Hace ocho años me animé a dar el paso de tener mi propia casica, con muchas ganas de disfrutarla y con la ilusión de que un día se convirtiera en mi hogar, un dulce hogar.
Por entonces, el valor de la vivienda estaba en pleno ascenso y parecía que, o era en ese momento, o nunca. Buscaba y buscaba pero los precios se salían de mi presupuesto. Tenía varios requisitos, pero el principal y no negociable, era que al menos tuviera tres habitaciones. Esto encarecía muchísimo, pero yo tenía claro que fuera de tres habitaciones, un día las necesitaría cuando tuviera niños. Al final la encontré. Cuando la vi, me encantó y sabía que tenía muchas posibilidades para que un día la disfrutara mi familia.
Se trataba de una casa adosada de dos plantas, con su porche, solarium, piscina comunitaria y situada en una urbanización donde yo era entonces el único español. Además se encontraba a escasos metros de un colegio y del área deportiva del pueblo.
Poco a poco pasé de dormir en el suelo a tener mi dormitorio. Y de ver la tele situada encima de una caja desde una mecedora a ver una supertele desde un sofá todo tirado. Poco a poco la casa iba tomando forma, pero nunca llegaba a tener vida.
Aunque tenía pareja, no teníamos un mismo proyecto de vida y nunca pude compartir con él esa ilusión de ir dándole vida poco a poco, dándole forma y de poder disfrutarla, si no todo lo contrario. Hubo momentos que me hizo odiarla, de hacerme sentir mal por haberla comprado. A él no le gustaba y para mi que me costaba un enorme sacrificio pagar cada mes se me hizo una losa demasiada pesada para mi espaldas. Pero a mi me gustaba.
Un invierno tuve que alternar mi trabajo profesional de día con el de poner copas de noche. La hipoteca estaba demasiado alta e incluso tuve que alquilarla una buena temporada. Pero ese bache pasó y volví a recuperar una cierta liquidez que me permitió volver a disfrutrar de muchos viajes e incluso de ir vistiendo poquito a poquito esa casa, aun muy triste y fría.
Por fin ocho años después siento que finalmente si será ese hogar soñado. Siento que va a ocurrir como en esos cuentos donde hay una casa encantada en la penumbra y que de repente cobra color y se llena de vida. Es como siento que va a ocurrir desde que en septiembre me ponga manos a la obra.
Pintaré paredes, organizaré armarios y por fin daré entrada a todo lo referente a los bebés. Dejaré casi todo listo y el último toque se lo dará mi amigo David con la decoración de las habitaciones de los peques, mientras esté yo recogiendo a los babys en Delhi.
Será cuando entre por primera vez con mis chamaquicos cuando por fin se llene de vida, con muchas ganas de vivir muchos cumpleaños y por fin poder poner ese pedazo de árbol de Navidad que siempre había soñado y que en ocho años nunca puse. Será genial preparar la noche de reyes, viendo como se acuestan nerviosos e ilusionados y verlos correr hacia el árbol aun con los ojos pegados. Serán tantos momentos que viviremos que la casa olvidará tantos momentos de soledad e incluso olvidará su peor recuerdo del que tuvo que ser testigo aquel vergonzoso verano.
Ya cuando me haya recuperado económicamente haré una obra para cuando crezcan dejarles a ellos las habitaciones de arriba y yo quedarme en una habitación ampliada abajo, mucho mas grande al coger parte de la cocina y del patio y donde integraría cuarto de baño y despacho, para lo cual pasaría a tener una cocina con barra americana integrada en el salón. Así mis hijos dispondrían de una habitación cada uno arriba, donde no les molestaría y tendrían su pequeño rincón donde poner música, jugar y estar con los amigos.
Será un casa modesta, pero acogedora para todos. Y será nuestro hogar, nuestro dulce hogar. Que poquito falta!!!!
Por entonces, el valor de la vivienda estaba en pleno ascenso y parecía que, o era en ese momento, o nunca. Buscaba y buscaba pero los precios se salían de mi presupuesto. Tenía varios requisitos, pero el principal y no negociable, era que al menos tuviera tres habitaciones. Esto encarecía muchísimo, pero yo tenía claro que fuera de tres habitaciones, un día las necesitaría cuando tuviera niños. Al final la encontré. Cuando la vi, me encantó y sabía que tenía muchas posibilidades para que un día la disfrutara mi familia.
Se trataba de una casa adosada de dos plantas, con su porche, solarium, piscina comunitaria y situada en una urbanización donde yo era entonces el único español. Además se encontraba a escasos metros de un colegio y del área deportiva del pueblo.
Poco a poco pasé de dormir en el suelo a tener mi dormitorio. Y de ver la tele situada encima de una caja desde una mecedora a ver una supertele desde un sofá todo tirado. Poco a poco la casa iba tomando forma, pero nunca llegaba a tener vida.
Aunque tenía pareja, no teníamos un mismo proyecto de vida y nunca pude compartir con él esa ilusión de ir dándole vida poco a poco, dándole forma y de poder disfrutarla, si no todo lo contrario. Hubo momentos que me hizo odiarla, de hacerme sentir mal por haberla comprado. A él no le gustaba y para mi que me costaba un enorme sacrificio pagar cada mes se me hizo una losa demasiada pesada para mi espaldas. Pero a mi me gustaba.
Un invierno tuve que alternar mi trabajo profesional de día con el de poner copas de noche. La hipoteca estaba demasiado alta e incluso tuve que alquilarla una buena temporada. Pero ese bache pasó y volví a recuperar una cierta liquidez que me permitió volver a disfrutrar de muchos viajes e incluso de ir vistiendo poquito a poquito esa casa, aun muy triste y fría.
Por fin ocho años después siento que finalmente si será ese hogar soñado. Siento que va a ocurrir como en esos cuentos donde hay una casa encantada en la penumbra y que de repente cobra color y se llena de vida. Es como siento que va a ocurrir desde que en septiembre me ponga manos a la obra.
Pintaré paredes, organizaré armarios y por fin daré entrada a todo lo referente a los bebés. Dejaré casi todo listo y el último toque se lo dará mi amigo David con la decoración de las habitaciones de los peques, mientras esté yo recogiendo a los babys en Delhi.
Será cuando entre por primera vez con mis chamaquicos cuando por fin se llene de vida, con muchas ganas de vivir muchos cumpleaños y por fin poder poner ese pedazo de árbol de Navidad que siempre había soñado y que en ocho años nunca puse. Será genial preparar la noche de reyes, viendo como se acuestan nerviosos e ilusionados y verlos correr hacia el árbol aun con los ojos pegados. Serán tantos momentos que viviremos que la casa olvidará tantos momentos de soledad e incluso olvidará su peor recuerdo del que tuvo que ser testigo aquel vergonzoso verano.
Ya cuando me haya recuperado económicamente haré una obra para cuando crezcan dejarles a ellos las habitaciones de arriba y yo quedarme en una habitación ampliada abajo, mucho mas grande al coger parte de la cocina y del patio y donde integraría cuarto de baño y despacho, para lo cual pasaría a tener una cocina con barra americana integrada en el salón. Así mis hijos dispondrían de una habitación cada uno arriba, donde no les molestaría y tendrían su pequeño rincón donde poner música, jugar y estar con los amigos.
Será un casa modesta, pero acogedora para todos. Y será nuestro hogar, nuestro dulce hogar. Que poquito falta!!!!