Mi hijo tiene 3 años, desde que nació le leo. Al principio descubrí que si leía cualquier libro en voz alta, pero despacio y con voz suave, él se dormía. Era muy chiquito, aún no había cumplido el año de edad.
Creció y le compramos libros con imágenes grandes, casi sin palabras, libros con animales, frutas, cosas.... Algunos sufrieron alguna clase de vandalismo, los clásicos: algunas líneas de lápiz en los dibujos, abrir demasiado el libro y que se rompa la costura que sujeta las páginas (que, como se muestra en la imágen, son gruesas porque son de goma-eva).... pero nunca nada muy drástico. De todas formas, ya ahí empezó a decirme "lee las letras, mamá!". De alguna forma quería que siguiera con mi dedo lo que leía, él podía decirme la fruta o el animal que estaba en el dibujo, porque ya los conocía a todos, pero él quería que yo leyera lo que decían las letras.
Un día fue con los tíos a una librería y solito eligió un libro. Me hubiera gustado estar en ese momento, su primer libro!! También era de ilustraciones, con pocas palabras, pero con sonidos. Un libro de animales de granja, que al apretar un botón se escuchaba el sonido del animal que estabas viendo, el sonido real, una grabación del animal, no un sonido inventado. A mi hijo le encantan los animales, eligió un libro que le permitía, en ese momento, expresarse con algo más que las palabras y las imágenes. Recién cumplía los dos años.
Y ya cumplió tres, ir a una librería no es extraño. Ya ha elegido varios libros, con y sin sonidos. No muchos, la economía no permite tantos, pero varios. Aún no se queda quieto cuando le leo, los cuentos largos lo aburren, sigue prefiriendo los dibujos y en medio de la lectura ya te está dando otro libro para que cambies. Me ha pedido varias veces que le lea, pero pierdo la paciencia fácilmente, nunca me deja terminar una historia.... hasta hace tres días. Fui a una librería y mientras el jugaba con los libros para chicos chiquitos yo buscaba algo que comprarle. Algo interesante, algo grande. Desde hace mucho tengo ganas de comprar esas antologías grandes, esas recopilaciones de cuentos que tienen el título de "365 cuentos para ir a dormir", "365 cuentos para tu niño", "365 cuentos para tu niña", bueh, en resúmen, un cuento para cada noche del año. Siempre los hojeo y los dejo. Ya saben que soy de las personas que elige cosas por instinto. Un libro me llama o no me llama. Y estaba yo revolviendo con los ojos entre las estanterías cuando un libro me llamó la atención: "Un tesoro para los tres años". Tapa dura, parte de una colección de cuatro libros (van de los tres a los seis), hermosa encuadernación e ilustraciones. Él ni me vio elegirlo, ni me vió comprarlo, de hecho él eligió uno de Cars (con música, pero con muchas letras). Pero a la noche se lo leí, le leí unos tres cuentos, y quería más. Le dije que mañana. Al otro día me pidió que le leyera más cuentos, y a la tercer noche ya lo habíamos terminado. No me interrumpió, los escuchó todos, ocasionalmente me señalaba o me nombraba a algún animal, de hecho repitió los nombres de los animales de las historias hasta quedarse dormido.
Yo sé que muchos de ustedes esperan reseñas de "Los juegos del hambre" o de "Juego de tronos", o incluso de mi abandonado "El temor de un hombre sabio", que pronto voy a retomar. Pero hoy quise contar algo diferente. El principio de algo mágico, el inicio a la lectura de la persona más especial de mi mundo.