sábado, abril 17, 2010

Soy un incunable

Tú eras un best seller.

domingo, febrero 07, 2010

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La vida solo puede ser mejor sin el sufrimiento que me otorgabas con tu ausencia tan presente. Porque la vida es como la visa. Te quita pero te pone.

sábado, enero 02, 2010

Desayuno

Con azúcar. Lo tomaba con dos cucharadas de azúcar. Él le confesó que había echado tres. Más dulce. Dio igual porque a fin de cuentas lo hermoso de aquello era que la había sorprendido con el desayuno en la cama. Tostadas con mantequilla, zumo de naranja y café con leche con tres cucharadas de azúcar. Una más. Más dulzura. Se incorporó para beber. Y le miró y agradeció el detalle. Era la primera vez que le traían la bandeja al despertar, a la cama, cuando aún no habían subido las persianas y el despertador estaba desactivado. Era sábado. Ella fue feliz por un momento. Y se agarró a eso de que la felicidad es un instante. O varios consecutivos, pero efímeros. Como al verle entrar por la puerta con cara de te voy a dar una sorpresa que no incluye huevos fritos, pero sorpresa al fin y al cabo. Ella sonrió al ver la escena. Le dio un beso y dijo gracias, gracias por traerme el primer desayuno de mi vida a la cama. ¿Tú no tomas nada?, preguntó. Tenía un café esperando en la cocina y fue a por él mientras ella se desperezaba y pensaba en lo bonito del detalle. Con que poco podía sentirse así como entonces, contenta. Deseada. Feliz. Y aunque el café estaba ardiendo y demasiado azucarado, le miró a los ojos una vez más y dijo "ahora vuelvo". Y cuando se acercó a la cocina se dio cuenta de que la leche estaba cortada. Se le había acabado el café. Ni siquiera había azúcar. De él, ni rastro.

sábado, diciembre 05, 2009

SOBRE EL AMOR

Acabo de leer la tremenda carta de amor que le ha escrito Alex a Vero en su blog. Os la recomiendo a todos. Ya le he dicho que podría ganar algún concurso de escritura que verse sobre el amor, la entrega o el pago de alquiler de un piso…

Si es cierto todo eso que viven y disfrutan, he ahí un ejemplo de equilibrio emocional. Tú me aguantas, me ríes, me sujetas, me acaricias…y yo te lo agradezco. No es necesidad, es amor.

viernes, diciembre 04, 2009

PUTA MIERDA DE SEXO CON CHOCOLATE

Palabras clave recomendadas por Google adviser.

Accesorias: pene, falo, tetas, ubres, protuberancia, exuperancia, miembra/o, picha, jolgorio, zp, google, sex, piedra, enjuague, bucal, tubo, anal, mariposa, alas, fusta, mambo, almeja, ordenanza, peluca, paris, digital, mano, duro, caliente, espeso, cuchara, gratis, descarga, kk, kaka, bit, donut, ordenanza, boina, milla, extasis, hielo, botox, silicona, boca, investigacion, aceite, dec, coletas, tintachina, masaje, encuentro, cita, point, punta, birra, botero, goteo, rinoceronte, tigre, mosca, promo, porno y x.

sábado, noviembre 14, 2009

Oui, c' est moi...


(...) Tampoco faltan periodistas jóvenes. El problema, en una época de transición, consiste en que algunos de esos periodistas jóvenes se desvanecen por falta de soporte industrial; otros se ven obligados a predicar en solitario desde un blog; algunos, los menos, llegan al mando o al púlpito cuando apenas están descubriendo cómo funciona el oficio y cómo funciona la vida. Mientras, las prejubilaciones y las políticas de austeridad eliminan la antigua casta de los maestros del taller.

No se trata de defender los periódicos. Si tienen que morir, que mueran. Hay que defender el periodismo, en cualquier forma que adopte, porque nos proporciona un relato sobre nosotros mismos. El periodismo nos ayuda a entender qué somos y dónde estamos. Las voces nos hacen falta.


Gracias, Enric.

sábado, octubre 31, 2009

Sin nombre

Acabo de ver Sin Nombre, una película sobre un viaje a USA en el tren de los mojados, con o sin lluvia. Una historia cruzada entre maras de Tegucigalpa, pasando por Tapachula, Tamaulipas, San Pedro Sula...Un recorrido tan conocido. Preciosa y durísima película. He llorado de emoción. Emoción al recordar los lugares, la fisionomía centroamericana, las expresiones chapinas, si mon, la clica, mae...la tortilla y los frijoles, la música de la frontera, el cruce del río, los cementerios, la migra, la brutalidad de la MS. Y de la M18... Tendrías que haberla visto conmigo. Una vez tomamos ese tren, ¿te acuerdas?

viernes, octubre 30, 2009

Color café

Me he levantado a las 6. Me he vuelto a dormir. Me he quedado dormida. He llegado tarde. He tecleado muy deprisa. Han rugido las tripas. He dicho que sí a una pregunta que no he oído. Pura inercia. He puesto café en la cafetera. He bebido un café. Otro más. He tecleado más despacio. He dicho "ya voy". He ido. He abierto la puerta. La he cerrado. He mirado a mi derecha. A mi izquierda. El café estaba frío. He cogido una llamada. He marcado un número. No han contestado. He olvidado para qué tenía que llamar. He fumado. He dado un cigarro. He tirado un mechero rojo. He vuelto a mi sitio. He visto a mi jefe. Han echado a tres compañeros. Me he puesto triste. Me he atado el cordón del zapato izquierdo. He dudado. Se escribe así. ¿Es una analogía? He buscado algo. No he recordado el qué. No recuerdo qué. Han despedido a tres compañeros. He mirado a mi izquierda. He visto una taza vacía. No era la mía. La de la derecha tampoco. No eran mías. Ninguna. La mía era la de Singapur. Está rajada. La he buscado. La he encontrado. La he lavado. La he escurrido. Se ha caído y se ha roto. Hay otra. Hay tres. No sé en cual beberé mi próximo café. Tampoco con quién.

domingo, octubre 18, 2009

¡Max Minghella está tremendo!

Ayer fui al cine a ver Ágora, esa plaza pública de Alejandría hecha metraje, para intentar comprender por qué la película no había encontrado distribuidora en Los Unaited Esteites of America. Salí del cine emocionada, así es la vida. O el poder del cine. Salí emocionada, decía, y sin descubrir, claro, por qué demonios aseguran allende los mares que critica al cristianismo. Yo salí conmovida por la interpretación de la dulce, y de belleza sosegada, Rachel Weisz, y con ese the end eriza bellos. Deseando incluso convertirme al cristianismo para ver si con la imaginación conseguía convencer a Hipatia de hacer lo mismo para seguir viviendo y mantener, tal vez, un romance con el esclavo liberado, que no libre, Davo. Después de ver la peli, fui caminando por el Parque del Retiro, espléndido y rodeado de cientos de autobuses cuyos pasajeros acudían a la marcha por la vida o contra la nueva ley del aborto. Que es lo mismo. Familias en masa con sus retoños, parejas de la mano, hasta perros. Y entonces vi el cartel: “Zapatero: tu madre dijo sí”. Yo pensé que: Y la mía. Y la tuya y la suya y la de muchos otros. Y la de Max Minghella (por lo que le doy las gracias).
Qué tendrán que ver esos partos con el debate actual. A lo mejor la madre de Zapatero dijo no al que hubiera sido un hermano o una hermana menor o mayor que el presidente. Quién lo sabe ¿Ven ustedes la relación entre el lema que encabezó la manifestación pro vida y la hipotética decisión (difícil, siempre) de abortar? Yo no. Igual que no veo causa alguna para no distribuir la espléndida Ágora por los cines yanquis.

Se ve que es mejor decir sí a la vida que a la calidad de vida. Un millón (según qué medios) gritó no al aborto por las calles de Madrid. Tan solo tres mil (según todos los medios) marcharon contra la pobreza un día antes. Triste nuestra plaza pública que está repleta de paganos.


miércoles, octubre 14, 2009

domingo, octubre 04, 2009

Una teoría...


Seguro que se han parado a pensar en ese avión que vuela por la noche sobre el océano Atlántico. Un minúsculo artefacto sobrevolando la quietud de la superficie marina en línea recta. Un pequeño aparato repleto de hormigas humanas comiendo pollo con salsa de almendra recalentado en un recipiente de plástico y tomando agua de un botellín de 22 centilitros.

Un avión pesa 1200 toneladas. Supongamos que es un avión comercial con capacidad para 350 personas con una media de peso de 55 kilos. Más los kilos de las maletas y demás instrumentos del aparato. Imaginemos que en la bodega se almacenan cuatro cuadros de 10 kilos cada uno y seis jaulas con animales sedados. Cuatro perros y dos gatos.

Pues bien (y esto es real), en uno de mis viajes trasatlánticos, un pasajero que tenía al lado y que dijo ser un físico y químico que regresaba de un simposio en Atlanta, me contó que un avión pesaba más si en su interior había una persona enamorada de verdad. Ante mi cara de incredulidad, el tipo explicó que a través del sistema nervioso el hipotálamo enviaba mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumentasen inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas). Aumentando así el peso corporal. No entendí nada y se lo dije. Pregunté cómo podría demostrar si en nuestro avión había dos o 300 personas enamoradas de verdad. O ninguna. O simplemente enamorada. Sin verdades absolutas, con medias verdades o con verdadera entrega. “Eso no se puede saber”, contestó el experto mientras miraba por la ventana sin ver nada porque la noche nos envolvía con un aire negro. Negrísimo.

Después de mantener aquella extraña conversación, el físico y químico se durmió. Yo lo intenté pero no lo conseguí. Miré a mi alrededor por encima de las cientos de cabezas que reposaban en sus asientos. Cogí mi bolso de mano, abrí la puerta y me bajé. No importa a dónde fui. Importa el peso que le quité de encima al extraño pasajero para demostrar su extraña teoría.

martes, septiembre 29, 2009

CARNET DE CONDUCIR

Es entonces cuando tomas la calle José Abascal y necesitas escribir en MAYÚSCULAS QUE QUÉ PUTADA DE LADOS. A TU DERECHA, EL ANTIGUO LUGAR DE TRABAJO, LÚGUBRE, SUCIO, FALSO. NO QUIERES GIRAR POR ESA CALLE. PERO TAMPOCO POR LA IZQUIERDA, DONDE VIVE EL ÚLTIMO HOMBRE AL QUE AMASTE. ¿PARA QUÉ VOLVER A GIRAR POR LA IZQUIERDA? EN MEDIO, ENTONCES, BUSCAS EN EL GPS UN CAMINO ALTERNATIVO. UN CAMINO QUE CONCILIE TU VIDA FAMILIAR Y SENTIMENTAL. PROFESIONAL Y PERSONAL. UNA RUTA POR LA QUE ESTÉ PROHIBIDO ROMPER CORAZONES O AMARGAR AL EMPLEADO. ENTONCES TE PONEN UNA MULTA POR PRESTAR MÁS ATENCIÓN AL GPS QUE A LAS SEÑALES DE TRÁFICO. TU AMIGO TE DICE QUE ANTES LLORABA UN DÍA SÍ Y DOS NO. ANTES. AHORA LO HACE UNA HORA SÍ, DOS NO. DESPUÉS SERÁ UN MINUTO SÍ, DOS NO. O LO QUE TARDE EL AGUA EN HERVIR EN LA TETERA MARCA SAIVOD, QUE NO ES MUCHO. ENTONCES APARCAS EN SEGUNDA FILA Y PIENSAS HACIA DÓNDE TIRAR. BUSCAS UN CUBO DE BASURA, PERO NO ES A ESE “TIRAR” AL QUE TE REFIERES. TE REFIERES A QUÉ DIRECCIÓN TOMAR ENTONCES. UNA VEZ SOPESADOS LOS RECUERDOS. MALOS A AMBOS LADOS. TRISTES Y MALOS. ENTONCES VES AL PAYASO HACIENDO MALABARES EN EL MEDIO DE LA CARRETERA. LOS MALDITOS BASTARDOS PROMOCIONÁNDOSE A LA DERECHA; LA CORAZONADA OLÍMPICA, A LA IZQUIERDA. Y TÚ SIGUES RECTO, DEJANDO ATRÁS JOSÉ ABASCAL CON SU IZQUIERDA Y SU DERECHA. DESPEGAS EL GPS Y SE LO DAS AL MALABARISTA DEL SEMÁFORO. Y ENTONCES VUELVEN LOS PENSAMIENTOS EN minúscula. Y solo entonces te das cuenta de que tu corazón estaba yendo a mil kilómetros por hora en una vía limitada a diez. Entonces decides que mañana será un buen día para sacarte el carnet de conducir y pedirle prestada la moto a ese amigo que cada vez llora menos.

jueves, septiembre 24, 2009

Madrid

Es inútil luchar contra ella. Cuando te enfrentas a Madrid, siempre gana ella, tan castiza y decadente al mismo tiempo. Madrid es una ciudad hostil. Es una ciudad que te permite quedarte pero no mueve una calle ni una acera por ti. Puedes cruzar por los pasos de peatones respetando los colores de los hombrecitos del semáforo, pero también puedes atajar por el medio de la vía y Madrid no estará allí para alertarte del peligro. No. O respetas sus reglas del juego o te atropella Madrid sin que te des cuenta. Te atropella en cada esquina porque almacena los recuerdos. Los buenos y los malos. Pero Madrid pide algo a cambio. Que le pagues sin poder salir de ella. Una vez que entras en Madrid, no encuentras tu casa. Y a veces, ni eso. Porque Madrid es una gran casa para todos. Una casa amurallada en la que abundan hombres y mujeres obcecados por no hacer las maletas y salir huyendo de la gran ciudad. Si te quedas en Madrid, tendrás que pagar una hipoteca. Solo así puede que Madrid no te atropelle cuando optes por cruzar por el medio de la vía y te conceda una tregua en medio de tanta hostilidad. Así es Madrid, la eterna vencedora.

lunes, septiembre 21, 2009

Dálmata


Le da un mordisco a la gran manzana que brilla magenta entre sus dedos y piensa que le contará a él la travesura anti crisis que ha llevado a cabo esa mañana en unos enormes centros comerciales de la ciudad. Ha llenado el carrito de comida sana. En la frutería ha cogido las manzanas rojas más redondas y grandes de la cesta. Ha ido a pesarlas y ha pulsado sobre el dibujo de la pera limonera. Pesan menos así que se ha ahorrado por lo menos uno o dos euros. La dependienta sólo ha pasado el código de barras por el lector, no se ha parado a leer la etiqueta, ni a comprobar que lo que había en la bolsa de plástico eran manzanas y no peras. Sonríe al recordarlo. Sí, compartirá la hazaña con Javier. “Tú tranquila. No hables muy deprisa. Muéstrate simpática y por favor, no gesticules tanto con las manos cuando hables”, le había recomendado su amiga Esther. Pero ella sabía que Esther sólo conocía la mitad de la historia. La historia con Javier. Lo de las manzanas aún no se lo había dicho a nadie. Ella, tan seria y responsable. Tan espesamente aburrida de su relación con Antonio en la que caía un polvo al mes, cuatro comidas con su familia a la semana y dos películas en DVD cada quince días para evitar las multitudes que agobiaban tanto a Antonio en los cines. Cómo iba a imaginar Esther, dama de honor en su boda y testigo mudo del coñazo de su relación, que Silvia, la buena de Silvia, se había acostado con el hombre más guapo del despacho: Javier. No. Ni siquiera ella podría haberlo presagiado. Yacer en una cama de hotel junto a al hombre imposible hasta una noche antes.
Decide confesarle a su mejor amiga que quiere dejar a Antonio, que necesita vivir y probar otros cuerpos y que se quiere ligar a Javier, el morenazo del jersey azul sentado a la derecha del jefe en la cena de empresa. “Imposible”, zanjó Esther. Pero no lo fue. Silvia y Javier no hablaron demasiado. Leyeron sus intenciones en sus respectivos ojos y dieron su consentimiento. Ella para que él le quitara las bragas de encaje en el hotel Paraninfo; él, para permitirle el ingreso en la extensa lista de sus conquistas de oficina. Al día siguiente volvieron a quedar. Y esta es la parte de la historia que su amiga Esther conocía. Una cita con el tío bueno. No volvió a decir que era imposible porque era cierto que habían quedado en un café del centro. A las 21 horas. “Tú tranquila. No hables muy deprisa. Muéstrate simpática y, por favor, no gesticules tanto con las manos cuando hables”, recordó mientras tiraba a la basura lo que quedaba de manzana.
Llegó nerviosa. Al fin y al cabo iba dispuesta a seducirle. Sabía que iba a resultar un poco complicado una vez consumado el acto durante una noche entera en una cama de hotel. Él ya sabía que ella usaba bragas de encaje y sujetadores con la apertura por delante. Había oído cómo era el sonido del gemido de Silvia al llegar al clímax y conocía su olor alimonado de la crema corporal. Ahora tenía que darse a conocer vestida. Era complicado postergar el polvo número dos con el hombre más guapo de la oficina. Lo intentó, sin embargo.
Cuando le tuvo delante pidió una cerveza con limón y propuso pedir algo para picar. Él estuvo de acuerdo. Hubo un silencio que pareció una eternidad cuando en realidad solo duró lo que Javier tardó en encender un cigarrillo y decir: “Estás muy guapa hoy”. “Gracias”, contestó ella complacida.
Empezó a contar la historia del cambiazo en la frutería. Vigiló sus manos que hacían giros en el aire en forma de manzana, de pera, de peso y de centro comercial. Las puso sobre el regazo y continuó hablando. Él la miraba atentamente desde el escote, muy generosos para la ocasión, hasta las cejas, perfectamente depiladas para la ocasión. Se rió, aunque poco. Ella empezó a ponerse nerviosa. Utilizar la historia de las manzanas y las peras no parecía buena idea. Decidió cambiar de tema y preguntarle si le gustaban los animales. Como contestó que sí, empezó a hablar del perro dálmata de su primo: Gustavo (el perro). “La mayoría son sordos, ¿sabes? Nacen con esa patología y la gente no los quiere porque creen que son idiotas”. Gustavo ya es muy mayor. Tiene cataratas y problemas de próstata. Es genial en su miseria. Cuando va paseando por la calle, levanta la pata en mitad de la acera, en medio de la nada y echa un chorrito. A veces se para en medio del paso de cebra creyendo que hay un árbol a su alcance. En más de una ocasión ha orinado en las piernas de algún transeúnte.
Él seguía mirando el escote. Sólo el escote. Y cuando ella preguntó si no le parecía tierna la historia del perro dálmata de su primo, contestó: “No me gustan los gatos, la verdad. Me dan alergia”. Cuando pagó la cuenta, ella se levantó para ir al baño. Aprovechó para llamar a Esther. “¿Qué tal?, preguntó ansiosa. Silvia dijo que muy bien. Al volver con Javier le invitó al hotel. “Vamos a echar un polvo, ¿no?”. “Claro”, dijo él esbozando una sonrisa triunfante. No la oyó cuando añadió: “Ojo con la próstata, Gustavo”.

lunes, septiembre 07, 2009

martes, agosto 25, 2009

Vacaciones

Ayer Enric Gonzalez me dijo que entrar en un blog y ver el mismo texto una y otra vez era frustrante. Yo conteste sin sofismos que estoy de vacaciones y que la inspiracion se diluye en el agua del mar y que solo pienso en disfrutar e ir mirando hacia arriba en ciudades desconocidas que no son mias, en probar los jugos de fruta y en colocar a Wallee en un buen encuadre para inmortalizarlo con mi camara de fotos. Intento desesperadamente, aqui donde estoy, quitarme el chicle de aire que se pega al cuerpo fruto del calor. Como mucha nectarina y observo a los autoctonos y a los turistas y a los perros que me encantan. Espero trenes que no llegan. Si llegan, pero no son los que me llevan a donde quiero ir. Entonces camino hacia la playa donde veo multitud de chinas ofreciendo masajes, lateros gritando beer, cerveza, frio, chicas con tetas prodigiosas y sesentonas con las tetas muy vividas pero sin complejos. Me hago un masaje de piernas, me tumbo boca arriba, boca abajo, leo un poco, me voy al agua, me quito la arena de la cara que me ha tirado un tio que corria hacia el balon porque no esta prohibido jugar a la pelota en la playa. Incomprensible. Ya de noche, cuando refresca, vuelvo a casa, cerca de donde vivieron las senoritas de Avignon, enciendo el ventilador, escribo en mi cuaderno de Oxford, friego los platos, me sirvo una coca cola con hielo y me siento en la terraza. Espero a mi amigo para ir a descubrir la noche. Y la noche consiste en avisar a la poli para que recojan a una pobre mujer que duerme en los portales de un palacio, magullada por los golpes del alcohol, gota a gota. Consiste en oler el salitre y el gasoil del puerto, en probar cerveza libanesa y un cocktail en un lugar mitico. Tambien consiste en conocer a un chico de Mali que vende objetos de metal y en comprarle algo a alguien porque en cuanto lo vi pense que le encantaria. Pense incluso en lo que le diria al darselo y le di las gracias en walof al de Mali, porque mi amiga me ha dicho como se agradece en ese idioma. Y cuando el cansancio asoma apareces en el mercado de la Boqueria, cuando todos los puestos estan cerrando para abastecerse de nuevo al amanecer de exquisitos manjares con sabor a plato de cinco tenedores (setas y pescado, en su mayoria). Y entonces deseas que acabe el dia. Por no correr el riesgo de que esa sensacion de que ha sido un dia perfecto se diluya con el agua del mar, como la inspiracion menguante.
(Volveremos con acentos y una marioneta)

lunes, agosto 10, 2009

Providencia sin cuchara

He metido en una bolsa del Eroski unas lonchas de jamón, caldo de pollo, un cartón de sangría, cuatro manzanas, pan bimbo, un botellín de agua, dos hamburguesas y un poco de queso en crema. He ido a identificarme en una tienda movistar para no perder mi número de teléfono ni mi azorada vida social y he comprado un cargador, olvidado el otro a 22 kilómetros de mi casa. He ido al chino del barrio a comprar papel higiénico y velas pequeñas. Y un paquete de chicle. He salido, me he acercado al mendigo que vive en la calle de la Paz. Estaba adormilado entre cartones y bolsas de plástica llenas de ropa, supongo, donada por algún vecino. Le he entregado la bolsa diciendo: Comida.
De ahí he seguido mi camino por la calle Arenal. He escuchado el estruendo al mismo tiempo que cientos de turistas se dejaban la paga extraordinaria en las terrazas impostoras del Madrid castizo. A dos metros, detrás mío, un casco de moto se había hecho añicos. He mirado hacia arriba, nada. Lo menos había caído desde el sexto piso del edificio remozado color ocre. El susto ha sido tremendo y mi móvil seguía descargado porque aún no había podido conectar mi cargador nuevo.
No sé si me he salvado de morir a causa de un casco de motorista. Qué paradoja, ese pequeño objeto suele salvar vidas... Tal vez solo me habría hecho una contusión en la cabeza o algo más grave que no se vería hasta pasado un tiempo...
El caso es que acabo de conectar el móvil y tenía muchos mensajes sin leer. Los he leído y me he sentado a escribir la anécdota del día. No sé muy bien si quería contar lo de mi acto altruista con el vecino sin tejado al darle la comida o que un casco lanzado sin piedad desde la ventana de un piso (cuestión de cuernos, supongo) a punto ha estado de darme en plena central de inteligencia capilar.
Lo primero no creo que sea. Olvidaba mencionar que también metí en la bolsa de víveres un yogur desnatado de fresa. No estaba caducado, no se equivoquen. Pero el mendigo de la calle de la Paz no tiene cuchara ni piano.

miércoles, julio 29, 2009

Septiembre noroeste

Es un misterio por qué aquel abejorro se posó en la hortensia azul añil que hay mi balcón, el único balcón ajardinado y colorido de la calle donde vivo, cerca del Círculo Tres Cuadrados. Es un misterio, digo, porque el césped, la buganvilla, las hortensias azul añil y los tulipanes amarillos están hechos de plástico, unos; de tela, otros. Es un misterio por qué un mp3 no te dice nada. La pila se gasta enseguida y el cable es tan corto que no te cabe en el bolso así que lo tienes que llevar en la mano si quieres ir escuchando a Beck en el metro en vez de los bostezos de borregos del gentío que aún no está en paro. Es un misterio, creo, porque la banda sonora de tu vida aparece sin necesidad de artilugios por el medio. Me has regalado una brújula. “Para que encuentres en el Norte”, has dicho. La llevo colgada al cuello. Pero no para ir en busca de ese punto cardinal, si no para no perder este rumbo encauzado sin necesidad de GPS. El norte queda al norte. Tú estás en el noroeste. Y el abejorro se posa cuando quiere en las flores de pega que pintan mi terraza. Las voy a regar mientras salgo en tu búsqueda. Septiembre noroeste.

martes, julio 21, 2009

Diario de vidas ajenas

He dejado que los zapatos rojos me guiasen hacia el parque. En cuanto te he visto he sabido que eras tú. Me has prometido una flor con cuerda de guitarra y púas adquiridas por E bay. Qué original. Más que aquel ramo de verdad, con flores que hacen la fotosíntesis, que es, supongo, como cuando nosotros los humanos hacemos el amor. Me has mordido en el brazo porque tú eres un poco caníbal y yo una chica muy mala. Has mencionado algo sobre las pompas de jabón que soplaba el joven de pelo largo, pero no te he entendido. Iba pensando e imaginando cómo será una flor inspirada en la guitarra. ¿Podré tocar los pétalos?
Has propuesto conocer tu tierra, donde hay buen vino y he dicho que vale, que vamos cuando quieras. Luego he silbado al perro boxer de una señora no muy mayor y entonces tú has cogido tu cámara y has disparado directo al corazón, donde la foto está velada. Nos hemos dado un beso largo y otro corto. O sea, dos besos. Aunque el primero valía por tres. Después me has hecho reír, qué ocurrente sisear a las turistas. Qué tontería.
Te han llamado, has contestado, has confirmado que sí, que mañana estará listo el informe. ¿Qué informe?, pregunto mientras miro el tacón desgastado de mi zapato rojo, el derecho, con el que piso más fuerte. Te has disculpado por tu temprana huida. Estás casado, supongo. No quieres pareja, puede ser. Te vas de puente, claro. Tienes que trabajar, obvio. Estás enfermo, ¿otra vez? No estás borracho, qué raro. Aún no acaba la entrevista, qué mal. Te gustan rubias, simple. Odias el tabaco, lo entiendo.
Pero qué importa si en realidad ya no me importas. He vuelto a casa descalza, para llegar antes, pero justo cuando te iba a meter en la lavadora junto a tus promesas, tus excusas, tu Nikon digital y tu flor aguitarrada, he visto que había otro tío en el tambor. Trapos sucios de mi compañera de piso, supongo. No sé, lo mismo te lavo a mano, aunque no creo que ni con esas consiga sacarte brillo. Ya no y qué importa.

Piso compartido

“Se me ocurrió cuando te vi con tu pijama del athletic escribiendo frases con los imanes magnéticos de la nevera.
El café se estaba haciendo mientras tú buscabas un verbo entre las piezas del puzle literario. Hoy me he vuelto a levantar con resaca. Ayer abusé del vicio y me metí en la cama con la ropa puesta. Incluidos los botines. Tremendo. Pero nada más oler el café y oír el serpenteo de los imanes que tanto te gustan, he abierto los ojos y he ido a la cocina para verte, estabas más deliciosa tú que las napolitanas con crema que calientas en el horno recién levantada. ¿O llevas ya algún tiempo despierta?, no lo sé. Parece que hoy has dormido sola. Lo digo por el pijama rojiblanco. Cuando viene Carlos no te atreves a ponértelo. Te he visto alguna vez cuando vas al cuarto de baño mientras él te espera en la cama. Sueles llevar un camisón muy sexi, verde manzana. Te prefiero en pijama, aunque no lo sepas. Es la verdad.
“Sois enormes aunque Dios”, murmuras. “No, Gloria, no tiene sentido”, te digo justo antes de encender el primer cigarrillo matutino. Te ofuscas, arrugas la nariz y vas en busca de otra palabra que le otorgue sentido al texto. Te vuelvo a mentir cuando me preguntas si he conocido a alguien. No importa demasiado porque puedo percibir en tu mirada cierta incredulidad. “¡Es imposible conocer a alguien!”, te repito con fingida molestia. Justifico así mi ausencia a todas las fiestas de cumpleaños de amigos comunes, solo tuyos o solo míos. Razón también esgrimida para explicar la falta de tíos en mi habitación. Sé que piensas que me basta con algún juguete erótico y algo de imaginación. Piensas bien, si no fuera porque te sigo mintiendo sin saber por qué.
Sonríes leyendo en voz alta lo que acabas de escribir en la puerta del frigorífico. “Yo lo veo desnudo grande”, te giras hacia mí y compruebas que te estoy mirando de reojo con mi mano depositada en la sien. Quieres saber quién era “el tipo aquel con gorro de lana que viste por la ventana el primer día que el polaco pegó a su mujer”. “¿Saliste con él ayer?”, me preguntas. “No. No es mi ligue navideño”, contesto. Seguro que imaginas que mi timidez me impide subírmelo a casa y hacérmelo con él en mi habitación, contigua a la tuya. Pero no es eso, Gloria. El tipo aquel se llama Johnny y en cuanto le llamo viene hasta el portal. Dice sin interés “¿qué tal estas pelirroja?”. “Ni bien ni mal”, contesto con desgana mientras le entrego lo que cuesta mi adicción. Se larga entonces por donde ha venido hasta que la bestia del tercero vuelve a zurrar a la polaca, momento que suele coincidir con que necesito otra dosis para viajar a otra dimensión alejada de este maldito patio de vecinos. Tú estás demasiado preocupada por el mal nacido del Este y ni te enteras.
Siempre he sido muy discreta y escondo muy bien las pruebas de que estoy perdida. Nunca he querido que creyeras que convivías con una yonki de Carabanchel. Rara sí, como te escuché decirle a tu madre una tarde de visita en la que no intuiste que dormía la mona en mi cuarto. Una tía que nunca sube gente a casa. Ni familiares, ni amantes, ni siquiera amigos. Solo un gato famélico que no encontró alimentos aquí arriba y huyó por la ventana.
No te he dicho toda la verdad. Con Jose nos lo montamos en el descansillo a altas horas de la madrugada. Cuando salía y te decía que iba al Centro para hablar con el supervisor, en realidad quedaba con el rubio aquí abajo. ¿No lo has visto, cómo ibas a hacerlo? Es un tío del montón. De frente ancha y nariz aguileña. Me trató bien. Nos despachamos en una hora. Entramos en el portal sin encender la luz, nos arrastramos hasta el fondo, donde está el cuarto de contadores e hicimos el amor arañando la pared. Al concluir, él se fue y yo subí a casa para repetirte con cara de circunstancia “que ya no quedan hombres que valgan la pena”. Tú zanjaste el tema que nos habías empezado poniendo un disco de Aaron Golberg. No dije nada más y jugamos al scrabble. Ganaste tú.
Aún hay más. Cuando tardo más de lo normal los días que toca rehabilitación, ni te imaginas lo que estoy haciendo. Estoy acostándome con algún otro hombre en el portal. Aparte del rubio, quiero decir. A plena luz del día, echamos un polvo rápido y si te he visto no me acuerdo. Así, sin agobios ni mayor lazo que el del preservativo. Subo a casa y me ducho. Con suerte te encuentro en la cocina, escribiendo la lista de la compra. “Se ha acabado el papel de plata”, exclamas cuando entreabro la puerta del baño para que se escape el vaho. Al vestirme añado a tu lista mostaza, fideos y galletas de chocolate. Tacho mi nombre en el recuadro de la semana anterior, cuando tocaba limpiar y bajar la basura.
Después salgo a la calle y al volver deposito el papel de plata sobre la encimera. Lo demás se me ha olvidado. No importa, lo urgente es el papel para que prepares tus postres en el horno. Has escrito “Mujer sensible hombre cosa”. Sonrío. Debajo del calendario de la ferretería has pegado “Tú necesitas verdadera tierra” y “Tenéis mano con ella”.
Pues sí, te sigo mintiendo. Observo tus manos de pianista mientras remueves el azucarillo en la taza y digo lo de siempre: “El mercado está fatal”. Tú te ríes formando un hoyuelo en la mejilla y contestas que no es para tanto, que tengo que esforzarme un poco más, que soy guapa, lista y simpática y que será porque no quiero. También tú sabes mentir. Soy rara, ¿te acuerdas?
Tengo una razón. Para mentirte, digo. Cuando subo a casa y te veo tumbada en el sofá, con tu piel nacarada y tu pijama del athletic, sé con certeza que no quiero conocer a ningún hombre. Quiero que seas tú quien se deslice bajo mis sábanas.
Me gustaría abrazarte cuando escuchamos el estruendo y el llanto del tercero. “¡Pobre polaca, otra vez, el cabrón ese. Me entran ganas de bajar y pegarle dos tiros!”, gritas acalorada. “Tranquila”, te digo intentando acercarme a ti más de lo normal. No me dejas, te mueves nerviosa del salón a la cocina, te metes en tu cuarto y llamas a Carlos. Cuando sales te precipitas sobre el teléfono y marcas el número de la policía. Yo llamo a Johnny. “Lo de siempre”, pido. Después voy a la tienda a comprar más imanes para el frigo.
Lo siento Gloria, ya sé que tienes lectura para rato pero quería decirte la verdad. El mes que viene dejo el piso para volver al Centro.
Porque Victoria querer a la Mujer Sensible. Sois enormes porque Dios"


(Relato finalista en el concurso Antonio Villalba de cartas de amor 2009)

Luca

¿Te acuerdas de mi?, pregunta con una risa perversa. Luca la reconoce, la voz. Retrocede hasta el final del callejón. Se esconde detrás de una caja de embalaje. Mira a la derecha y a la izquierda. Está acorralado. ¿Te acuerdas de mi?, insiste la voz. Luca ve cómo la sombra dobla la esquina de papel y siente su aliento enmohecido. “Siempre has sido muy escurridizo”, dice.“La última vez casi lo consigo desde el décimo piso”. Pero a Luca no le da tiempo de murmurar que sí, que claro que se acuerda de ella. Esta es la octava y se ha muerto de miedo.

Ana Karenina

Estoy viendo desde la ventana, junto al riachuelo, a una pareja joven que aún no ha parado de besarse. Llevan nueve minutos de reloj. Ella es muy guapa. Tiene el pelo corto, castaño y lleva una camiseta con una bala roja dibujada; Él tiene coleta y pantalones cortos.
No saben qué hacer con las manos así que las mueven en el aire, se acarician los brazos descubiertos, se toman la cara, se envuelven por el cuello, se separan unos milímetros, se ríen y se vuelven a besar. Nunca he visto tal demostración de amor en público.
Ahora tengo que firmar dos actas de divorcio, enviar la diligencia al registro, preparar el artículo sobre el régimen de bienes gananciales para La Ley, preparar cena para cinco y cortarme la melena envejecida. Puede que así Carlos me bese como lo hizo la noche de nuestra boda, hace treinta y tres años.

Cuarto piso

Entra en el tercer piso, un ático en un edificio antiguo en el centro de la capital, y saluda al silencio. Hola, dice y camina lentamente por el recibidor, adelanta la cabeza a los pies justo en la esquina de la pared pintada de enfermo de hepatitis A. Realiza ese sigiloso ritual para comprobar si hay alguien. Nadie. Como siempre. Nunca hay otra persona en su pequeño habitáculo. Asegura, claro, que al meter la llave en el cerrojo, las oye. Son unas voces susurrantes que hablan en un idioma no identificado. Sin embargo, ella sabe que están avisándose de la presencia de la intrusa. Ella, tratada como una extranjera en su propia casa. Sí. “Que viene, escondeos”, murmuran. “Hola”, repite ella alargando la o, interrogando con timidez, como si, en efecto, fuera una visitante nocturna allanando una propiedad. Enseguida distingue sus pertenencias, pequeños objetos que no pueden ser si no suyos. La taza rústica de República Dominicana, el peso de bronce del desierto de Arizona, el calendario de Miró. Se agacha para mirar si se han escondido debajo de la cama. No hay nada, unas pelusas de polvo y una caja con ropa vieja. En el baño, la cortina es transparente. Y no deja ver más que un par de botes de champú y gel. Imposible esconderse en el balcón donde solo cabe un gato. A lo sumo dos. Nos lo ve por ninguna parte pero está segura de que no está sola. El visillo de la ventana se mueve por el aliento de los otros. La respiración de quienes la observan. Toc, toc, toc. Llaman a la puerta. Quién es, pregunta sobresaltada. El del timbre es un sonido verdadero. Demuestra que detrás de la puerta hay alguien esperando que le abran. Gira la llave. Es Mateo, el vecino de abajo. “Qué cara de susto, exclama, ¿has visto a un fantasma?”, pregunta. “No”, contesta ella, posando un dedo sobre su boca. No los veo pero puedo oírlos. Escucha. Son varios”...Mateo se queda quieto en el descansillo y la mira como se mira a los locos, asintiendo con la mirada que sí, que los oye, pero que deben de ser inofensivos, habrán encontrado agradable la casa de la joven...Le pide un poco de sal y baja las escaleras. Adiós muchas gracias.
Mateo entra en su casa y le dice a su mujer: Ya estaba otra vez la loca de abajo con sus amigos los visitantes invisibles. Se ríe. Su esposa medita unos segundos y pregunta: ¿Tú que crees que le ocurre en realidad a esa pobre chica? “Nada mujer, serán los nuevos inquilinos del cuarto piso que meten ruido a todas horas”.
La mujer de Mateo se gira sobre sus talones y mira hacia abajo, después observa a su marido, que se ha sentado frente al televisor con una cerveza en la mano y el mando en la otra. “¿Cuarto piso?, piensa, pero si solo hay tres”. Después se va a dormir.

domingo, julio 19, 2009

Estaba a la vuelta de la esquina.


Dónde tendré la cabeza que no lo encontraba por ninguna parte. Lo buscaba debajo de la cama, en el altillo de la habitación, detrás y dentro de la televisión, arriba y abajo...pero no aparecía por ningún lado. Me acerqué a él cuando fuimos a pescar al mar de las Lofoten, en la isla de Stansund. “In the middle of nowhere”. Casi lo toco con mis dedos, pero se escabulló y volví a bajar el hemisferio señalando en el mapa algún punto indeterminado. ¿Dónde te habrás metido, maldito escurridizo ente abstracto? Y nos fuimos de nuevo al otro lado del Atlántico para descubrir que allí nos sería más difícil encontrarlo. Lo busqué en sus brazos. Creí haber dado con él, pero se escabulló raudo y veloz, como un cometa. Llegué a pensar que me lo habían robado, que en un descuido me lo habían quitado en el metro en hora punta. La brújula que me ha regalado S., además de ubicar al perdido, es un termómetro que mide el calor del corazón tanto tiempo extraviado. Como el norte recuperado a punto de derretir ese corazón congelado.

PAPEL HIGIÉNICO

En estos tiempos en los que tienes que pedir perdón al vecino por el simple hecho de tener un trabajo cuyo sueldo no llega a los cuatro dígitos por el otro simple hecho de que el vecino simple y llanamente no tiene empleo, yo, no duermo bien. Duermo pero a medias. Será el colchón. O la crisis o José María Aznar insultándonos a todos en Le Figaro al decir que "la historia a Bush le hará justicia". A mi me da pavor. Yo creo más bien, desde mi particular y cada vez más opaco punto de vista, que la justicia nunca hará histórico a Bush. A lo mejor Aznar tuvo un profesor de filosofía que comprendía a Kant (yo tuve un profe malo y ya sabemos que no hay nada peor que tratar de explicar algo que no se entiende). Aznar debió de tener suerte y eso del imperativo categórico lo entendió muy bien porque se lo supieron explicar con nitidez. Cuando le tocó el turno a Descartes, sin embargo, su profesor debió pedirse la baja y vino un sustituto que no entendía al pensador francés. En consecuencia, Aznar, aplicó su máxima al revés. Ya saben, él primero existe y si le queda tiempo, piensa. Y en esos ratitos de lucidez pues decide hablar con el journaliste de Le Figaro, un neoliberal con acento à la marsellaise, y suelta la proclama redentora a su gran amigo el tejano. El otro día iba yo en un bus extraurbano cuando un joven que venía con otros jóvenes preguntó, al pasar frente al hipódromo, ¿habrá mamporreros en el hipódromo?...Todavía me río al recordarlo. Aunque menos, porque ahora sigo sin saber si existen masturbadores de caballos en esos recintos de clase alta, pero de haberlos, seguro que se tienen que acoger a un expediente de regulación de empleo. Y es que no creo yo que haya crisis porque sí, porque los medios nos lo digan y nosotros se lo digamos a ellos. Hay crisis porque a la tele van personajes como VioleNta SAnTANder o Luis Roldán. (La primera me violenta demasiado). Cuando pego ojo, sueño que el profesor Jesús Neira se levanta y le pega una bofetada a la morena. Pero claro, eso es tomarse la justicia por su mano, y él decidió tendérsela cuando la pareja de esta loca la azotaba bajo el síndrome de abstinencia. Qué asco de gente. Violeta Santander tiene nombre de flor y de ciudad que no merece. Hay crisis por eso. Porque me sale la rima fácil del canal que retransmite estas entrevistas. Tele cinco. Y porque el señor de la Gran Vía que hace dos meses vendía muñequitos de felpa en plena calle, ahora vende latas de refrescos vacías. "De una coca cola, un cenicero, miren; una cajita", grita a los paseantes. Sigue en plena calle, pero junto a otros cinco más ex empleados del concesionario que se "reinventan" cada día para comer. Hay crisis, supongo, porque la cola para adquirir Lotería da dos vueltas y media al edificio donde la venden y porque el chico que me pidió diez céntimos para el metro me llamó zorra cuando le contesté que lo sentía, pero que no tenía (sí que tenía). Pero la verdadera evidencia de que hay crisis, más que todo lo enumerado anteriormente, es que tengo ya un par de amigos que me han confesado que se llevan el papel higiénico del trabajo, para ahorrar. A veces también aprovechan y se llevan los sobres de azúcar para el café o las servilletas, hasta los cubiertos de plástico del restaurante. Hay crisis porque todo lo voy asociando con el papel de baño. Y sobre todo porque todo lo escrito aquí arriba es totalmente cierto. (Lo pensado lo pienso de verdad y lo narrado, lo he visto de verdad). Todo menos lo del par de amigos. Y es que ya no son dos si no diez los que pretenden limpiarse la crisis gratis.

martes, julio 14, 2009

De cómo pasa la vida para unos y para otros.

Llevo cinco minutos sentada frente a la pantalla del ordenador. La hoja blanca ha permanecido así, como antes que ahora mismo), blanca. Y es que estoy, (porque ya han pasado seis minutos), vacía de ideas, sin ninguna palabra lista para unirse a otras y formar algo inteligible para dar de comer al blog. Este diario maltratado al que pego y borro letras a mi antojo.
Llevo una semana carente de ideas. Sequía creativa. Falta de inspiración. Tristeza o euforia absoluta, dos estados antagónicos que a mi, personalmente, me impiden escribir. Hace unos días que ando pasota. Pasota de la vida que pasa. Ya veis. Que si te quedas sin trabajo, bueno, no tienes cargas familiares. Que si tu cama se queda vacía, bueno, los hay que solo tienen un cartón en el suelo. Que si te duele la muela, bueno, los hay sin dentadura. Que si no eres capaz de ingerir alimentos debido a la apatía, bueno, a algunos se la meten por vena y los matan. El bebé de Dalilah ya no podrá hacer nada más. La enfermera que le suministró la comida, tampoco. No puedo imaginar el inmenso dolor, terrorífico más bien, que debe sentir esa chica que no ha pasado de los 25 años. No es un dolor por la pérdida de un ser querido (ese lo siente la familia de la víctima). Es un dolor por estar viva. Estoy segura de que esa chica no pasa de la vida. La vida se le ha pasado.

lunes, julio 13, 2009

Guau.


"Búscate otro perro que te ladre, princesa". Bueno, pues ya lo hemos encontrado. No nos ladra, ni nos regala cuadernos, pero nos llama princesa.
En la foto: mi futuro perro. Si es perro, se llamará Borat. Si es muy perra: Lola.