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El disco abre con el temazo homónimo compuesto a cuatro manos por Rod y su compinche Ron Wood. Cancionaca que te crío que puede cogerte algo desprevenido, muy stoniana y con la voz rasposa y sexi de Stewart dominado el cotarro, pura magia, además tiene ese final con un crescendo orgásmico que particularmente me atrapa y me deja a merced del cantante para los restos. Luego llega una versión de Ted Anderson, ojo!, que hay muchas versiones en el disco, ésta concretamente es una maravilla con esos coros cojonudos de Maggie y Madeline Bell que te mecen y te miman aunque luego con el rock'n'roll de “It's all right” a uno se le van los pies y eso que odio bailar, qué bien está aquí Rod, joder, y qué bueno era Elvis, leñe!. Si antes a Stewart le da por el rockabilly ahora le toca al folk de Dylan, la verdad es que la versión de “Tomorrow is such a long time” es realmente impresionante. Stewart es un gran rockstar, uno de los grandes cantantes de rock o de lo que le salga del badajo, ya puede cantar folk, rock, blues, jazz y joder, hasta disco. Es lo puto crack. A todas estas llega una de las grandes razones para comprar el disco, llega una masterpiece de bajarse las bragas y dejarse hacer, llega “Maggie May” que es como decir que el mismo día te toque el euromillón, se caiga el Camp Nou con todo los culés dentro y hacerse un poker sexual con la Jolie, la Bellucci, la Weisz y la Johansson. Vamos, un sueño. “Maggie May” es cojonuda de cabo a rabo, es la voz, la letra, la música, la mandolina, coño sí, qué buena la mandolina. Por cierto que “Mandolin wind” no se queda corta, y no hablemos de la espléndida versión de los Temptations “I'm losing you”, menuda cancionaca. La cosa finaliza a lo grande con “Reason to believe”, otra versión, esta vez del cantautor Tim Hardin, cantada con maestría y bien secundado por Ian Mclagan al órgano, Dick Powell al violín, Peter Sears al piano y como no Ron Wood a la guitarra. “Every Picture Tells a story” además de un buen reflejo de lo que llegó a ser Rod Stewart y no en lo que se convirtió, es un discazo de tomo y lomo, un auténtico clásico, un clásico nikochiano.
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