Nai tenía mucho por hacer. Deshacer las maletas, acomodar su nuevo hogar,
incluso darse un baño. Pero todo eso podía esperar, había algo en la mente de
Nai que si deseaba hacer, algo que era una prioridad y no podía esperar. Visitar
su nueva escuela.
En su anterior trabajo, después
de cada clase, cuando el último de los alumnos abandonaba la sala, Nai se
quedaba sola, en el aula, durante un largo rato. Aprovechaba para ponerlo todo
en orden: Alineaba los bancos de los pupitres
que los alumnos habían movido en su alocada salida, recogía los libros de cada niño
y los llevaba a la estantería correspondiente colocándolo debidamente alineado,
incluso reagrupaba las tizas después de borrar la pizarra. Nai quería
que los pequeños, al día siguiente, se sintieran como el primer día de clase.
Durante esos momentos Nai se
sentía feliz. La enseñanza era su vida y el aula era su verdadero hogar. Allí
se sentía segura, feliz. Entre ella y el aula existía cierta complicidad,
cierta conexión, como si durante esos momentos el aula y ella fueran una sola
cosa.
Bajó las escaleras y entro en la sala. Paseo por el
pasillo central que creaban los pupitres en dirección al estrado, mientras con
la yema de sus dedos acariciaba cada uno de esos pupitres. A Nai le gustaba oír
sus propios pasos resonar en el silencio.
Inmersa en sus pensamientos
estaba cuando alguien golpeo la puerta del aula llamando su atención. Nai se
giro y vio a un hombre asomar por la puerta a la vez que preguntaba.
-¿Señorita Nai?, ¿Es usted la señorita Nai?
-Si, soy yo -Contestó.
La confirmación fue permiso
suficiente para que aquel hombre entrara en la clase y se dirigiera hacia ella
con el brazo extendido con intención de estrecharle la mano, al tiempo que se
presentaba.
-Soy Emilio Sanz, el alcalde.
Hablamos por teléfono.
-Oh! si, cierto.
Pero antes de que Nai pronunciara
alguna palabra más, el alcalde se apresuro a disculparse.
-Señorita Nai, debo pedirle
disculpas por no haber estado aquí a la hora de su llegada, unos asuntos de
carácter político me han tenido entretenido. Le ruego me disculpe.
-No se preocupe. El taxi me dejo en la misma puerta de casa, y
un vecino del pueblo me ayudo con las maletas.
-Eso me deja mas tranquilo Srta
Nai.
Tras una pausa sin decir nada, el
alcalde, Don Emilio, echó un vistazo a su alrededor y continuo diciendo.
-Veo que se esta familiarizando
con su nuevo lugar de trabajo.
-Si, así es. Es un aula preciosa.
-Me alegra que le guste. Estoy
convencido de que será muy feliz aquí.
-Si, estoy segura de que si.
-Por favor Señorita Nai, déjeme
compensar mi falta por no haber llegado a tiempo de recibirla, invitándola a
dar un paseo por el pueblo. Deje que sea su guía y que le ponga al día sobre
Lago-Jardín y sus vecinos.
-Oh!, eso sería fantástico!!
-Entonces...-Dijo el alcalde
mientras se apartaba y dejaba pasar a la muchacha que iba en dirección a la puerta.- No esperemos
más.
Ambos salieron del aula con la
intención de dar un largo paseo por el pueblo para que el alcalde, Emilio Sanz,
le hablara de cada casa y cada puesto, informándola
sobre las personas que en ellas vivían. Nada más salir de la escuela se toparon
con una hermosa mansión, la muchacha la miró sorprendida, y el alcalde, que se
había dado cuenta de la cara de admiración de la maestra al ver tan bello
edificio, se apresuró a darle información.
-Esa es la mansión de Hambleton
Hall -dijo el alcalde señalando hacia la casa- Donde viven el señor y la señora Smitz con sus
dos hijos. Pronto los conocerá, los señores Smitz suelen hacer cenas y eventos
sociales muy a menudo. La
señora Smitz no tardara en invitarla a uno de ellos, mas aun
siendo usted la futura profesora de sus hijos.
-Oh, eso será estupendo.
-Los Smitz son una familia
británica. De Inglaterra. Vinieron a España hace unos años, y claro, como se
imaginara, en el pueblo se crearon diversas conjeturas al rededor de su pasado.
-Si, lo imagino – contestó Nai
intrigada-
-Ja ja ja hay quien dice,
incluso, que los Smitz pertenecen a la nobleza británica.
-¿Y usted que cree? ¿es cierto
eso? Seguro que usted, como alcalde, sabe más de ellos que el resto del barrio.
-Ja ja ja, me subestima usted Sta. Nai,
yo lo único que sé es que los señores Smitz son buena gente, personas en
las que se puede confiar. Ella es una excelente dama y el todo un caballero. Y eso es lo
importante.
Continuaron el paseo, hasta que
pasaron por delante de la tienda de Vistiendo Sueños.
-Esta es la boutique de Doña
Eugenia. Aquí encontrara cualquier complemento de moda que necesite, y si no,
Doña Eugenia podrá conseguirlo.
-"Vistiendo sueños".-Leyó
Nai.-
-¿Le gusta el nombre?.
-Si. Me parece muy apropiado.
El alcalde continúo explicando la
historia de cada edificio. El ayuntamiento, la iglesia, el café...Cada uno de
ellos escondía una historia, un misterio o simplemente algo curioso que contar.
En un momento dado, de nuevo cerca ya de la escuela, Nai señalo hacia una casa en concreto.
-¿Quien vive allí?.
-Ah, ese es el nuevo consultorio
señorita Nai. El medico de Lago-Jardín.
-¿El Dr Martin?.
-Vaya, parece que le conoce.
-Si, bueno, fue el quien me ayudo
con las maletas.
-Ah, entonces me temo que sepa
usted mas de el que yo. Tengo intención de hacerle una visita esta misma tarde.
Pero dígame, ¿que impresión le causo?
-Oh, el Dr Martin es un hombre
muy amable y simpático.
-Eso es estupendo.
Casi sin darse cuenta, ambos
emprendieron el camino de vuelta. Y entre charla y charla llegaron, finalmente,
a casa de Nai. Una vez en la base de la escalera, el Alcalde Don Emilio se
despidió de ella.
-Bueno Sta. Nai, no la molesto
mas, estoy seguro que tendrá muchas cosas que hacer aun. Ha sido un placer
pasear con usted.
-El placer ha sido mío alcalde
Sanz.
Nai y el alcalde se despidieron, después
la maestra subió las escaleras dispuesta a entrar en casa. Aún no había metido la
llave en la cerradura, cuando de nuevo la voz de Don Emilio, llamo su atención
desde abajo.
-Señorita Nai!!!
Nai, se giro y se asomo a la
barandilla.
-¿Si?-Contestó.
-Vera, hay algo que si se del Dr
Martin que no le he dicho.
Nai, intrigada pregunto.
-¿Que es?.
Entonces el alcalde sonrío y sin
dejar de mirar hacia arriba a la muchacha, dijo.
-Que es soltero Sta.Nai. Que es
soltero!