

Si la hora y media antes de que
te toque salir lo pasas fenómeno bailando las canciones que suenan en
megafonía, saludando y dando palmadas a gente que, o casi no conoces o no has
visto en tu vida. Si aguantas con una sonrisa el rollo que te suelta un
veterano contándote las 20 veces que ha participado en esta carrera. Si te da
igual hacer pis en unos arbustos aunque “eso no se hace”. Si cuando acaba la
cuenta atrás sales disparado como si entrenases o estuvieses en forma cuando ni
lo uno ni lo otro, y encima te da igual la marca.

Si eres igual que el susodicho moñas, al que lo que más le gusta de estas cosas es estar rodeado de gente. Si te gusta como a él participar en un deporte en que los adversarios no son rivales, sino compañeros, ver y participar en los detalles de los demás (empujarse de coña si te ven flaquear; pasarse el agua en un avituallamiento que te has saltado, agarrarse del codo si creen que te vas tropezar…).
Y si, por encima de todo lo anterior,
lo que más te gusta es sentir el calor del público y la AFICIÓN, con mayúsculas en
este caso. Si todo esto te gusta, entonces, amigo, entonces, ésta sí es tu
carrera.
La carrera es, claro, la Behobia / San Sebastian,
que este año cumplió su edición número 50 y que ha sido una auténtica
maravilla. Sólo he sentido una emoción
parecida al cruzar la meta en los maratones de Coruña. Me habían dicho que la
afición era espectacular, que el público te llevaba en volandas y que el
ambiente no es comparable al de las otras carreras (y son unas cuantas ya) en
que he estado. Me habían contado de todo, pero todos se han quedado cortos. No es que la
gente te anime en los puntos clave de la carrera, ¡es que te están aplaudiendo
un km antes de la línea de salida y no hay ni un solo metro de los 20.000 del
recorrido en que no haya público!. No es
que haya mucho público, ¡es que hay, literalmente, decenas de miles de personas
gritando y aplaudiendo!. Ya en el km uno tenía el nudo en la garganta, en el 5
la sonrisa me llegaba a las orejas, pero dando dos vueltas a la cabeza, en el 10 me sentía en un sprint final y en el 15 reía a pesar del cansancio.

Había miles y miles de gargantas animando, pero no es que animasen a “los” corredores… ¡me animaban a MI!, animaban y aplaudían a cada uno de nosotros. Leían el nombre en el dorsal y lo que más he escuchado ayer fue “AUPA MIGUEL”, miles y miles de gargantas se quedaban afónicas gritando eso: ¡AUPA MIGUEL!.
Y Miguel, claro, con la emoción de un niño pequeño, chocando miles y miles de manos de niños pequeños sin miedo a que me pegasen ni el Ébola ni el resfriado, aplaudiendo a quien me aplaudía, sonriendo a quien me sonreía y sprintando en plena cuesta. Hoy, como siempre, tengo más agujetas de sonreír que de correr, pero esta vez, como novedad, a las uñas negras de los dedos de los pies, tengo que añadir la mano derecha colorada de chocar palmas durante 20 km.
Como dijo un compañero corredor gallego, correr en estas tierras vascas es algo que todo corredor debe hacer al menos una vez en la vida. Esa vida, que a pesar de ser complicada es bella.

P.d.- Ni que decir tiene que
tengo que dar las gracias al Club Atletismo Sada por organizar esta expedición
porque sino no habría ido, y a Luis Lubo, del Narón, y Consuelo su campeona
mujer que debutó ayer en esta distancia su paciencia conmigo estos días. Lo único malo es (aparte de mi marca, jeje)
el no haber coincidido con el maestro Alex, el corredor converso, pero, como él
dijo, al menos hemos estado cerca y compartido esta experiencia.