentales del día. Con
una cantante/teclista hipnótica, que parecía hallarse
constantemente en trance, desplegaron su noise ambiental ideado para
flotar junto al aroma a marihuana que envolvía la totalidad de la
carpa. Me resultaron bastante interesantes, pero se vieron muy
lastrados por el deficiente sonido. Y es que, más con una propuesta
de este tipo, plagada de efectos y ecos, el sonido ha de ser
cristalino para que puedas entrar en la burbuja de forma
satisfactoria. Una auténtica lástima ya que, lo que lográbamos
apreciar, tenía muy buena pinta.
Los madrileños Wormed realizaron, sin duda, una de las
actuaciones más enérgicas del día. Comandados por un cantante de
voz bella y melodiosa destrozaron al personal con su death/grindcore
espacial, técnico y bizarro, oscuro y caótico como el interior de
un agujero negro. Un bolazo dirigido a los más desquiciados del
recinto, a los que consiguieron abducir sin problemas. Una lástima
que el sonido de la guitarra quedara eclipsado por la aplastante y
sobresaliente base rítmica. A pesar de ese detalle la banda demostró
que pueden ser igual de locos y extremos, si no más, que cualquier
formación internacional.
Wormed dejaron el escenario calentito para recibir a otra
de las bandas más esperadas por el público de Barroselas, los
legendarios Vomitory. Tras haberse separado en 2013, la banda
regresaba reformada para celebrar su treinta aniversario dando un
recital demoledor, destinado a reivindicar su estatus dentro de los
mejores del género. Con una carpa a reventar y un sonido, esta vez
sí, intachable, dieron una muestra de técnica y tablas. Comenzaron
por todo lo alto con The Voyage y no bajaron de intensidad ni
un segundo en toda la hora que tuvieron disponible y que utilizaron
sabiamente para dar un buen repaso a su discografía al completo.
Posteriormente, en el escenario Dungeon, nos encontramos con
otra propuesta extraña, la de los brasileños Deafkids. Con
muchos problemas de sonido, sobre todo al comienzo de la actuación,
salvaron los muebles lanzando un extraño punk noise experimental con
grandes ritmos de batería. Al igual que había pasado anteriormente
con sus compatriotas Rakta, el mal sonido fue el mayor lastre
para disfrutar de una actuación por lo demás interesante, enérgica
y solvente.
Uno de los platos fuertes llegaba con los suecos Craft en
el escenario principal. Había ganas de disfrutar con su black metal
tradicional y misántropo. El sonido, aunque algo bajo, estaba bien
ecualizado, permitiendo disfrutar de sus riffs crujientes y
satánicos. El problema fue la actitud de la banda, especialmente de
su cantante Nox, al que se veía aburrido y distante, como si
sufriese una brutal resaca y quisiera largarse cuanto antes del
escenario. Esta actitud se contagió entre la banda y el público y
el concierto, aunque correcto, no terminó de despegar y acabó
haciéndose cansino. Una pequeña decepción y un concierto bastante
flojo viniendo de una banda que firmó uno de los grandes discos del
género el año pasado.
Este sabor agridulce nos lo quitó de golpe el concierto de
Nervosa. Solo les hicieron falta dos temas para que la
totalidad del público se percatase de que estaba asistiendo a la
mejor descarga de la jornada, y es que la energía desplegada desde
el comienzo por estas tres chicas, y en especial por su bajista y
cantante Fernanda Lira, estaba a otro nivel. Toda la actitud que le
faltó a Craft la entregaron con creces Nervosa,
saliendo decididas a comerse el escenario. Lo consiguieron de forma
inmediata y arrasaron al público a base de brutalidad, técnica,
carisma y temazos como Intolerance Means War, Raise your Fist o
Into Moshpit. Me esperaba un buen show, y aún con esa
mentalidad me sorprendieron gratamente, en especial la tremenda
pegada a la batería de Luana Dametto y el carisma a raudales de
Fernanda, que no paro de moverse, gesticular y animar a un público
enloquecido y totalmente a sus pies.
Llegábamos ya al triste final, y para cerrar el escenario
grande de una forma para nada solemne nos esperaba la peculiar fiesta
de Serrabulho, en la que el espectáculo estaba tanto en el
escenario como entre el público. Grindcore, disfraces, congas
gigantes, bakalao, batukadas, música tradicional, confeti, espuma...
Toda una fiesta de dementes para olvidar el cansancio con la mejor de
las sonrisas. Locura y diversión a raudales que, a fin de cuentas,
era para lo que habíamos ido hasta allí.
Todavía quedaba la traca final, con la descarga en el escenario
gratuito de las bandas Pulmonary Fibrosis y Purulent
Spermcanal que, como imaginaréis por sus nombres, practicaban
una música tranquila y melodiosa plagada de baladas. Por mi parte me
retiré hacia el bosque, totalmente derrotado, buscando refugio en la
zona de acampada, donde mantuve profundos debates filosóficos sobre
la vida y el amor junto a tipejos en evidente estado de ebriedad
hasta el amanecer.
Y así concluía otro estupendo fin de semana en el averno de
Barroselas. Tres días plagados de buenos momentos, con actuaciones
para recordar y el único punto negro del irregular sonido en el
escenario Dungeon. Un festival, como dijimos al principio, especial,
cómodo y entrañable. Sin duda el año que viene volveremos, y os
aconsejamos apuntaros.
Bonus Track:
Un año más el festival se retransmitió vía streaming para
disfrute de quienes no pudieron acudir a la cita. A continuación os
dejamos un vídeo con algunas de las actuaciones. Podéis encontrar
el resto de conciertos principales en el canal de youtube de SWR inc
– sonic events.
Dopelord + Benediction (con problemas de emisión) +
Imperial Triumphant + Saint Vitus + Ascension + Purulent Spermcanal.
https://diablorock.com/2019/05/16/cronica-swr-barroselas-metalfest-2019/