Mostrando entradas con la etiqueta madrid. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta madrid. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de agosto de 2009

MADRID

MADRID.- La Gran Vía fue concebida, diseñada y concretada con la función de unir el este y el oeste de Madrid. Nacida hace 91 años, la más célebre rama de la calle Alcalá concentra en sus tres recargados tramos la mejor síntesis para aprender y aprehender los vaivenes del espíritu de la capital española.
No existe una única manera de disfrutar de sus 1300 metros. Pero lo más recomendable quizá sea iniciar el recorrido al pie del edificio Metrópolis, antesala arquitectónica y geográfica de esta arteria, que es calle para los madrileños y avenida para los planos.
Su cúpula es la más retratada en las postales de Madrid. Y desde la base de esta construcción de estilo parisiense se tiene una buena vista de todo el primer tramo de la avenida, que culmina en la denominada Red de San Luis (conjunción de las calles Montera, Fuencarral y Hortaleza).
En la mayoría de las construcciones imperan la piedra y el metal. La altura de los edificios, inusual para la línea generalmente baja de la arquitectura madrileña, otorga un aspecto imponente y también algo asfixiante desde las fachadas neobarrocas y neorrenacentistas entremezcladas con el clásico estilo francés.
Levantar la mirada hacia las torres, cúpulas y los balcones a ambos lados de la Gran Vía es un ejercicio que por sí solo justifica el paseo. Aun con el riesgo de marearse ante el desfase entre la estrechez de la calle y la estatura de los edificios, más todavía cuando se intenta encuadrar la foto con una cámara pocket sin lente gran angular.
No obstante, el interés que despierta este tramo inaugural excede su fotogenia. Terminada en 1918, tras ocho años de discutidas obras que en su momento implicaron el cierre de varias calles tradicionales y la demolición de decenas de viviendas, esta sección fue pensada para emular las calles comerciales más lujosas de París.
Por eso, sus edificios fueron diseñados con una planta baja destinada a la instalación de suntuosos locales y elegantes oficinas, mientras que los pisos superiores habían sido pensados tanto para uso comercial como para viviendas.
Sin embargo, la inicialmente llamada avenida de Conde de Peñalver, en homenaje al entonces alcalde madrileño, sólo tuvo este perfil en los años siguientes a la inauguración. Las casas de ropa y bienes de lujo gradualmente se reinstalaron en la coquetísima calle Serrano y les cedieron su lugar a oficinas públicas y comercios más convencionales.
De todos modos, la mudanza fue compensada con la apertura de bares, restaurantes y hosterías que transformaron la Gran Vía, también en forma paulatina, en un auténtico polo turístico.
Este proceso de popularización comenzó a cobrar fuerza en la década del 60, en coincidencia con la llamada apertura del régimen de Francisco Franco al intercambio cultural y comercial con los países capitalistas de Occidente.
En aquellos cambiantes años, algunos de los locales del primer tramo se transformaron en casinos, lo que cambiaría la fisonomía y extendería la vida nocturna de sus cuadras.
Más allá de que las salas de juego fueron cerradas y la actividad se mudó a las afueras de Madrid, hoy el resabio de aquellas noches de excesos marca el límite humano del primer tramo de la avenida. Sobre la calle Montera, en la Red de San Luis que da comienzo al segundo tramo, un casi permanente y siempre visible grupo de prostitutas integra la típica postal de la zona, curiosamente a pocos metros de los policías que ayudan a ordenar el caótico tránsito de ese nodo.
Una buena segunda parte
La segunda parte de la avenida, que tiene como referencia más estable de su nacimiento la estación de metro Gran Vía, fue inicialmente diseñada como un bulevar. Pero poco antes de comenzar su construcción, en 1921, se optó simplemente por continuar el trazado del primer tramo para agilizar el tránsito. Hoy, a los ojos de cualquier visitante, aquella decisión resulta acertada, visionaria: de otra manera, los 50.000 automóviles y las 185 líneas de colectivos que congestionan la avenida durante el día no hubiesen podido aliviar el caudal de pasajeros que desborda en las horas pico el eficiente servicio de subterráneos al que se puede llegar a la avenida en cinco estaciones: Banco de España, Gran Vía, Callao, Santo Domingo y Plaza de España.
La segunda sección, que llevó originalmente el nombre del ex presidente de la Primera República de España, Francisco Pi y Margall, fue inaugurada en 1927 con objeto de complementar el primer tramo con un paseo que, además de satisfacer las necesidades recreativas de los habitantes, pudiera también albergar comercios de ramos generales y lugares para el diario esparcimiento. Esta meta se alcanzaría en los primeros años, al abrir sus puertas tres grandes almacenes, entre ellos El Corte Inglés, hoy todo un símbolo en la vida cotidiana de los españoles.
Con el paso de los años, la razón de existir de este tramo poco a poco se fue alineando con la evolución de la primera sección. Allí se abrieron frecuentados cafés y bares que le dieron intensidad a la vida social de la avenida, y los que perduran aún saben mezclar en la calle el bullicio de sus mesas con la paciencia de los lustrabotas mexicanos que se han ganado su lugar en las veredas.
Desde el punto de vista de la arquitectura, si bien se destacan varias construcciones, como la emblemática librería de La Casa del Libro, inaugurada en 1923, sin duda la más sobresaliente es la del Edificio Telefónica, sobre Gran Vía 28. En el momento de su apertura, en 1929, era la torre más alta de Madrid, y hoy aún conserva el título que jamás perderá: el de haberse transformado, con sus 89,30 metros, en el primer rascacielos construido en Europa. Esta verdadera mole de estilo barroco madrileño albergará próximamente el Museo de las Telecomunicaciones de España, que promete ser uno de los más completos de su género en el mundo.
La tercera sección, un show
Si el ocio es lo que une los tramos primero y segundo de la Gran Vía, sin duda es la oferta cultural y artística la que fusiona al segundo con el tercero.
A pesar de que las salas fueron cerrando en los últimos años -el escandaloso proyecto de reconversión del Cine Avenida en un centro de venta de ropa de bajo costo ha sido eje de encendidos debates-, la avenida conserva el espíritu y el sentido del espectáculo.
Presidido por el edificio Carrión, probablemente el gran icono de la Gran Vía toda con su no menos mítico cartel de publicidad de gaseosas, el tercer tramo contiene entre Callao y Plaza España la mayor cantidad de teatros de la zona, entre ellos el Compac, el Lope de Vega y el que lleva el nombre de la avenida. Por esta profusión de escenarios y glamour, esta zona llegó a ser conocida con el exagerado mote de Broadway madrileño , aunque en verdad recuerde más a la Corrientes porteña. De hecho, las reminiscencias no se agotan en el porte y el estilo: en esas salas actuaron numerosos artistas argentinos y, en la actualidad, se destaca el joven bonaerense Juan Pablo Di Pace, que en el teatro Gran Vía encabeza, hasta finales de este mes, el elenco del musical Fiebre del sábado por la noche.
Por Adrián Sack Para LA NACION 09-08-09