“Mi arte gozaba de tan alta estima entre los elfos que estos no recurrirÃan a otro retratista hasta después de mi muerte y, para cuando ellos se dieran cuenta de que habÃa fallecido, podÃan haber transcurrido varias décadas perfectamente.”
Nocturna Ediciones I Septiembre 2018 I 370 páginas
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Todo el mundo sabe que los elfos son tan arrogantes como inmortales y por eso les gusta que se los retrate. Además, ansÃan el arte de los humanos porque ellos son incapaces de crear algo que transmita vida. Isobel los conoce bien, pues se gana la vida pintando sus rostros.
Pero un dÃa el prÃncipe del otoño entra en su taller y, al retratarlo, comete un terrible error: plasma en sus ojos el dolor humano que percibe en su mirada, un rasgo que cualquiera de sus súbditos considerarÃa una debilidad.
Tras recibir el cuadro, el prÃncipe regresa convertido en cuervo y la acusa de traicionarlo ante su corte. La única manera de solucionarlo es que Isobel se adentre con él en las tierras del otoño para restaurar su reputación. No obstante, deberá tener cuidado: como afirman los elfos, siempre deseamos lo que tiene el poder de destruirnos.
¿Qué pensar de los elfos? ¿Nos enamoramos de ellos nada más verlos en pelÃculas, leerlos en novelas, imaginarlos en poemas? ¿Nos encanta esta raza etérea y eterna que arrebata toda la belleza de la fantasÃa? Sin duda alguna, cuando un elfo se adentra en las páginas de nuestra novela de turno, todo mejora. Pero también hay que tener en cuenta que no es oro todo lo que reluce, y esta raza también puede ser muy taimada y traicionera. Y eso lo sabe bien Margaret Rogerson.