domingo, 28 de septiembre de 2008

Mis virtudes

Llevo unos cuantos días muy ocupada. Practicando mis virtudes.


Pasado mañana empieza el curso del Aula Virtual y quiero ir bien preparada. Voy a demostrarle a todo el mundo que soy una virtuosa. Y que a mí, en virtudes, no me gana nadie. Así que me he estado informando de las virtudes más importantes que un ser humano pueda tener. ¡Y las tengo todas!

Una virtud que tengo es que sé oír. Basta que alguien me hable ¡que ya lo estoy oyendo! Saber oír no es fácil, no todo el mundo sabe. La gente, por desgracia, se limita a escuchar. ¡Y no oyen! Además, sé oír desde pequeña. Y oigo toda clase de sonidos. Y de ruidos. Por la izquierda y por la derecha. De cerca y de lejos. Sé oír vocales y consonantes. Y cuando me empeño ¡incluso entiendo...! En fin, que soy una experta.

Otra de mis mejores virtudes es que sé ver. Con gafas o sin ellas. Nada más despertarme, si es que se me abren los ojos ¡veo! Desde que nací sé ver colores, rayas y lunares. ¡Hasta con los ojos cerrados veo luces! Esta virtud es una maravilla. Porque aunque no quiera, puedo verlo todo. Menos las películas de miedo. Que esas sí que no las veo. A veces las miro, pero me tapo los oídos. Y mi hija me va contando. Aunque no la oigo...

Mi tercera virtud, tan importante como el resto, es que sé oler. Basta que respire un poco ¡que ya huelo! Huelo por la nariz o por la boca. No estoy segura... Pero huelo de maravilla. Sé oler despacio y deprisa. Caminando o sentada. En casa y en la calle. Total, que este mundo está lleno de olores y, esté donde esté ¡sé olerlos todos! Hasta los ácidos. Y los amargos, por supuesto...

Otra virtud mía es que sé distinguir sabores. Todos los sabores son distintos. ¡Y yo sé reconocerlos! Hasta sé cuando algo se está quemando. Sé cuando algo es dulce o salado. Rugoso o áspero. Duro o blando. Sé cuando como ensaladilla. E incluso cuando como otras cosas. En cuanto a sabores lo sé todo. Menos el sabor de los insectos fritos, que no creo que los pruebe...

Y como colofón, sé distinguir el tacto de las cosas. Simplemente tocando ¡ya tengo tacto! Qué suerte. Sé cuando algo está frío o caliente. Líquido o sólido. Opaco o transparente. Sólo tocando sé si algo está o no está. Si viene o se va. Si es viejo o nuevo. En fin ¡es increíble lo que puedo hacer con los ojos cerrados!

Total que soy un dechado de virtudes: tengo oído, vista, olfato, tacto y gusto. ¡Casi nada! ¡Quién me lo iba a decir a mí! Menos mal que soy así, tan virtuosa. Ya verán mis compañeros... Cuando el martes exponga al claustro todo lo que sé hacer, seguro que me libro del curso. ¿Para qué necesito aula virtual si todas las virtudes de este mundo ya son mías?

¡Gracias Mamá!

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Todo tiempo pasado...

Cada dos años, no sé si ya lo he mencionado, hay que cambiar de niños. Por eso los años bisiestos me parecen una lata...

Este año me han tocado treinta alumnos. ¡Y todos tienen nombre! ¿Pero quién se ha inventado el Santoral? Con lo fácil que sería llamarnos Adán y Eva... Total, el que esté libre de pecado, desgraciado en amores. Además, hay santos que no me suenan: Sta. Keyla, Sta. Leila, Sta. Sheila, Sto. Adahi. No sé, serán santos de ultramar... De los apellidos por ahora no me preocupo. Porque todos tienen dos. ¡O tres! Y eso no hay memoria que lo aguante. Ni siquiera la mía. Así que he urdido un plan para aprenderme bien los nombres de diario. Y los apellidos, que los usen para el fin de semana. Que es más práctico...

Total que me he tomado la molestia de confeccionar treinta cartelitos de cartulina. De colores... Nos pasamos una mañana trabajando en ello. Cada niño decoró su cartelito con amor. Dibujaron flores, cometas, corazones... Y por último le pegaron encima su foto. ¡Genial! ¡Qué sería de mí sin mis ideas...! Ahora, en cada pupitre ¡hay un niño con su propia foto! Así cuando quiero saber quién es cada uno ¡sólo tengo que echar un vistazo! Y ya está. Si es que a veces nos ahogamos tanto... ¡Y no vemos que la solución está en el vaso de agua!

Estoy segura de que este año me voy a aprender los nombres de los niños en un periquete. Menos el de las gemelas... Porque sus fotos son tan iguales que de lejos no las distingo. Menos mal que una de ellas tiene un lunar en la nariz. ¡Que si no...! Aunque me tengo que acercar a la foto para verlo bien. Me pregunto cómo se las arreglará la madre para reconocerlas. Así, a secas... Sin foto ni nada...


Y por fin ya me han puesto el cañón. Como bien pronostiqué, al no encontrar sitio, lo han colgado del techo. Pero no apunta al patio... Tendré que cargarlo con balas de fogueo, por si las moscas... Y la pizarra, ahora que se enciende, funciona perfectamente. Lo más gracioso es que se puede escribir con el dedo. ¡Qué barbaridad! Tantos años aprendiendo a coger un lápiz correctamente... Y ahora ¡a practicar con el dedo! Caligrafía...

La semana que viene tendremos unos cursos para aprender a usar el aula virtual. ¡Qué bien! Lo estoy deseando. Por fin me voy a poder quedar en casa cuando llueva. Total... con el aula virtual ¿para qué voy a ir yo? Hay que ver lo que se aprende. El mío es el trabajo del futuro. ¡Se acabaron los madrugones! Sólo espero que el aula virtual tenga fotos. Si no, a ver cómo se aprende el nombre de los niños...

Y todo, gracias a la generosidad de nuestros jefes. Quién lo iba a decir...

lunes, 8 de septiembre de 2008

Nuevas tribulaciones

El principio de curso ha sido fantástico. Al fin y al cabo todos los principios lo son... Menos el de Arquímedes. Que no lo entiendo.


Me enteré de lo que cuesta la matrícula en la Universidad. ¡Qué grata sorpresa! ¡Ya era hora de invertir en algo! Así que pedí una beca... Pero como nosotras no somos familia numerosa no sé si nos la darán. Sólo somos familia monoparental. Y éso es demasiado corriente, ya lo dijo Darwin... Aún así no pierdo la esperanza y si todo sale bien, este año no tendré que hacer horas extra. Aunque no me importaría. Darle a mi niña una buena preparación es una de mis metas más altas. Y para eso la Universidad de La Laguna es de lo mejorcito. ¡Si hasta tiene ascensores! Qué más se puede pedir...

En otro orden de cosas y siguiendo con lo mismo, el lunes pasado, por fin, volví al cole. ¡Qué encanto! Cuando llegué, el patio estaba lleno de pizarras. ¡Por fin íbamos a dar clase al aire libre! ¡Como en La Casa de la Pradera! Me puse a buscar la higuera mejor situada para colocar mi pizarra cuando una tenue voz me susurró al oído: Nos van a poner pizarras digitales... ¿Pizarras digitales? ¿Cómo se me había podido olvidar algo así? ¡Yo, que siempre estoy en todo! Imperdonable... Abandoné rauda mi vieja pizarra, me despedí de la higuera y subí como una exhalación a mi clase, para observar de cerca tan golosa novedad.

En mi clase no había nada. Sólo una gran caja de cartón, un hueco inmenso en la pared y cables por todas partes. Lloré de alegría al ver el panorama. El jueves 4 empezaba con los niños. ¡Y sin pizarra! ¡Ni la una ni la otra! Así que me puse manos a la obra. Aprender el nuevo lenguaje gestual no me ha costado casi nada. Así me va... Llevo ya tres días con mis nuevos niños, que son 30 ¡y me entienden perfectamente! Esto de escribir en el aire no tiene ninguna ciencia. Y además nos lo pasamos genial. Aunque por la noche siento un extraño dolor en los brazos. Como si fueran agujetas... Lo que es el cerebro... No se puede pensar tanto.

Hoy lunes ya tenía colgada mi pizarra. ¡Una pizarra electrónica! ¡Y me dieron un portátil para mí solita! Ya sólo falta colocar el cañón. Eso me dijeron... Aunque creo que andan algo despistados. ¿Es que no han visto el tamaño de mi clase? ¿Dónde voy a poner yo un cañón? ¿Y las balas...? Además, no hace falta anunciar el recreo a cañonazos... Si con el viejo timbre ya me vale... De todas formas, como no me gustan las armas de viento, creo que voy a hablar con la Sinfónica a ver si les interesa. Por si no me dan la beca... Y si no, que me lo cambien por un trombón, que es más portátil y bastante digital.

En fin, que estoy encantada con mi nueva pizarra eléctrica. Sólo espero que no me dé muchos corrientazos... Por lo demás, lo único que me falta para ponerme al día es saber dónde escondieron el botón para encenderla. Y listo... ¡Viva las nuevas tecnologías!

lunes, 1 de septiembre de 2008

La insoportable brevedad del tiempo

Llevo unos cuantos días desperdigada. Me busco, me busco y no me encuentro.


¿Pero quién es el responsable del cronómetro? ¡Que al tiempo le están sobrando pilas! Será cuestión de comprarme otro reloj... Porque a mi tiempo le pasa lo que al euro. ¡Cada día me cunde menos! ¡Y cada vez se gasta más! En fin, que prefería mi tiempo en pesetas. Porque antes tenía más consistencia. Y así no había manera de perderlo. Pero como dice el dicho "El tiempo es euro y los euros, euros son". Por eso lo bueno, si dos veces breve, mejor.

Total, que esta mañana sonó el despertador. "Despertador". ¡Qué palabra tan cruenta! ¿Pero a quién se le ocurrió llamarlo así? Podrían haber elegido algo más dulce. Yo qué sé, "Sueñus Interruptus", por ejemplo. Pese a su poca fiabilidad...

Mi cuerpo reaccionó al instante. Me di la vuelta y seguí durmiendo. Y allí estaba yo, en Cerdeña, recorriendo sin descanso sus maravillosas costas. Cerdeña es un territorio rodeado de agua por todas partes. Menos por una, que es el centro. No como Venecia... El primer día que fui a la playa me llamaron la atención sus fondos cristalinos. Bañarse en esas aguas era como estar flotando en la nada. En una nada tibia. Transparente. ¡Hasta se me veían los pies perfectamente! Y así pasaba el tiempo entretenida. Mirándome los pies. Hasta que llegaba la hora de comer. Y entonces, comía.

No se puede ir a Italia a la hora de comer. Porque después la ropa no te sirve. A pesar de todo los cerdeñolos son gente muy afable. Generosos, amigables y desprendidos. ¡Y no pesan mucho! No lo entiendo... Gracias a mi habilidad con los idiomas, me pude entender perfectamente con ellos. En Cerdeña se habla el cerdo, que es un dialecto autóctono. Como la violeta del Teide. Y casi todas las palabras terminan en U. Por eso aprendí rápido. Con decir "Me voy a mumú" ya sabían que me iba a acostar. Y así con todo...

Pero lo mejor fue la excursión en lancha por los islotes caribeños de Cerdeña. ¡Qué gozada! Si no fuera porque casi encallamos en las rocas de una barra natural y a partir de entonces empezó a sonar una alarma insoportable que nos acompañó el resto del día, la experiencia fue realmente estupenda. Y con ese indescriptible ruido abrí los ojos esta mañana. Apagué el vil despertador, salté de la cama y me preparé a toda prisa para no llegar tarde al cole. Se me olvidó la merienda...

Tengo la terrible impresión de que ya no estoy en Cerdeña.
Y tengo una corazonada: va a ser que hoy es lunes...