No existe un paraíso sin un árbol prohibido
sin una vigilancia estricta de los placeres,
sin la amenaza de la expulsión.
Manuel Vincent
Precisarás la verticalidad
del gran árbol erguido como un mástil
o pararrayos que atraiga tormentas
hasta tu soledad.
Pesa tanto en el cuerpo el silencio y la ascesis
que se abaten los miembros y la consciencia quiere
donarse al universo
en cuanto cualquier boca se pronuncie.
Te falta el paraíso y ese árbol
por entre el que se esconden la manzana
y el gusano
te hace elevar los ojos a su copa
hasta que venga la noche a convocarte
para libar acíbar.
Hoy no tienes estrellas. Huyó todo
con el cerezo plantado sobre el vientre
abierto en diez mil bocas coloradas
¿Es hoy la negación del paraíso?
*Helena Villar Janeiro