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jueves, 11 de diciembre de 2008

SOMOS UNA TRIBU?



"Estamos en la era de los nómades y las tribus", dice Maffesoli
El sociólogo francés analiza la modernidad
PARIS.– Para muchos, el sociólogo francés Michel Maffesoli ha ido más lejos que Nietzsche y que Fukuyama. Para él, no es Dios el que ha muerto, ni la Historia: ha muerto nada menos que la era que dio origen a ambas ideas.
Este reconocido intelectual de 61 años, que pasó la mayor parte de su vida estudiando las corrientes subterráneas e invisibles de la sociedad, vaticina el advenimiento de un nuevo grupo, el de las tribus –término al que dio nuevo significado en 1988– y el hombre nómade.
La tribu como nueva categoría sociológica se extendió rápidamente en los medios académicos y se incorporó al lenguaje cotidiano como palabra de moda. Hijo de un minero italiano muerto de silicosis, a los 37 años Maffesoli heredó la cátedra de Emile Durkheim en la Universidad de La Sorbona. Fundador del Centro de Estudios de lo Actual y lo Cotidiano, reivindica su pertenencia a la corriente posmodernista de Lyotard, Benjamin y Adorno...
...El profesor Maffesoli recibió a LA NACION en su departamento del Barrio Latino de París.

–¿No cree que una sociedad que vive sólo del presente, indiferente al juicio del porvenir, prefigura las peores catástrofes?
En dos ocasiones, en los últimos cien años, Occidente gestó ideas similares que engendraron dos modelos totalitarios: el nazismo y el comunismo.
-No lo creo. Pero la función de un pensador no es la de hacer moralismo: es la de constatar. -

Desde hace años usted anuncia el fin de la era moderna. Esto incluye el fin de los valores judeocristianos, el fin de lo político y la emergencia de un concepto absolutamente original en sociología: el de tribu.¿Por qué es el fin de una época?
-Yo no digo exactamente "el fin". La palabra sobre la cual yo insisto es "saturación". En química, hay saturación cuando las moléculas que componen un cuerpo se separan. Sin embargo, al mismo tiempo, con esas moléculas se produce la composición de otro cuerpo. En nuestro caso, se trata de la saturación de los grandes valores que compusieron el modernismo -fe en el futuro, en el progreso, predominio de la razón-, de esos valores que marcaron los siglos XVII, XVIII, XIX, hasta los años 50 o 60 del XX.
Ese fue un gran ciclo, bien elaborado, que dio como resultado la sociedad moderna. El corazón geográfico de ese proceso fue Europa. Luego el modernismo "contaminó" al resto del mundo. Ahora hay saturación. Simplemente, porque en un momento determinado se produce una fatiga, un hartazgo, el desgaste de un modelo, de un paradigma. Y en el momento de esa fatiga observamos una recomposición.

-¿Cuáles son las características de esta etapa que usted califica de "posmodernismo"?
-En vez de la fe en el futuro y en el progreso, estamos frente a la acentuación del presente. Es interesante ver cómo las jóvenes generaciones ponen el acento en el presente, la importancia que tiene para ellos la idea ecológica, contra el mito del progreso. Esta sensibilidad ecológica es alternativa al mito del progreso.
En cuanto al gran predominio de la razón, idea en la cual se basaron todas las sociedades modernas, vemos el retorno del afecto, del sentimiento.
Yo me sorprendo al ver cómo todo es ocasión propicia para la manifestación de esa afectividad, de la emoción.
Como científico social, constato que todos aquellos elementos sobre los cuales se fundó la sociedad moderna están dejando lugar a otra cosa.

-También estaríamos frente al retorno de lo festivo, gran característica del posmodernismo. Usted parece considerar que las manifestaciones multitudinarias de los altermundialistas o de los gays son sólo un pretexto para reunirse y estar juntos.
-Algo así.

-¿No hay contenido político en todo eso?
-En vez de contenido hay continente. Yo juego con las palabras. Digo: lo político es contenido; lo que es importante en nuestra época es estar juntos por el simple hecho de estar juntos.

¿Por qué?
-El porqué no lo conozco. Yo me intereso solamente en el cómo, en el "de qué manera". La única respuesta que puedo dar al respecto es la saturación.

-En todo caso, usted no es el único que cree en este funcionamiento, basado en la usura de los modelos sociales.
-Así es. Grandes historiadores y pensadores, en muchas disciplinas, lo hicieron antes que yo: el filósofo francés Michel Foucault y el físico estadounidense Thomas Kuhn, por ejemplo.
El primero habla de "episteme" para explicar que, durante siglos, el hombre ha tenido una forma de representarse el mundo y una forma de organizarlo en función de esa representación. Foucault dice que el "episteme" grecorromano fue la mitología.
En función de la mitología se produjo la organización de las sociedades grecolatinas. Después hubo saturación de la mitología.
En la Edad Media apareció la teología, que fue la representación que la sociedad medieval hacía de sí misma y, al mismo tiempo, la organización de esa sociedad: las abadías, los monasterios, las diócesis, las corporaciones.
Después de la saturación de ese modelo se produjo el "episteme" de la modernidad. Este fue un nuevo ciclo marcado por el progreso, el futuro, la razón.
Yo no hago más que continuar. Muestro que estamos frente a un nuevo ciclo, el del "episteme" posmoderno. Thomas Kuhn dice exactamente lo mismo refiriéndose a la evolución científica, pero utiliza el término "paradigma", que puede ser traducido como "modelo", pero que es más que un modelo.
Es una matriz: allí donde nacerá algo. Kuhn muestra que hay sucesivos paradigmas. Para mí es lo mismo: digo que hay que aceptar que las cosas no son eternas. Que todo pasa, que todo desaparece.

-Usted dice que la emergencia de la tribu anuncia la muerte del modernismo. Sin embargo, la tribu siempre existió.
-Sí y no. Es verdad que, como categoría antropológica, la tribu siempre existió. Pero en la historia de la humanidad ha tenido mayor o menor importancia. Cuando yo acuñé el concepto de tribu, lo hice para señalar una gran diferencia con el siglo XIX, culminación del modernismo: ése fue, justamente, el momento de la superación de la tribu. En esa época se crearon los conceptos de "contrato social", de "cuerpo social".
La palabra misma, "social", fue creada en el siglo XVIII. Lo social es algo profundamente racional. El contrato es el súmmum de esa racionalidad. Durante toda esa época, lo que prevaleció fueron las instituciones sociales: la escuela, la familia.
El objetivo de las instituciones era macroscópico, absolutamente racional, organizado.
En esa época existían, naturalmente, las tribus. Pero eran muy marginales, como vestigios del pasado.
Ahora asistimos a un retorno de esas tribus. Estamos frente a una organización de la sociedad en tribus. Lo que antes era marginal se ha vuelto central.

-¿El antiguo contrato social ha sido reemplazado por la idea de pertenencia a un grupo, a una tribu?
-Sí. Puede tratarse de tribus sexuales. Hay una multiplicidad de tribus sexuales que se muestran y se afirman: bisexuales, homosexuales, heterosexuales, etc. Pero también puede tratarse de tribus musicales (tecno, góticos, metal), artísticas, deportivas, culturales, religiosas. El desarrollo actual de las sectas es, desde ese punto de vista, muy significativo. Se trata, en realidad, de un proceso transversal.
Allí donde el hombre moderno había instalado un cuerpo social absolutamente homogéneo -la República, única e indivisible-, nos encontramos hoy con una especie de fragmentación, de patchwork, con una constelación de grupos.

-En ese proceso posmodernista, una de las principales víctimas parece ser la clase política. Para usted, ese sector vive completamente desconectado de la realidad y es incapaz de entenderla. ¿Esto explicaría el desapego de los jóvenes por la política, las elecciones y hasta por la democracia?
-Quiero aclarar que yo nunca anuncié el fin de la política. Lo que durante dos siglos llamamos "lo político" está adquiriendo una nueva imagen. Cuando fue acuñada, la palabra "política" quería decir "cómo vivir con los demás en la polis (ciudad), cómo convivir". Con el tiempo, esa definición se ha vuelto una especie de antifrase: "política" terminó designando exactamente lo contrario. Actualmente, lo político ya no designa a la administración de la polis, sino que designa algo tan abstracto que ha dejado de tener sentido para el hombre común. Por eso hay un descreimiento en la política, en los políticos.
Este proceso también se inscribe en el marco de la saturación. La práctica política cumplió sus objetivos y terminó por envejecer.

-¿Qué hacer, entonces? Porque la sociedad sigue necesitando convivir y ser administrada.
-Es necesario hallar otras formas de hacer política. Yo hablo de la necesidad de una "práctica doméstica" del hombre político. Doméstico quiere decir "de la casa". Hay que ocuparse de la casa. En ese contexto, la ecología adquiere todo su valor.
En griego, doméstico se dice oikos, que es "ecología". En la actualidad, el descreimiento en la política tradicional, lejana, es proporcional al interés que despierta lo que yo llamo localismo: ocuparse del barrio, de la calle en la que se vive, en la organización de la vida local.
De allí el vertiginoso desarrollo de las asociaciones locales, de proximidad, que serán un actor fundamental de este proceso.

-Son muchos, en la actualidad, los políticos que reivindican esa política de proximidad.
-En la mayoría de los casos se trata de intentos de recuperarse. No creo que la clase política actual esté en condiciones de acompañar este proceso.

-Esas organizaciones, como las tribus, defienden los intereses más diversos y contradictorios. ¿Cómo administrar una sociedad de ese modo?
-Ese es exactamente el gran problema de la transición entre el modernismo y el posmodernismo. Yo hablo de "cenestesia". La palabra fue utilizada por los médicos en el siglo XVII cuando hablaban de "cenestesia corporal". Esto denomina el proceso por el cual los diferentes órganos se ajustan unos en función de otros, y el fluido en función de lo sólido.
Después fue la psicología la que utilizó el concepto para referirse al niño que aprende a caminar: se cae, se golpea, se vuelve a caer... hasta que por fin adquiere la cenestesia (la percepción correcta de su entorno y de sí mismo) y comienza a caminar.
En el caso del cuerpo social, podríamos imaginar que habrá, después de numerosos aprendizajes, de errores y caídas, cenestesia del cuerpo social. Es decir que las diversas tribus sabrán ajustarse en función de las necesidades del resto, hasta alcanzar el equilibrio. Por el momento, creo que estamos en el período de aprendizaje.

-¿No ve usted una real posibilidad de caer en extremismos, en totalitarismos?
-Desde luego que la cuestión se plantea. Hay dos alternativas. Yo tengo un auténtico diferendo con uno de mis grandes amigos, Umberto Eco. Para él, esta situación nos pone a las puertas de la barbarie, del fanatismo, del advenimiento de nuevos totalitarismos. Para mí, "bárbaro" no es un término peyorativo: es aquel que fecundará una civilización agonizante. Allí donde Eco ve barbarie, yo veo cenestesia.

-¿Por qué razón?
-Le daré como ejemplo dos grandes momentos de la historia de la humanidad.
El primero, entre los siglos III y IV de nuestra era, tras la desaparición del Imperio Romano, cuando comenzó el cristianismo. En aquel momento, frente a un imperio agonizante, estaban los bárbaros y una infinidad de sectas cristianas. Todo eso terminó por ajustarse: lo que se llamó la decadencia romana dio origen a la civilización cristiana. Para ello, el hombre abandonó el imperio unificado y entró en una zona de turbulencias. Gracias a esas turbulencias se produjo el ajuste final. El lazo que unía a esas minúsculas sectas diseminadas en el territorio imperial se llamaba "la comunión de los santos", un sentido de pertenencia que todas compartían, a pesar de la distancia.

-¿Y cuál sería la "comunión de los santos" de las tribus actuales?
-Internet. Hoy vemos que un grupo de rock metal de Praga se pone en contacto con otro en Buenos Aires gracias a Internet.
Internet es, para mí, "la comunión de los santos" posmoderna. Creo que gracias a Internet el ajuste se producirá, evitando la anarquía.

-¿Cuál es el segundo ejemplo histórico?
-La Edad Media, que no fue el período de oscurantismo que muchos pretenden. El medievo fue el momento de las catedrales, la universidad, las corporaciones... Aún no existían las grandes instituciones que son los Estados-nación. Unicamente existía el Santo Imperio Romano, que sólo eran pequeñas baronías, enfrentadas unas con otras. Tribus, en el fondo. Y, sin embargo, había una auténtica unidad europea, sin el molde de los Estados-nación.
El ajuste entre todas esas pequeñas entidades produjo la organización posterior.

-Según su análisis, estaríamos nuevamente en una situación de primitivismo...
-Yo he escrito algo parecido. Sin utilizar la palabra primitivismo, digo que el posmodernismo es la sinergia entre lo arcaico y el desarrollo tecnológico.
En el fondo, lo que yo llamo arcaísmo es lo que usted llama primitivismo. Arke, en griego, quiere decir lo que es primero, fundamental.
No quiere decir viejo, pasado de moda. Y en efecto, estamos ante el retorno del arke: la tribu es arcaica, el nómade es arcaico.

-Nómade es otra de sus categorías para definir al hombre posmoderno, al miembro de la tribu.
-Sí, el nómade es el hombre que va de una tribu a otra, que no tiene una única identidad ideológica, sexual, profesional o de clase, que no se deja encerrar dentro de roles que antes eran definitivos, en instituciones como el matrimonio. El nómade puede pertenecer simultáneamente a numerosas tribus.

-Es fácil seguirlo cuando usted dice que, en Europa, el modelo de polis terminó causando el hastío de sus ciudadanos...
-Yo suelo usar un buen ejemplo: el mito de Dionisos, dios de la fiesta, en contraposición al mito de Prometeo, dios del progreso.
Los ciudadanos de la pujante polis moderna, progresista y trabajadora, muertos de aburrimiento, terminaron por abrir sus puertas y dejaron entrar a Dionisos.

-...pero ése no puede ser el caso de las sociedades latinoamericanas, mal organizadas, mal administradas y mal alimentadas.
-No conozco mucho la Argentina. Sólo estuve dos veces fugazmente, y quisiera ser prudente. Sin embargo, siempre dije que así como Europa fue el laboratorio del modernismo, América latina es el laboratorio del posmodernismo. Lo veo a través de la importancia que tiene el cuerpo, la teatralidad en todos los actos de la vida, la importancia del presente, del "presenteísmo", del carpe diem, de la relativización de lo "prometeico", de la importancia de lo dionisíaco, del mestizaje de nacionalidades, culturas y etnias diferentes. Todo eso es definitivamente posmoderno.

-Pero en lo que concierne a nuestra región no se puede hablar de usura de un modelo, porque ese progreso raramente existió.
-Pero el ideal de la sociedad moderna, progresista, sí existió. Y creo que los recientes acontecimientos dramáticos que vivió la Argentina -crash financiero, hipercrisis política, manifestaciones populares, cacerolazos- son la manifestación paroxística del rechazo de un modelo que fue importado, implantado por la fuerza sobre la sociedad: el modelo político europeo, el del Estado-nación y sus ideales de progreso y de fe absoluta en el futuro.
Por Luisa Corradini Para LA NACION

viernes, 28 de noviembre de 2008

CARACTER- SU FORMACION

Innato o adquirido
Secretos de la formación del carácter
Por Martine Perez De Le Figaro


PARIS .– Discutido hasta en la campaña electoral francesa, el debate sobre el carácter innato o adquirido del comportamiento humano desata polémicas encendidas y refleja el desconocimiento que muchas veces reina en temas complejos como el de la herencia mediada por los genes.

El doctor Daniel Cohen, autor del primer mapa del genoma humano, es terminante: para él, el comportamiento de las personas no resulta de la herencia genética ni de las influencias del medio ambiente ni de la casualidad; es consecuencia de los tres factores al mismo tiempo.

–¿Qué piensa de la polémica que se ha desatado en Francia en torno a la herencia genética?
–Como experto, me han interesado la polémica y muy especialmente las reacciones del gran público. La verdad es que mayoría de los franceses ha dicho que Nicolas Sarkozy se había equivocado al atribuir la pedofilia o el suicidio de los adolescentes a factores genéticos, como si no hubiera participación de los genes en las conductas humanas. Estas cuestiones son importantes, incluso para los que toman decisiones. A la luz de esta polémica, he descubierto que hay un mar de ideas aceptadas que circulan no solamente entre el gran público sino también en lugares científicos no especializados. Es falso decir que el carácter depende de un solo gen; falso, también, decir que si es genético, es hereditario; falso, decir que el genoma determina el destino y que la conducta puede depender ha dicho que Nicolas Sarkozy se había equivocado al atribuir la pedofilia o el suicidio de los adolescentes a factores genéticos, como si no hubiera participación de los genes en las conductas humanas. Estas cuestiones son importantes, incluso para los que toman decisiones. A la luz de esta polémica, he descubierto que hay un mar de ideas aceptadas que circulan no solamente entre el gran público sino también en lugares científicos no especializados. Es falso decir que el carácter depende de un solo gen; falso, también, decir que si es genético, es hereditario; falso, decir que el genoma determina el destino y que la conducta puede depender de factores genéticos Salvo para una o dos personas de cada cien, la ortografía de nuestro genoma no permite predecir con certeza cómo evolucionará nuestra salud, cuál será nuestra longevidad y nuestra conducta. El futuro de un ser no depende de su genoma o de su entorno o del azar, sino de los tres a la vez.

-¿Por qué cree usted que se aceptan estas ideas?
-Comenzamos a comprender la genética con Mendel, cuando describió por primera vez un determinado carácter que dependía de un gen solo. Sabemos que un único gen puede determinar el color de los ojos y 5000 enfermedades raras que afligen al 2% de la población total. En ese caso, es muy simple: tengo el gen, mi destino está fijado de manera inexorable y previsible. Pero eso no puede explicar más que unas pocas situaciones. La mayoría de las características morfológicas, patológicas, de conducta, se debe a varios factores. Para tener un carácter determinado son indispensables la ortografía particular del genoma y la exposición a una serie de factores ambientales. No se trata de uno u otro, sino, forzosamente de uno y del otro. En esos casos sabemos también que intervienen varios genes y no uno solo.

-¿Cómo se sabe eso?
-Los gemelos verdaderos tienen el mismo patrimonio genético. Cuando uno de dos gemelos verdaderos sufre de una enfermedad monogenética (relacionada con un solo gen, como en la fibrosis quística), el otro tiene el 100% del riesgo de estar enfermo. En el caso de los falsos gemelos, mientras uno presenta esta enfermedad, el riesgo para el otro es del 50 o 25%, según los casos. Para las enfermedades multifactoriales (como la esquizofrenia, el autismo, la diabetes), cuando un gemelo verdadero está afectado, el otro que tiene los mismos genes, suele presentar un riesgo del 50% de contraer la enfermedad. Eso prueba que los factores ambientales influyen en el destino. Pero los factores genéticos también intervienen, ya que en estos casos cuando uno de los falsos gemelos contrae la enfermedad, el riesgo para el otro es de alrededor del 10 por ciento. Otra manera de analizar el papel de la genética en las patologías del comportamiento es identificar los genes asociados con las conductas violentas. Pero se sabe que cuando las ratas con predisposición a la violencia son criadas por ratas originariamente pacíficas, dejan de agredir a sus congéneres. El hecho de tener un terreno genético no es suficiente: la educación es importante.

-¿Se puede, entonces, intervenir para prevenir ciertos comportamientos?
-Para prevenir, es necesario predecir. La genética por sí sola no puede predecir, salvo en los raros casos de enfermedades monogenéticas y el ambiente, por sí solo, tampoco ayuda. Si se trazan dos círculos, uno que represente la población afectada por una predisposición genética -por ejemplo, a la violencia-, y el otro que represente la población sometida a un ambiente favorable a la violencia, las poblaciones en riesgo se sitúan sólo en el espacio de intersección común a los dos círculos. Sin duda, se podrían encontrar factores genéticos en muchos comportamientos, que tendrían que ver con 100 e incluso 1000 genes. Pero dada la importancia del ambiente, el objetivo del descubrimiento de esos genes no es la predicción. Por otro lado, esos 1000 genes ofrecen datos sobre las proteínas que entran en los circuitos biológicos y que van a permitir comprender cómo se fabrica un determinado rasgo. La genética no es una religión, sino una herramienta que nos acerca a los mecanismos moleculares de los seres vivos.

-¿La pedofilia puede ser un comportamiento de origen genético? ¿Y el suicidio?
-En cuanto a la pedofilia, no lo sabemos. Como en todos los comportamientos extremos, podría haber un componente genético, pero no ha sido investigado. Por el contrario, se conocen varias afecciones que implican un riesgo de suicidio importante, como la depresión y la esquizofrenia. La presencia de factores genéticos en estas enfermedades está claramente establecida. El temor de algunos es que un régimen autoritario utilice las técnicas genéticas con un fin eugenésico [según teorías de la supervivencia del más apto]. Pero este temor está poco justificado debido a la naturaleza multifactorial de la mayoría de los comportamientos. Alguien que buscara, por ejemplo, eliminar en la base a la genética a todos aquellos con riesgo de sufrir cáncer, una enfermedad cardiovascular o una neurológica, estaría obligado a eliminar a toda la población del mapa. Si se quisiera desembarazarse de todos los portadores de uno de los genes asociados con la agresividad identificados, sería necesario destruir al 20% de los humanos. Encontrar factores genéticos no significa enmendar al sistema social sino que por el contrario se trata de ayudarlo a encontrar soluciones humanamente aceptables.