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Me pregunto qué se siente al llegar a casa y verla vacía, por mi parte, el hecho de hacer las maletas no me supuso trauma, aunque sí un gran esfuerzo pues había casi un litro de vino en mi sangre. Las borracheras no son el mejor momento para pensar, siempre dicen que el alcohol distorsiona la realidad, es por eso quizá que al mirar tu foto logré verte guapo y casi sentí lastima por ti. La lastima es gratuita para el que la siente y pasa factura al lastimero. Triste escena esa de verme salir de casa sin mirar atrás ni para apagarla luz del pasillo.
No me duelen las nostalgias que se adhieren a la espalda, de hecho son tan fáciles de quitar como salir una noche con un nuevo amigo y después de unas copas llevártelo a la cama. Lo que más me gusta es follármelo pensando que tú nos miras, digo yo que no te supondría ningún esfuerzo, siquiera tu dignidad se vería dañada, al fin y al cabo qué diferencia hay en verme a mi o ver como lo hacen los vecinos de enfrente, a partir del momento en que salí por la puerta dejé de ser alguien en tu vida, así como tu desapareciste de la mía.
Me has puesto tantos títulos a lo largo de nuestra relación que… en fin, el de puta es el que mejor me queda, más que nada porque he sacado de ti lo que quise ( menos amor por supuesto) solo con llevarte a la cama, a la calculadora que tengo entre las piernas todavía no se le han acabado las pilas, pero el estomago se me revuelve cada vez que pienso en volver a meterme en la cama contigo. Últimamente los mejores polvos eran los que pegábamos cuando venía Ana, tú te entretenías mirando como retozábamos en la cama, la verdad es que ella usa mejor la lengua que tú y creo que ha llegado el momento de confesártelo; ella no venía porque le gustase montárselo contigo, daría mi mano derecha como prenda si me equivocase al decir que los mejores orgasmos que tuvo vinieron de mi boca. Pobre infeliz… de no haber sido por mí todavía andarías perdido con el misionero. Tomate estos dos años como un regalo que yo los veré mas bien como un descanso espiritual, lo digo mas que nada porque tu presencia en la casa era fantasmal.
Podría haberme ahorrado la tinta de esta carta, pero me apetecía despedirme dignamente, aunque no pienso decir esas cosas típicas del “cuídate”, “espero que te vaya bien”, no, porque no creo que consigas ser feliz lejos de mí, mi soberbia, esta que me dicta, es la misma que hacía que fueses alguien digno de mirar a la cara, era la que os mantenía erguidos a ti y a tu pene, ahora lejos de mi no sé que será de vosotros.
P.D. Te he dejado algo de ropa interior en la nevera, lo digo por si te entra hambre.