Me gustan los animales, casi todos, y, para convivir, los perros. Desde pequeña tuve contacto con canes que, aunque ajenos, eran cercanos, y mi familia me enseñó a amar y respetar a los animales. He tenido hamsters, canarios, gusanos de seda, peces. Más tarde me regalaron un perro, un Scottish terrier, negro, con una "corbata" blanca y expresivos ojos azul zafiro, simpático, cariñoso y faldero, obediente, leal. Le puse por nombre Píper y murió el año pasado, a los 13 años.
No sólo lo tuve, viví con él, disfruté con y de él, lo quise y lo quiero. Píper siempre estaba junto a mí cuando me notaba triste, se me acercaba para consolarme si lloraba, no se apartaba de la cama si estaba enferma, me seguía siempre, lo hizo incluso tras una operación a la que sometió y en la cual le amputaron el dedo pulgar de la mano, ¡cojo como estaba!, mostraba euforia cuando me veía aparecer. Era, además, genial, con sus carreras y derrapes por el pasillo al oir la palabra mágica "calle"; con sus rotaciones cuando le dabas manzana, o patatas fritas...
Y es que resulta increíble la sensibilidad, el cariño, el agradecimiento que muestran los perros hacia los dueños y hacia quienes les tratan amablemente. Si alguno de los que leáis este post tenéis, o habéis tenido un perro, me entenderéis a la perfección. Hay gente que considera que "sólo son perros", pero no; en mi caso al menos, Píper era mucho más que eso, era más importante y lo quería más que a ciertas personas: siempre fue leal, nunca me hizo daño ni actuó interesadamente.
Por eso no puedo entender que haya seres con forma humana, a los que se llama personas, capaces de abandonarlos. Desde hace tiempo se emiten reportajes en los que se muestran los centros de acogida, atestados; piden adoptantes, están incluso aplicando la eutanasia a algunos porque no dan abasto. Todas las razas, tamaños, colores; perros que han sido, en algunos casos, maltratados, apaleados, utilizados para peleas con el único fin de recaudar importantes sumas de dinero. Es aberrante, denigrante para la raza humana. Primero siento una profunda tristeza, después un fuerte estremecimiento y, por último, una pecaminosa ira.
Se están enviando muchos a Alemania, en adopción. No nos vendría nada mal copiar de los sajones su actitud con las mascotas, con los animales. Debería establecerse un sistema de identificación, una especie de chip colocado en el perro -inocuo y no retirable-, de modo que, si fuera abandonado, se pudiera localizar al propietario; asimismo, imponer fuertes sanciones pecuniarias, e incluso, penas consistentes en prestación de servicios. Seguro que, a la hora de regalar un perro, se lo pensaría más de uno, e igualmente, a la hora de abandonarlo.
Esta reflexión está motivada no sólo por esos reportajes, también porque se acerca la Navidad; con ella los Reyes, los regalos, entre los cuales se encuentran las mascotas, después llega el verano y la mascota estorba para las vacaciones. Mi padre un día dijo una frase genial, viendo a Píper: hasta para ser perro, hay que tener suerte. Y tenía toda la razón. Sólo espero que esta Navidad no haya perros afortunados que, en meses o años, aparezcan en otro reportaje sobre abandono.