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Mientras apretaba los oídos, el mundo parecía ser otro, el suyo... ese en el que se había proclamado reina y desde el cual lo único que hacía era escuchar de los demás lo que le daba la gana. Que venía su compañero a decir tacos, pues se los tapaba intermitentemente; "Manu eres id ¿qué ces con lota?"... era divertido. Si su madre la regañaba desde otra de las habitaciones de la casa, los tapaba por un buen rato para justo llegar al "¿Me has oído?" y contestarla que sí. Con su madre era fácil, muy fácil siempre sus riñas parecían tener la misma duración, siempre era lo mismo, ahora bien, el experimento sólo lo podía hacer cuando ella no estaba delante, no quería arriesgarse a recibir un sonoro bofetón. El día que su padre la pilló haciéndolo, le dijo que no era normal, que porqué tenía que ser tan estúpida, que las cosas no se arreglaban así. Manuela de sobra lo sabía, sabía que no arreglaría el mundo por no escuchar la parte de los telediarios más fea, sabía que aunque se tapara los oídos para no oír las palabrotas, su compañero jamás dejaría de soltarlas... y sabía que aunque tapara los oídos para no oír a su madre llorar, ella la seguiría oyendo, sí lo sabía... pero hacerlo le hacía escapar de tantas cosas... Desde entonces Manuela ha pasado a ser idiota en todos los sitios, no sólo en casa con su padre, también en la calle, en el colegio... pero a ella no le importa y es que ahora además de taparse los oídos y proclamarse reina de su mundo, también cierra los ojos... es lo que suele hacer cuando quiere concentrarse en algo, seguramente cuando encuentre la forma de arreglar las cosas, todo cambiará.