Bien, era de noche. Me la estaba chupando una preciosa gótica de diecisiete años. Yo estaba recostado en el asiento de atrás de un coche. Más allá de la ventanilla la oscuridad más profunda y absoluta. Más acá de la ventanilla, en el interior del coche, lo mismo. Y más acá aun, en nuestro interior, lo mismo.
Miraba y veía su cabeza trabajando, arriba y abajo, arriba y abajo. Lo hacía bastante bien, conocía el ritmo. Dibujaba círculos sobre mi glande y luego aumentaba la intensidad. Yo alargaba mi mano y la pasaba entre su pelo rubio con mechas rosas respirando pesadamente y escuchando el ruido de la succión.
Y no conseguía empalmarme.
Concentración. Vamos tío, esto no pasa todos los días, aprovéchalo. Concentración.
Intentaba focalizar mis fuerzas en el pene, viejo amigo, mis esperanzas y frustraciones, todos los años de sequía, los malos tiempos en los que deseaba que una chica así hiciera aquello, y nunca lo hacían. Las veía largarse con tipos mayores e interesantes y yo me largaba a casa a ver porno.
Ahora yo era el tipo mayor e interesante, ahora veía lo fácil que era engañar. Escucha la succión.
Nada, no había manera. Tenía una tímida erección, pero muy alejada de lo que podría ser. Empecé a sentirme mal, la lucha interior. Soy un capullo, un arrastrado, si Epicteto o Marco Aurelio pudieran verme... Qué vergüenza. Bueno, supongo que Epicuro me apoyaría... No, seguro que el tampoco, estoy solo en esto.
Los tímidos avances conseguidos tan duramente retrocedían, retrocedían. Maldita sea.
Me rendí.
Agarré su cabeza por las trenzas e intenté levantarla. Ella no se daba por vencida tan fácilmente como yo, se aferraba como una sanguijuela. Ah, la fuerza de la juventud.
Finalmente logré arrancarla de allí.
- ¿Qué ocurre, no te gusta?
- No, joder, es que, creo que he bebido demasiado.
- Bueno, tranquilo, no pasa nada.
Si, claro, pensaba yo, no pasa nada, seguro. Se recostó sobre mi hombro y me besó en el cuello, era cariñosa, quizás no la importara realmente. No, solo intentaba que no me sintiera mal, ella lo había intentado, no tenía nada que reprocharse a sí misma.
Siguió besándome en el cuello, luego lo rodeó con su delgado brazo y cerro los ojos tras un suspiro. Yo miré hacia abajo. Allí estaba, el cabrón me había dejado tirado ¿No se suponía que estabas siempre a punto? Se supone que soy un enfermo. Me masturbo cinco veces al día. Sufro erecciones cada vez que veo a alguna chica apetecible en la tele o en las calles. Me empalmo en trenes, en bares, en bibliotecas, en cines, en entrevistas de trabajo, en supermercados, en ascensores, en iglesias, en museos, en parques, en cualquier parte, a cualquier hora. Pero ahora me fallas, justo ahora que tienes al lado a una preciosa jovencita con pinta de niña mala y que huele igual que esas gominolas con forma de corazón bañadas de azúcar. Ahora me fallas. Le dije todo esto mirando fijamente a su único ojo, ella me miraba triste y cansada, arrugada. Me sentí ridículo y la escondí en el calzoncillo.
Me sentía mal. Quería largarme de allí, estar solo, encerrarme o que me encerrasen, volver a la oscuridad de la que nunca debí salir. Me sentía como una mosca. Era feliz en la mierda, paseando sobre ella, aspirando su aroma, frotándome las patas, pero alguien encendía una maldita bombilla y me volvía loco, cegado por la falsa luz, creyendo que encontraría a Dios, el Todo, el Tao, o como coño quieras llamarlo y corría hacia ella, frenético, delirando, dejando que me envolviera. Pero nunca era Dios, solo era una bombilla, y no aprendía la lección.
Intenté relajarme.
Bien, aquí estoy. Se han dado millones de improbables variables, todo estaba en contra y, contra todo pronostico, aquí estoy. No hay nada que temer. No compro revistas del corazón, apenas veo la tele, no tengo una hipoteca, no vivo con una persona a la que odio, conservo mis extremidades, evacuo con regularidad, todo va bien, no hay nada de que preocuparse. Inspira, expira. Ellos están equivocados, tu tienes razón, ellos están equivocados, tu tienes razón. "Las palabras que son verdad no son bellas, las palabras que son bellas no son verdad."
Ohmmmmmmmm...........
Entonces un sonoro golpe me arrojó de nuevo al mundo. El coche pegó un bote y me golpeé ligeramente contra el techo, mi pequeña acompañante abrió los ojos, ambos miramos hacia adelante.
Sobre el capó yacía el cuerpo de una joven y sobre ella un jadeante depredador que la embestía con fiereza. El coche se mecía con sus movimientos como un frágil velero en medio de la tempestad. La joven gemía, su expresión, la de una presa consciente de su final. El depredador rujía, la despedazaba con sus garras, abría sus babeantes fauces en una mueca de maldad. Mi acompañante y yo mirábamos sorprendidos esta repentina muestra de crueldad animal. La naturaleza. La vida. Mostrada sin adornos ni tapujos ante nosotros en toda su gloriosa brutalidad.
El jadeante depredador era mi colega Iván. La indefensa y débil presa era... ¿Cómo se llamaba?... A saber. Era la amiga de mi acompañante, de la que por cierto si recuerdo el nombre, Pilar, creo. Las habíamos conocido hacía un par de horas en un garito de góticos, un antro oscuro donde todas las personas estaban serias como escobas, fingiendo tener un alma hecha jirones. Jodidos góticos. En fin, que llegamos Iván y yo, tambaleándonos, empujando y pisando a diestro y siniestro, nunca mejor dicho. Yo me pedí una cerveza e intenté ser un poco dueño de mí para posteriormente abordar la situación, paso a paso, con ojo analítico. Antes de que me diera cuenta Iván ya estaba sentado en una mesa con estas dos chicas.
Iván era lo que comúnmente se conoce en los diversos entornos sociales con el apelativo de "un puto crack". En lo que yo (sujeto A) había tardado en construir y posteriormente formular (a un sujeto B) la sentencia: "Una cerveza, por favor" el Iván (puto crack) se había adueñado completamente de un entorno exterior femenino. Yo admiraba (y envidiaba, para qué vamos a mentir) ese aspecto, ese don de su persona. Allí estaban, riendo y gesticulando como si se conocieran de toda la vida. Ellas estaban fascinadas, regadas por esta nueva y poderosa luz que las sacaba de sus tinieblas.
Iván poseía todas las armas ante los incautos: Un físico y unas facciones cinceladas por el mismísimo Miguel Angel, deslumbrante sonrisa, pelo ordenadamente revuelto, ojos expresivos, personalidad arrolladora, conversación abundante sobre variados temas, seguridad en sí mismo, un toque de rebeldía.... A mi no me engañaba, por supuesto, yo le conocía desde hacía años y sabía los terribles y afilados abismos que se escondían en su interior, era un depredador despiadado, presa de todos los vicios: Alcohol, drogas y mujeres, en todas sus variantes. Constreñido por los convencionalismos pero lo bastante astuto para moldearse a ellos tras una mascara con el fin de saciar sus instintos. Aprovechando las situaciones. Sabía crear una buena primera impresión, que dicen que es la que queda. Su egoísmo y artimañas alejaban a la gente de el cuando las mascaras caían, pero hasta que ese momento llegaba provocaba una fascinación inusual. Tenía la capacidad de caer bien a todo el mundo en un primer momento. Tenía una labia con la que habría sido capaz de venderle una camiseta de Slayer a Juan Pablo II. Cada vez que alguien me soltaba lo de "qué simpático tu amigo" yo sonreía y observaba el proceso, nunca lo delataba, no hacía falta. Acababa descubriéndose solo. Era una persona pasional y cuando tenía lo que quería de ti te mandaba a la mierda, así, sin convencionalismos. Solo tenía un amigo, yo. Mi conocimiento del ser humano y nula capacidad de sorpresa hacían (y hacen) que no pueda herirme ser alguno. Tras los iniciales instantes de adaptación a la nueva situación creo tener las cosas bajo control, se lo que hay. Sabiendo que la traición y el engaño se esconden tras cada uno me preocupo de no dejar zona del alma sin coraza que pueda ser atravesada. Algunos lo llaman desconfianza o pesimismo, yo lo llamo precaución.
Cuando se trataba de "salir de caza" está claro que Iván era un poderoso aliado y yo, cual rémora, era consciente de ello. Y si pensáis en mi como un carroñero o un parásito os diré que no es del todo cierto. Me gusta más visualizar la situación como la del dueño de un perro de presa. Y es que las apetencias de Iván eran más instintivas que estéticas. No perseguía la belleza o algún otro canon establecido sino simplemente saciarse con el mínimo esfuerzo en el mínimo tiempo. Atacaba a la menor señal de flaqueza, que por lo general viene de los miembros más débiles. ¿Lo vais pillando? La mayoría de las veces se quedaba con las menos agraciadas que eran las que le hacían caso más rápidamente dejando a las más bellas expuestas a mis tácticas mucho más reptilianas. El era el de los certeros zarpazos, yo el del veneno lento y mortal.
Así había sido también en esta ocasión. Mi presa, Pilar, era una fascinante belleza de interesante y excéntrica personalidad, la suya era más tontita y rellena.
En cualquier caso en ese instante a mi me había azotado la paranoia. Mi incansable mente se había puesto a girar cual lavadora centrifugadora incapacitándome para dejarme llevar y arrugando mi miembro viril. En cambio a el no le pasaba esto, su misión era taladrar y taladraba. Por lo visto las drogas y el alcohol que habíamos ingerido en similar proporción y mezcla no habían producido en el disfunción eréctil alguna. Ahí estaba, sobre el capó, una prueba empírica irrefutable.
Estaba claro que era mental, la debilidad ante el abismo, es mi problema, porque entonces, al igual que ahora, NO PUEDO DEJAR DE FORMULAR CHORRADAS. Me fabricaron sin piloto automático, maldita sea. El mundo no es de los que piensan, es de los que actúan. Los místicos, los divagantes divagadores creen salvarse poniendo sus fuerzas y esperanzas en un plano más elevado, y, quizás, ¡este ni siquiera exista! El mundo futuro, tras el lavado, seguramente no sea de los filósofos ni de los poetas, seguramente sea de los insectos o de los reptiles. La mayoría de la actividad del cuerpo es inconsciente, y no lo digo desde un punto de vista Freudiano, me refiero a la actividad mecánica esencial. Todas esas vísceras que trabajan en tu interior de forma incansable para mantenerte con vida. ¿Tu sabes algo de ellas? Yo no. Como mucho puedo ser consciente del latido de mi corazón si acerco la mano, o el movimiento de mis pulmones. Imagino, en mi organismo, la de áreas que tienen que ponerse en funcionamiento para que yo levante una mano o para que me tire un pedo. Cientos de mecanismos, miles, millones. Y yo no soy consciente de ninguno de ellos. Yo estoy aquí, escribiendo un relato. Y realmente lo que me mantiene con vida no es poder expresar mis pensamientos en un papel sino poder evacuar normalmente. Es terrorífico. En realidad la conciencia, el alma, como lo quieras llamar, no es más que un mecanismo de defensa de nuestro organismo, un mecanismo contra nosotros mismos, un pasatiempo que ha ideado para que nos mantengamos entretenidos y le dejemos a lo suyo que es sobrevivir. Piénsalo, si de repente tuvieses que hacerte cargo de todos los procesos de tu organismo de forma consciente, ¿podrías hacerlo de forma eficaz? ¿Serías capaz de coordinarlo todo? Yo desde luego no. A veces olvido las llaves de casa, o lavar la ropa, y mi puntualidad es un desastre. No podría hacerme cargo de algo tan complejo como mi organismo, se me olvidaría respirar y moriría. Mi cuerpo lo sabe y ha creado esto para mantenerme alejado de lo importante. Racionalmente la animalidad se ha impuesto a la racionalidad, y con razón, porque es razonable.
Todo se reduce a que en ese momento Iván folla y yo no, porque me rayo, y me rayo más estando encocado hasta las cejas como en ese preciso momento. El no piensa en todas estas mierdas y por tanto el legado genético de Iván tiene más posibilidades de perdurar. Instinto noquea a análisis. El triunfo de la voluntad. ¿Qué opinas Arthur?
Esto también te afecta a ti, crees buscar algo, pero pensar, leer, escribir, crear......Todo es inútil, un pasatiempo, un juego para incautos soñadores.
Juguemos.
Soy una mosca que gira alocada y febril alrededor de una bombilla, mi bombilla, pero sigamos con nuestra historia.
Pilar miraba fascinada como se follaban salvajemente a su amiga sobre el capó en mitad de la noche, a la luz de la luna y los faros amarillentos.
Pude ver en su expresión la envidia. Sabía que mentía cuando dijo aquello de "no pasa nada". Este hecho no por esperado me molestó menos. Mi zen se derrumbaba. Mi solitario y acogedor refugio estaba lejos de allí. No podía salir corriendo, solo podría salvar ligeramente los muebles si conseguía empalmarme. Me concentré en ello. Cerré los ojos. ¡Arriba! ¡Arriba! Trabajo inútil. Jodida conciencia, ¿ves? En cuanto intentaba hacerme cargo de algo la cagaba, si pudiera dejarme llevar....
-Joder, ¡cómo se la están follando! - Dijo Pilar.
-Ya -Dije yo sin saber muy bien cómo tomarme esa frase. -Oye, lo siento, no es culpa tuya, el puto pedo, ya sabes.
-Te he dicho que no te preocupes, ya habrá otra ocasión, no es la primera vez que me dejan tirada.
-Eres joven, no habrán sido tantas.
-¿Qué te crees? Me llevan follando desde que tenía trece años -Dijo orgullosa.
-Vaya, pues qué bien -Eso explicaba su pericia y me ridiculizaba un poquito más.
-Es que me sorprende mucho mi amiga, creo que es su primera vez.
-No jodas.
-No se, de las primeras seguro. Salgo con ella a menudo y nunca la había visto tan lanzada. Me estoy quedando loca, yo soy la que se va con los tíos a la mínima, ella es mucho más cortada. No lo entiendo, qué fuerte.
-Ya, el jodido Ivan, no se qué las dice.
-Es mazo de simpático tu amigo, me ha caído bastante bien.
- .........
Nos quedamos en silencio mirando el espectáculo, mecidos por el vaivén del coche, como en una barca, qué romántico. Ella, fascinada, comenzó a tocarse y yo, abochornado, comencé a tocarme, la barba. Por suerte la exhibición no se alargó mucho, en un determinado momento Iván soltó un profundo gemido entre espasmos, supuse que se estaba derramando. Misión cumplida. Voluntad 1. Respiró profundamente levantando la vista a las estrellas. Luego giró la cabeza y miró al interior del coche, buscándome. Me encontró y me dedicó una sonrisa de satisfacción. Acto seguido, o más bien, acto y aparte, se desacopló y se subió los pantalones. Mientras se encendía un cigarrillo su pequeña presa se incorporó también, ella en cambió evitó mirar tanto al cielo como al interior del coche. Seguramente se sentía abochornada, se preguntaría cómo había llegado la cosa hasta ahí, quizás no sea tan buena idea a veces eso de dejarse llevar. Se subió las bragas y se acercó a Iván, se pusieron a hablar. Yo los observaba en silencio.
Al poco la chica se subió al coche y se sentó delante sin decir nada. Pilar rompió el hielo.
-¿Vaya arrebato no? Joder tía, jajaja, me acabas de dejar en la parra. -Ella no contestó, respiraba pesadamente.
-Pues si tía, me has sorprendido, no sabía que fueras así. Y, ¿qué tal? ¿Habrá estado bien no? Joder, por como gemías....
Pilar continuó riendo pero su amiga no contestaba.
Iván seguía fuera mirando al horizonte y yo seguía sin saber muy bien cual era mi papel en esta historia.
-Bueno tía, di algo ¿no?
-Pili, quiero irme a casa, acompáñame por favor -Dijo al fin.
-¿Pero qué dices?
-Quiero irme a casa.
Entonces empezó a sollozar. Pilar y yo nos miramos. Opté por salir del coche y dejarlas solas. Hacía una buena noche de verano. Iván seguía de espaldas al coche mirando al vacío. Me acerqué poco a poco a el, con cautela, sin olvidar lo que es, a la expectativa. Cuando estuve a su lado le di un golpecito en el hombro y le hablé.
-Hey tío, ¿qué tal?
-Psché.
-¿Qué hacemos ahora?
-Vaya unas zorras.
-¿Qué?
-Las tías estas, menudas perras, ¿tu qué tal con la tuya?
-Bueno, normal, no hemos hecho nada.
-¿No te la has follado?
-No tío, voy un poco perjudicado. Me la ha chupado un poco.
-Pues yo a esta la he echado un polvazo que la he dejado loca.
-Si, ya te he visto.
-Menudo chochito tío, canela fina, ni te lo imaginas, me la estaba estrujando a más no poder, estaba casi sin usar. Me ha dejado los calzoncillos llenos de sangre la muy perra. La he taladrado pero bien. Me hacía falta ya pillar a una niñita así, estoy harto de putas con el coño dado de sí. Es como meterla en una bolsa de basura.
-Si ya. Bueno, ¿ahora qué coño hacemos?
-¿Qué edad crees que tienen estas dos?
-La mía diecisiete, me lo ha dicho, la tuya no se, muy mayor no parece.
-No creo que tenga mas de quince o dieciséis.
-No, no creo.
-Vaya número.
-Ya.
Volvimos a quedarnos en silencio. Iván se sacó un cigarro y me pasó otro. Fumamos echando el humo a la humanidad. Realmente era una buena noche de verano. Iván estaba algo serio, podía notar su mente trabajando, escuchaba los engranajes. Yo ya empezaba a imaginármelo. Le pregunté.
-¿Te pondrías condón no?
-¿Qué dices tío, y desaprovechar un coñito así?
-Eres un capullo tronco, ¿al menos lo echarías fuera no?
- .........
-¿Y bien?
-Sí, joder, me corrí fuera.
-Menos mal.
-Bueno... Quizás...
-¿Quizás qué?
-Joder tío, ya sabes.
-¿El qué?
-Mierda, ya sabes... ¡Joder! Antes de llover chispea.
-Joder tío, no seas capullo, que son unas niñas.
-¡Unas niñas mis cojones! No me ralles ahora, que las den por culo. Quizás se me escapó un poco, bueno, ¿y qué? Si tiene alguna reclamación que hacer que me busque. No te jode. ¿Tienen tu número?
-No.
-Pues el mio tampoco. Sólo son unas zorras más. Ahora las llevamos a su puta casa y a correr.
-Muy bonito, eres todo un romántico.
-El amor ya no es contemporáneo.
-Eres un capullo, un jodido merodeador.
-Oye, no me toques los cojones tu también. ¿Estamos?
Dijo esto mirándome amenazadoramente. He de confesar que me cagué un poco. Me desafió con la mirada unos instantes, yo le aguanté la mirada. Nunca hay que mostrar atisbo de flaqueza. ¿Por qué me junto siempre con lo peor?
Dio una calada al cigarro y lo tiró contra el suelo. Luego me sonrió.
-Bueno tío, vamos a dejar a estas putas, monta en el coche.
Obedecí. Bueno, en realidad, a mi qué coño me importa, qué más da todo, algún día moriré y será maravilloso, dejaré atrás esta mierda. Paz y tranquilidad. "El descanso eterno ganado lo tengo" "Señor, en tus manos encomiendo mi alma"
Monté en el coche.
El ambiente era de evidente tensión. Las chicas iban en la parte de atrás.
-Bien, ¿Dónde vivís? -Dijo Iván con un nuevo cigarro colgando en los labios.
-En la calle Tirso de Molina, al lado del Pandora -Contestó Pili.
-Bien, pues en marcha.
Nos pusimos en camino dejando atrás ese triste descampado donde alguien dejó una parte de su inocencia, quizás la última. Sólo los débiles sollozos de la incauta arañaban el silencio.
Iván encendió la radio.
Y yo lo agradecí.
Volvimos a ser engullidos por la gran urbe y al poco llegamos a la dirección que nos habían dicho. Iván detuvo el coche sin decir nada.
-¿Os viene bien aquí?
-Sí, aquí está bien -Dijo Pili. Su amiga seguía sin hablar, yo tampoco decía nada.
-Bueno, pues nada, no ha estado mal la noche, ya nos veremos por ahí.
-Supongo.
Bajaron lentamente, cada segundo se me hacía eterno mientras cogían sus cosas. Pili no era mala chica, me gustaría haberme despedido de forma más elegante o, bueno, de alguna forma al menos, quizás pedirle el móvil para vernos otro día, con otra mentalidad. Pero era demasiado joven, me traería problemas seguro y bastante tenía con mi locura personal como para cargar con la de otro. Sólo quería que esa noche acabase de una maldita vez, estaba cansado tras dos días de parranda y mi cerebro palpitaba furioso presto para explotar en cualquier momento.
Casi sin esperar a que cerrasen la puerta Iván arrancó furioso y se precipitó en la carretera. Pude verlas una última vez por el retrovisor, dos figuras que se fundían en la noche y el humo, alejándose. Estábamos todos metidos en el mismo orinal, nadando alocados sin rumbo.
Iván bajó la ventanilla y apoyó su brazo izquierdo sobre ella, el viento ondeaba su pelo, iba deprisa, demasiado. Me preguntaba si su estado sería el idóneo para conducir. Preferí seguir en silencio convencido de que chocaríamos en cualquier momento. Comenzó a reír alocadamente.
-¡Wow, joder, qué alivio, pensé que no se largarían nunca, jajajaja!
-Me siento mal.
-Jajajaja, ¿qué dices?
-No me encuentro bien Iván, estoy rayado.
-Bah, ahora nos ponemos un poco pedo y se te olvida todo.
-Pero qué dices, llevo ya una tajada de espanto.
-Nunca es suficiente, ¿dónde vamos?
-Yo a mi casa.
-Jajajaja, de eso nada.
-Venga no jodas, ¿me vas a secuestrar o qué?
-No hombre, pero una última copita joder, después de todo esto....
-Mañana curro.
-Entras en el turno de noche, anda que no queda, podrías estar muerto para entonces.
-A este paso seguro.
-Jajajaja, venga, la última.
-Maldita sea, vale.
-¡Así me gusta tío! -Al decir esto soltó el volante, me cogió la cabeza y me besó en la frente.
-¡Hijo de puta, coge el volante que nos matamos!
-¡¡¡Ah jajajaja!!!
Bien, la situación era que estaba montado en un coche con un psicópata. Metido en una cuenta atrás irremediable. O fallecía en la carretera o sobrevivía e iba a currar a la fábrica de embutidos. Una horrible e inevitable cuenta atrás hacia una muerte rápida o una muerte lenta. No había salida, nunca la hubo. Empezó a apetecerme de verdad aquella copa. Iván agarró el volante, dejó de reír y se puso extrañamente serio de repente.
-Oye tío, ¿a ti te queda algo?
-Que va, nos metimos la última en el garito con las pivas estas.
-¿Pillamos medio más?
-Ni de coña.
-Venga joder, unos tiritos para cerrar la noche, ¿no te apetece?
-No -Mentí. Claro que me apetecía. Sabía que era ridículo con la que llevábamos ya encima pero es lo que tiene la maldita cocaína cuando te tiene en sus garras, si empiezas no hay forma de parar, es imposible, lo único que puede hacerte parar es quedarte sin dinero o sin camellos, si eso no te frena puedes esnifar montañas, desiertos, mundos enteros.
-Venga, sólo medio más, lo pillamos, lo volcamos, nos tomamos una copa y para casa.
-Déjame pensar.
-No hay nada que pensar.
-¿Y dónde coño pillamos a estas horas, va a amanecer en breve?
-Llama al Moha.
El Moha era nuestro camello habitual. Lo llamé. No llegó a sonar ni un tono: "El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, por favor, inténtelo de nuevo más tarde" Una parte de mi se puso furiosa, otra más grande respiró aliviada.
-Está apagado.
-¡¡¡Mierda!!!
-Pues nada, vámonos a casa de una puta vez.
-¡No, de eso nada!
-¿Conoces tu a alguien?
-Pufff... A esta hora...
-Pues nada.
-Vamos al poblado.
-¿Qué?
-Vamos al poblado.
-Ni de coña, yo no me meto ahí.
-Venga coño, no pasa nada, conozco a una gitana que tiene un temita que alucinas.
-No me mola ir allí.
-Venga, no llores, en media hora vamos y volvemos, no tienes ni que salir del coche.
-No me hace.
-Ya estamos yendo.
Así era. Iván había vuelto a salir a la autopista, encendió la radio y pisó más el acelerador. Íbamos sorteando coches como en un puto vídeo juego. A mi ya me daba igual todo, sabía perfectamente lo que iba a pasar. ¿Morir? No lo creo, no tendríamos tanta potra, pillaríamos, beberíamos más, y yo me largaría a currar sin dormir y pedo, y una vez allí, en la puta fábrica, empezaría a oír voces y vería cosas que no existen mientras me la jugaba manipulando maquinas viejas y oxidadas que podrían dejarte sin un brazo o sin cara a la mínima, y si salía bien parado de aquello me juraría a mi mismo no volver a hacerlo otra vez. Pero tras unos días de trabajo, vacío y desesperación volvería a estar en el mismo sitio porque yo era una res marcada, sin otro destino posible, atrapado aquí, confuso, en esta roca gris.
Mientras pensaba esto casi nos chocamos contra un camión, pero solo fue un destello, no hubo suerte.
-¡¡¡Wow, coño, eso ha estado cerca, JAJAJAJA!!!
Miraba a Iván.
Las horas en vela, el alcohol y las drogas deformaban tanto su cara como mi percepción de ella y solo podía ver un amasijo de horror.
Reaccioné de la única forma que podía hacerlo, resignandome, dejándome llevar, no me costó tanto como antes, podría haberme resistido, es cierto, ¿por qué no lo hice? Porque aunque ahora intente lloriquear era lo que quería, lo que siempre he querido, la autodestrucción.
Era una situación con cierto romanticismo dentro del horror, dentro de un mundo de vidas desperdiciadas, dos locos avanzando por una carretera, sorteando a los que se creen mejores y no lo son, y no porque otros lo sean, todos estamos atrapados, condenados, jugando, ¿qué diferencia hay entre arrojarte al abismo de la locura o al de la cordura? Nadie sabe nada. Todo es un avanzar por una carretera estrecha en la noche, avanzar hacia la muerte, unos corren más que otros, esa es la única e insignificante diferencia. Nos vemos allí amigo.
Finalmente pasamos por el mercamadrid, los camioneros descargaban su mercancía en la noche. El otro mercado estaba a poca distancia, ya se dibujaban las chabolas, redujimos la velocidad y cogimos el desvío, no eramos el único coche que se adentraba en esas tierras.
Vimos un coche patrulla parado, no nos intimidó y seguimos adelante, yo observaba por la ventanilla.
En este microcosmos que era el poblado de la droga las construcciones eran ruinosas, las calles pedregosas, había poca luz, veías coches parados aquí y allá, se mezclaban coches lujosos con latas de conserva motorizadas, en su interior los ocupantes se convulsionaban en sospechosos movimientos. Figuras grises y sin rumbo se apostaban a los lados de la carretera, bañados por la noche. Algunos se mezclaban al calor de las hogueras. Había movimiento. El poblado era un ente que gemía y sollozaba, como cualquier otro centro comercial, distintos decorados, distinta iluminación, mismas víctimas.
-Es allí.
Iván se echó a un lado del camino y detuvo el coche.
-Bueno, esa es la casa, voy para allá, tu espérame en el coche.
-No jodas.
-Si tío, será solo un momento.
-Que te jodan, te acompaño.
-A ti no te conoce, si me ve contigo me la dejará más cara.
-Joder, vale, pero no tardes cabrón.
-Dame pasta.
-¿Qué? Hijoputa, el anterior lo pagué yo.
-Joder tío, ya lo se, pero sabes que estoy sin blanca.
-Yo tampoco recolecto el dinero de un árbol frutal.
-Pero tu tienes curro mamón.
-Mierda.
-Joder tío, ya sabes que cuando tengo pasta me la suda, invito a lo que haga falta. (Hay que decir a favor de Iván que eso era verdad) Ya sabes que estoy jodido, tengo que pagar al abogado y no se de donde voy a sacar la pasta.
-¿El abogado?
-Sí joder, de la zorra esa que me denunció por malos tratos.
-Sí, ya me acuerdo.
-Es todo una puta mierda. Tío, algún día te compensaré, lo sabes joder.
-No te preocupes, no hace falta. ¡A la mierda!
-Jajaja, ¡a la mierda!
Agarré la cartera y saqué un billete de cincuenta, un puto papel de colorines. Todos estábamos jodidos por estos papeles, humillándonos, arrastrándonos, matando y muriendo para conseguir unos cuantos, gastándolos en cosas que nos permitan olvidar la humillación por la que pasamos para conseguirlos, en un circulo vicioso infernal.
Se lo di.
-Gracias tío, sabes que cuando me vaya mejor te invitaré a lo que quieras, eres un colega.
-No te rayes Iván, que le jodan, es solo un puto papel de colores.
-Ya veras cómo nos vamos a poner, me cago en todo, tu y yo contra el mundo joder.
-Venga, menos poesía y más acción, vete a pillar que quiero salir de aquí cuanto antes.
-Ya voy, ya voy.
Salió del coche y se fue caminando velozmente hacia un chalecito que había mas adelante, se perdió en su interior.
Yo miré a mi alrededor. Estábamos a las afueras del poblado, en una relativa calma. Me fijé en un grupo de yonkis a lo lejos que se calentaban en torno a una hoguera, delgados y andrajosos, ¿sería ese mi futuro? Empecé a rayarme e intenté no pensar en ello. Estaba nervioso ante la cercanía de la droga, solo de pensar en ello se me relajaba el esfinter y comenzaba a pedorrearme, me comía las uñas, el tiempo pasaba lento, me di cuenta de que yo también era un yonki. Me encendí un cigarro. Me tiré otro pedo.
De repente vi a lo lejos dos yonkis que se acercaban hacia el coche, hacia mi. Caminaban a trompicones, balanceándose con la luna a sus espaldas, era exactamente igual a las imágenes de las pelis de zombies de George A. Romero. Y venían hacia mi. Miré hacia el chalet, ni rastro del puto Iván. Los muertos vivientes estaban cada vez más cerca, ya casi distinguía sus desfigurados rostros. Sin duda venían a pedirme algo, tabaco, dinero, una jeringuilla, un paraguas, mortadela, quién sabe. Lo último que me apetecía en el mundo era hablar con otro yonki, no quería enfrentarme a ese abismo, ese horrible espejo futurista, ¿qué hacer? Se acercaban más y más, ya estaban aquí.
Cerré la ventanilla y eché seguro a las puertas, una vez encerrado me tumbé en el asiento fingiendo que estaba al borde de la sobredosis, entorné los ojos y saqué un poco la lengua.
Sus rostros se asomaron a la ventanilla, me observaron un momento, golpearon el cristal.
-Hey tío Colega. Hey tío
Yo gemí débilmente y empecé a balancear lentamente la cabeza hacia adelante y hacia atrás.
-Amigo. Amigo, ¿estás bien? ¿Tienes un cigarrito?
Volví a gemir y me acurruque fingiendo dormir, volvieron a golpear el cristal.
-Amigo. Compadre, ¿un cigarrito por ahí?
Me ahorré el gemido esta vez, fingí dormir. Permanecieron en silencio unos instantes, confusos, y se alejaron tímidamente. Esperé un poco y luego, convencido de estar fuera de su alcance visual me incorporé. Mordisqueé una uña de mi dedo, me pedorreé y volví a mirar al chalet intentando comunicarme telepáticamente con Iván. Funcionó. Vi su figura surgir del chalet. Venía rápido y muy recto. Intentó abrir la puerta, casi la arranca de cuajo pensando que estaba abierta. Accioné el seguro y permití su entrada.
-¿Por qué coño has cerrado?
-Me han atacado unos yonkis.
-Venga ya.
-Da igual, ponte unas pero ya.
-No he pillado.
-¿Pero qué coño dices? Si has tardado un huevo y vienes todo puesto, no me tomes el pelo mamón.
-Sí, me he metido una para probarla pero no era la de siempre, no me convencía.
-¿Que no te convencía? Pero si alumbran más tus pupilas que los faros del puto coche, además, hemos venido hasta aquí solo para eso joder.
-Tranquilo, hay otro sitio. Y la tía esta encima no me hacía precio porque es muy tarde, no te jode, para eso nos vamos al super que está aquí al lado.
-¿Al super?
-Sí, tranqui, vamos ahí que siempre hay y siempre es lo mismo.
-Jooooder.
-No te pongas nervioso.
-Llevo nervioso desde ayer.
Volvimos a ponernos en marcha, esta vez aún más nerviosos y psicóticos. Nos adentramos en el centro del poblado. Había bastante gente y coches, cada uno con su locura, arrastrando su peculiar mochila de desesperación. Aparcamos entre otros dos coches, en uno de ellos un chico se ponía una raya, nuestras miradas se cruzaron un segundo.
-Eh, yo paso de quedarme en el coche otra vez.
-Vale, aquí da igual.
Nos bajamos y nos dirigimos a una especie de casa abandonada, parecía caerse a pedazos pero las puertas eran blindadas, la gente se esparcía alrededor de la entrada.
-Aquí es, voy a llamar.
-Joder, a ver si terminamos de una puta vez.
Iván golpeó tres veces la puerta con el puño. Se abrió una ranura por la que apareció un ojo que nos observó un par de segundos, la ranura se cerró y escuchamos el ruido de los cerrojos al abrirse. Luego la puerta cedió y tras ella apareció un jodido coloso, era como el puto golem de la película de Wegener.
-Pasad -Rugió.
Entramos. El interior me dejó boquiabierto. Comprendí por qué lo llamaban el super, era justo eso, un supermercado, bueno, más bien parecía un jodido banco. Era exactamente igual que un puto banco. Había una larga cola en la que la gente se balanceaba intranquila, murmurando cosas. Había de todo en la cola, pijos, heavys, bakalas, tíos mayores trajeados, señoras, yonkis en chándal, Iván, yo... Al final de la cola una ventanilla enrejada. En su interior una señora atendía los pedidos. Aparte del coloso que nos había abierto había otros cuatro gigantes repartidos por la sucursal, seguramente armados. Nos colocamos al final de la cola a esperar, por suerte el movimiento era fluido y al poco ya estábamos ante la ventanilla. La dependienta era una señora mayor, podría haber sido mi madre, la tuya, o la vecina del tercero.
-¿Qué queréis?
-Coca.
-¿Cuanto?
-Uno.
-Cincuenta.
-Tenga.
-Toma. ¡Siguiente!
Sí. Así fue, con absoluta normalidad. La tía tenía de todo dentro de su puesto, pude ver una piedra de coca del tamaño de un diccionario de la real academia. Una bolsa llena de pastillas. Una báscula. Papelas. Marihuana. De todo. Enfilamos hacia la salida bajo la mirada de uno de los gigantes. La puerta por la que salías no era la misma por la que entrabas así que tuvimos que dar un pequeño rodeo para llegar al coche pero llevábamos tal velocidad provocada por el ansia que un ojo humano común no podría habernos seguido con la mirada. Una vez dentro del coche cogí la funda de un cedé y abrí la bolsita mientras Ivan buscaba un turulo. Unté un poco la punta del dedo y lo chupé. Era buena, más de lo que esperaba. Fui generoso con la cantidad y en menos que canta un gallo dibujé dos gruesas lineas del tamaño de dedos índices.
-Toma Iván, tu primero.
-No jodas, tu primero.
-No tío, venga, tu primero.
-No, no, la has pagado tu.
-No, insisto.
Seríamos yonkis, pero seguíamos siendo unos caballeros.
-De acuerdo.
Iván agachó el lomo y aspiró. Echó la cabeza para atrás y me cedió el turulo mientras gemía de placer. Hice lo propio.
Un certero disparo entre ceja y ceja, sin gilipolleces, expreso rumbo al cerebro totalmente desbocado. ¡Zaca! ¡Pim! ¡Pam! ¡Pum! ¡Zas! !Yiiiiiiiiiiaa¡
Di un puñetazo contra el techo del coche. Ambos nos miramos resoplando presas de convulsiones. Luego la satisfacción del deber cumplido, el amargo sabor en el paladar.
Sí, sí, esto ya era otra cosa.
-¿Qué, a merecido la pena o no? -Dijo Iván mostrando otra de sus encantadoras sonrisas.
-Hombre, la verdad es que esta coca está de puta madre, sí señor, de puta madre.
-Di que sí.
No podía dejar de pasarme las manos por la cara, como para asegurarme de que seguía ahí, de que no se estaba disolviendo en el espacio, movía las piernas como intentando tocar un doble bombo imaginario. Me bajó por la garganta y me dieron arcadas. Notaba el corazón a mil por hora. Quizás lo había conseguido por fin. Quizás no saldría de esta.
-Iván, no me encuentro bien.
-Qué pasa.
-No se, es... Demasiado.
-Venga tranquilo, yo estoy aquí, jamás dejaría que te pasara nada.
-Lo se, eres un colega de verdad.
-Claro, tu también.
-No se, todo se desmorona, me va a estallar la cabeza.
-Relájate. Te conozco hace mucho, ¿sabes cuál es tu problema?
-¿Cuál?
-Piensas demasiado. Le das demasiadas vueltas a la cabeza, a las cosas, a todas. Tienes que relajarte, a la mierda, pasarlo bien sin más.
-Yo no puedo pasarlo bien, ya no, me desvié de un camino que ya nunca podré volver a tomar.
-Joder, yo a veces tampoco lo paso bien, también me rayo, pero intento echarlo de mi mente cuando viene, escapar, evadirse.
-Pero, ¿así? ¿No hay otra forma?
-Es nuestra naturaleza, no podemos negarla, habrá quien se empalme haciendo senderismo, o pescando, cada uno sobrevive a su manera.
-Seguramente tengas razón, pero, no se, es todo tan gris....
-Por eso no hay que preocuparse, sabemos cómo son las cosas, no vivimos en un mundo de fantasía.
-Supongo que es una ventaja.
-No te preocupes, vas muy pedo, eso es todo, pero se te pasará.
-Jajaja, entonces estaré jodido por estar sobrio y querré volver.
-Exacto tío, no hay salida.
-Hey Iván, eres un cabrón hijodeputa, pero me caes bien.
-Jajajajaja, tu también. Te quiero más que a un hijo, aunque seas un filósofo rayado.
-Vámonos de aquí anda, me deprime.
-Claro, pero antes ponte unas.
-¿Otras?
-Pal camino, unas pequeñitas.
-Claro.
Salimos de allí. Volvimos a pasar delante del coche patrulla, no nos paró. Luego el camino de vuelta a la urbe, a la jodida ciudad, a la civilización, a las luces de neón, a los chinos vendiendo arroz y latas de cerveza, a las tiendas de muebles, a las catedrales.
Amanecía. Esa hora terrible donde se mezclan las caras desencajadas de los que aún no se acuestan con las caras desencajadas de los que recién se levantan. Dos infiernos cara a cara.
Fuimos a un after que conocíamos, lleno de colgados.
No hace falta narrar mucho lo acontecido en el garito, puedes imaginarlo: Caras desencajadas, miradas furtivas, copas, cigarros, escapadas al baño, incoherencias, tristeza, luces estroboscópicas, euforia, monedas, culos, tetas, frustración, cielo, infierno....
Al final todo cayó por su propio peso. La cosa no daba más de si. Yo no daba más de mi.
Todo era gris una vez mas.
Y decidí huir.
Me escapé de allí.
No me despedí de Iván, salí corriendo y lo dejé allí tirado hablando con una chica. Sobrevivirá.
Al salir el astro rey me abofeteó como al descarriado que era y comencé el triste peregrinaje hasta casa.
Llegué tras realizar un viaje en metro en estado comatoso, nadie en el vagón se asombró ni me preguntó nada.
Una vez en casa bebí agua en abundancia. Tenía hambre pero la mera visión del plato me daba arcadas. Me quedaban aun un par de horas antes de tener que ir a currar.
Mi gato aullaba desesperado. No estaba castrado y le estaba entrando el primer celo, miraba melancólico por la ventana, lo cogí en brazos.
-No hay nada ahí fuera tío, nada en absoluto.
Pero no conseguí convencerlo. Me apartó de un zarpazo y continuó maullando mientras miraba al exterior. Podía sentirme identificado con el. Cada maullido me destrozaba el corazón.
Fue una época muy loca. Las cosas se han relajado un poco. Se que solo es una breve tregua. Pero aun con tregua el tedio persiste, el vacío persiste, la agonía persiste, el absurdo persiste.....
Lo único que puedo hacer ahora mismo es sentarme, escribir esto y mirar esperanzado por la ventana, esperando a que empiecen a caer las bombas, que ardan las cosas.
Desintegración.
Limpieza.
Borrón y cuenta nueva.
Se me dibuja una sonrisa en el rostro, y eso es inusual...
Cuanto mal ha hecho la esperanza.
¡¡A la mierda!!