viernes, 28 de agosto de 2009
De vuelta de la punción
miércoles, 26 de agosto de 2009
¡A por la punción!
lunes, 24 de agosto de 2009
Y van seis
sábado, 22 de agosto de 2009
¡Cuatro!
martes, 18 de agosto de 2009
Setembro y las agujas.
Lo de los pinchazos lo tengo superado.
Soy arquitecto y a veces, sólo a veces, me da algún ataque de vértigo, imaginaos la escena: la señora directora de obra, en lo alto del andamio, agarrada a la barandilla diciéndole al jefe de obra “¡que no, que no me muevo! ¡no pienso dar un paso! ¡que venga mi mamáaaaaaaa!”. Afortunadamente esto nunca ha sucedido y la forma de conseguirlo es no pensar, me acerco al andamio y automáticamente tiro para arriba, así… sin parar, y luego ya me centro en la obra y en lo que tengo que mirar… normalmente me funciona. Si por el camino me paro… mala cosa, empiezo a pensar “y siiii… me tropiezo, me caigo totalmente estirada en la plataforma, no consigo agarrarme a nada ni que nadie me agarre, ruedo hasta la barandilla, soy de la medida justa para colarme entre los dos soportes verticales, remonto el rodapié y… ¡caigo al vacío!” es poco probable, lo sé, pero tengo una mente enrevesada, y recordemos que las fobias no son algo racional. Me pasó una vez (lo de quedarme paralizada, no lo de caerme, claro) y menos mal que detrás venía mi marido (y compañero) y me tranquilizó.
Pues bien, lo mismo que con las alturas me pasa con las agujas, así que decidí que lo de las inyecciones iba a ser así: sin pensar.
El jueves día 13 (gran número ¿no?) a las nueve menos cuarto estaba hecha un flan, cogí todos los bártulos y mi marido me preguntó:
-¿Dónde lo vas a hacer?
- En el baño.
- A lo mejor estás más cómoda en el dormitorio.
- ¿Eh? Bien, pues en el dormitorio entonces.
- O, quizás, estés más cómoda en la cocina.
- ¡Voy a hacerlo en el dormitorio, no me des más opciones!
Saqué dos ampollas de disolvente, dos frasquitos con el concentrado, la jeringa, la aguja grande, la aguja pequeña, la toallita con alcohol, las instrucciones… ¡qué despliegue! “Bien, vamos allá, ¡sin pensar!”. Primero romper las ampollas, ¡qué duras!, pero bueno, lo conseguimos (yo una y la otra mi marido), coloque la aguja grande en la jeringa, y la llené con el líquido, luego lo fui inyectando en el frasquito, ¡esto es fácil!, y lo repetí con la otra dosis. Después llené la jeringa con el medicamento ya mezclado, una ampolla y media, estaba tan nerviosa que miré unas cuatro veces si la jeringa tenía 1,5 ml. Bien, ahora a cambiar las agujas, no era capaz de sacar la grande, lo hizo mi marido, creo que simplemente con lo nerviosa que estaba no tenía ni fuerzas, coloqué la pequeña, le quitó mi marido el capuchón (yo otra vez sin fuerzas), le saqué el aire (lo de la gota en la punta de la aguja lo cambié por un chorrito, ¡era la primera vez!), me desinfecté la zona elegida de la barriga y respiré hondo.
Bueno, era el momento de la verdad ¿sería capaz de ponérmela? La apoyé en la barriga y casi entró sola ¡la había clavado! ¡Sí, sí, sí, ya había acabado!... pero no, no había acabado, faltaba empujar el émbolo y yo ya de relax después de tener la adrenalina disparada ¡no era capaz! No sé lo que me pasó, pero mi marido me decía:
- Ahora tienes que empujar.
- Pero si ya empujo.
- Pues el émbolo no se mueve.
¡Y no se movía! Aunque mi sensación era como si estuviese haciendo muchísima fuerza. Noté que me empezaba a poner histérica, y eso no es nada bueno, parecía que finalmente no era capaz de hacerlo. Imaginad por un momento la escena, una mujer con fobia a las agujas, con una jeringuilla clavada en la barriga y sujetándola con la mano; yo me vi así y pensé “si la quito ahora ¡tendré que ponérmela otra vez!”, creo que la idea de repetir le dio fuerzas a mi mano y el líquido empezó a entrar.
¡Síiiiiiii, lo había conseguido! Pero aún me quedaba un pequeño susto. Allí estaba yo, tan feliz, introduciendo el medicamento, cuando mi marido (se pasó el rato diciéndome cosas, el pobre) me dijo:
- Vaya, parece que se te está acumulando.
- ¿Qué?
- Que se te está acumulando el líquido en la piel.
Me lo soltó así, tan tranquilo, con cara de “no pasa nada”, pero cuando yo vi la vejiga que se estaba formando pensé que me desmayaba.
- Pero si no pasa nada
- ¿Cómo que no? ¡Se está formando una vejiga!
- Pero eso se reabsorbe.
- ¡Tengo una vejiga!
- Que no pasa naaaaada.
Preferí no seguir pensándolo, acabé con el líquido y retiré la aguja. Por fin había acabado todo. Y la verdad es que en unos diez minutos la vejiga había desaparecido. Lo viví como una aventura, al día siguiente todo fue mucho más fácil y ahora hasta lo hago con soltura, me llaman “la reina de las agujas” (bueno, me lo llamo yo).
Esta es mi aventura con los pinchazos, es la parte de terror-humor de la película, me gusta reírme de mis miedos, pensando en estos “problemas” me olvido de lo que da miedo de verdad. En el control de ayer no se veía ningún folículo, el doctor dice que mis ovarios “están muy malitos por la endometriosis” (mi teoría es que con el verano están de vacaciones), el viernes vuelvo para ver cómo va la cosa. Mientras tanto, me toca confiar en que las inyecciones de esta semana van a tener un efecto portentoso y para el viernes habrá… no sé… por lo menos cuatro folículos preciosísimos. Voy a visualizarlo, a ver si así lo consigo.
martes, 4 de agosto de 2009
¡Buenas noticias!
Así que el 13 de julio empezaré con las inyecciones para la estimulación ¡ALLÁ VAMOS!
Tengo aún unos días para mentalizarme. De vez en cuando, abro la cajita que me dieron con las agujas y las jeringuillas y las miro con recelo. Desde luego, lo de pincharme no va a ser un problema cuando ya hemos llegado hasta aquí, pero me pone un poco nerviosilla. Imagino que al segundo día se me pasará y con aire de superioridad le diré a mis amigos: “Yo, me pongo las inyecciones sin mirar”.