martes, 24 de marzo de 2015

Una gran página de recursos para D&D (y otros RPG)

Googleando un poco el otro día descubrí una página bastante curiosa con un montón de recursos de D&D de varias ediciones, además de recursos genéricos como generadores de mazmorras y hasta de aventuras completas. Se trata de http://donjon.bin.sh, (la sección de D&D 5E es http://donjon.bin.sh/5e/). Como podéis ver cuenta con muchas utilidades, algunas de las más interesantes son:

  • Generador de encuentros: Pones el nivel del grupo, el número de integrantes, la dificultad del encuentro (alta, media, baja, extrema) y el entorno (bosque, desierto, dungeon...) y genera diez encuentros aleatorios con sentido (por ejemplo un orco ojo de Grumms y cuatro orcos del palo). Un detalle interesante es que al final pone la experiencia total del encuentro.
  • Generador de dungeon: Además de generar el típico mapa, que en general funciona muy bien (no hace distribuciones aislada ni cosas raras) y es muy configurable, crea los encuentros, puertas secretas, trampas, tesores etc.
  • Generador de tesoros: Con las tablas de la guía del Dungeon's Master
  • Generador de mapas: Lo he probado y está genial. Además de generar el mapa pone nombre de ciudades, cordilleras, ríos etc. 
  • Y otras muchas, como generadores de PNJs, nombres etc.
En resumen, una página que puede hacer las delicias de los master, y que puede sacar del apuro en más de una ocasión.

lunes, 23 de marzo de 2015

Elemental Evil: Lista de hechizos actualizada

He modificado la página de hechizos para añadir los 43 hechizos de la expansión gratuita "Elemental Evil Player's Companion". Además, he añadido dos nuevos filtros, uno por texto libre del contenido del hechizo (útil por ejemplo para saber qué hechizos usan el elemento hielo) y otro por el origen del hechizo (Player's Handbook o Elemental Evil).

Espero que lo disfrutéis y os resulte útil.


martes, 17 de marzo de 2015

El regreso del guerrero dragón

Tras años perdido en un limbo entre los distintos planos de la existencia, vuelve Daemigoth, el guerrero dragón.

jueves, 12 de marzo de 2015

Hadrian, conjunto de combate

Así me ha descrito el Sr. Master a Hadrian cuando deja de lado su capa de viaje y enseres más voluminosos.


miércoles, 11 de marzo de 2015

Decálogo para evitar un total party killing sin renunciar al RPG

Extracto del libro "El arte de la guerra" de "Shuriyama I, emperatriz de Suryamar":

1 - Una vez distribuidos los enemigos y personajes y tiradas las iniciativas, dedicar 10 segundos a realizar un rápido análisis de situación. ¿Los enemigos son blandos y numerosos? ¿Hay claros líderes o enemigos de apoyo? ¿El potencial del enemigo está en el cuerpo a cuerpo, a distancia, movilidad? ¿Se trata de un combate fácil, normal o difícil? Si hay un líder en el equipo (algún jugador con más experiencia que el resto) puede venir bien, según se presente la situación, decir una frase que pueda orientar la estrategia general del combate, en plan "protegeos y esperad", "a por ellos", "atacadlos a distancia", "acabad con el líder" o "huyamos". Esto es algo que no viola el espíritu RPG, de hecho todos nos imaginamos a Aragorn diciendo estas cosas y le aportan un punto de gracia al combate, que no sea un tiradados, y tampoco un ensayo sobre la estrategia.

2 - Salvo que se tenga muy claro, en los primeros turnos debería prevalecer la prudencia. Procurar no dividirse en exceso, no meterse aislados en mitad del pelotón de enemigos si el grupo tiene miembros que se quedan rezagados (magos, arqueros). Si el número de enemigos excede al del grupo y un personaje queda rodeado, o la opción ofensiva no está muy clara, esquivar puede ser una muy buena opción. Frente a enemigos numerosos y no muy fuertes dispara la posibilidad de fallo del enemigo ( por ejemplo, de un 30%  de éxito pasa al 9%, y duplicas la posibilidad de pifia :D). Es fácil perder un combate en los primeros 2 o 3 turnos, y se supone que los combates están generalmente orientados a ser superados sin que sea necesario realizar una cojoestrategiamegaarriesgada. Con paciencia deberían ir madurando y cayendo por su propio peso.

3 - Si el potencial a distancia del grupo es superior al del enemigo, o el enemigo está al descubierto y el grupo no, una buena táctica será buscar cobertura y que los especialistas en melé esperen a la defensiva o con ready action a que el enemigo se acerque.

4 - Dentro de lo razonable, el estilo de cada personaje y sin violar el sentido narrativo del combate, intentar concentrar el fuego en los enemigos. Quitarse primero los débiles puede ser una buena opción, para dejarse los jefes para el final. Si hay algún enemigo de apoyo que esté mejorando notablemente el potencial de los enemigos debería ser una prioridad, siempre que no sea mucho más poderoso que sus aliados.

5 - En el turno del personaje, ayuda a meter en situación dar alguna indicación (frase corta) que ayude a establecer la estrategia ("cúbreme", "ayuda con éste", "acabemos con el mago"...). Corta mucho el roleplaying hacer largas diatribas sobre qué acción debería hacer otro personaje.

6 - Tener tácticas duales de personajes puede fomentar la conexión entre los mismos y dar pie a una relación chula más allá de los combates (arqueros que concentran el fuego, guerreros que combaten de forma habitual hombro con hombro). Ahí está la famosa conexión Gillian-Thorcrin, que además de ser efectiva, creó fuertes vínculos de amistad entre ambos personajes más allá de los combates.

7 - Si el combate está igualado, o se está complicando, usar las fórmulas sencillas y probadas, y evitar la "idea feliz" salvo que realmente tenga posibilidades de funcionar o mole mucho y haya que probarlo. Si eres Eloy, lee otra vez este punto y vuelve a pensártelo :P. Por lo contrario si el combate está controlado, intentar evitar gastar en exceso recursos importantes que requieran descanso largo, como hechizos de alto nivel.

8 - Los magos deberían usar magia, y los grandes guerreros evitar usar su daga... Bueno, esta no vale como estrategia. Pongo otra, tras un combate duro, salvo que la historia nos lleve a arriesgar y continuar, intentar realizar un descanso y recuperar energía. En esta edición hay más posibilidades de recuperación más fáciles de llevar a la interpretación. Después de un combate duro, con los personajes heridos, es muy coherente parar una o dos horas para vendarse las heridas, retomar el aliento, saquear enemigos, meditar, estirar, comer algo etc.

9 - Evitar los comentarios reiterativos sobre la mala suerte en los dados, no ayuda a mejorar la situación y puede resultar cargante para los compañeros y el master.

10 - En última instancia, esconder el dado rojo.

El texto anterior es una interpretación libre, realizada por el erudito Garret, estudioso de la historia de los grandes héroes. El texto original rezaba:

"Dejádmelos, yo los mataré a todos.

Shuriyama I, primera emperatriz y fundadora de Shuryamar"

martes, 10 de marzo de 2015

Elodrin II

Se nos juzgó por conspiración, ruptura del acuerdo milenario sobre la magia y encubrimiento. En el juicio, los distintos participantes, formados por profesores y nobles elfos, y un representante de la casa Martyen, únicamente deliberaron sobre el castigo a proporcionarnos, y las consecuencias de que aquel “desliz” saliera a la luz, pues la casa implicada quería evitar por todos los modos que el asunto llegase al tribunal de la inquisición. De nuestra culpabilidad no se mencionó una palabra, pues tenían perfectamente clara la implicación de cada uno de nosotros en el asunto. Finalmente consideraron a Jonas, Sarah y Alaijah cómplices de lo sucedido, por no haber alertado del ritual, su castigo consistió en 20 latigazos para Jonas y 10 para las mujeres, la expropiación de sus escasas pertenencias y ser expulsados de la casa a su suerte.  A mí me expulsaron de la universidad con carácter vitalicio, y se me retiró el nombre de mi padre, lo que implicaba que ya no podría residir en el reino de los elfos como ciudadano, pero no me hicieron derramar sangre alguna. Y a Mikah, lo consideraron culpable de desobediencia, pero le exculparon del delito de herejía, seguro para no llamar la atención de la inquisición. Le condenaron a 30 latigazos, la retirada de su estatus de escudero y todos sus bienes, y la expulsión de la casa.

Tras el juicio nos devolvieron a nuestras celdas, en las que esperaríamos a la ejecución de la sentencia. Allí recibí la visita de madre, que me abrazó, con el rostro inundado de lágrimas, me besó y me entregó disimuladamente su colgante, el que aún conservo con cariño. Me explicó que padre no vendría a verme, que su posición en la corte no se lo permitía, pero que estaba igual de afligido que ella, y que, aunque no podría nombrarme como hijo, permanecería en su corazón como tal.

A la mañana siguiente, cuando aún estaba amaneciendo nos llevaron a la afueras, a un claro del bosque que rodeaba la ciudad. Comenzaron con los delitos menos graves. Observé los rostros de mis amigos, mientras ejecutaban sus castigos. Jonas apretaba los dientes al principio, pero a la mitad de los latigados comenzó a gritar con cada nueva descarga, y cuando acabaron con él estaba sollozando y completamente derrumbado. Sarah comenzó a llorar antes de que comenzaran con su castigo, y se desvaneció al tercer latigazo. Yo contemplaba todo aquello con los ojos enrojecidos, pero me obligué a no llorar, aún seguía siendo un alto elfo, y no quería abochornar aún más a mi familia. Ni siquiera cuando azotaron a Alaijah dije nada. La pobre gritó con cada latigazo, tenía los ojos húmedos de las lágrimas contenidas, pero permaneció orgullosa y hermosa durante todo el proceso.

Por último llegó el turno de Mikah, a él le correspondían 30 latigazos, pero su condición física le permitiría afrontarlos mejor que a Jonas. Permaneció en silencio, afrontando estoicamente el castigo. Según se sucedían los latigazos el representante de su casa recitaba la sentencia, y simbólicamente arrojaban sus pertenencias al suelo, una a una delante de él. Pero algo ocurrió, tras 25 latigazos, el jefe de la guardia personal de Lord Ikster Martyen, que sostenía el látigo, se retiró, y fue sustituido por el propio Ikster, uno de los alumnos más avanzados y que estaba a punto de completar su formación. Cuando se situó detrás de Mikah, de su mano derecha surgió un enorme látigo de energía. Tras el primer chasquido, un grito desgarrador surgió de la garganta de Mikah, el segundo lo dejó inconsciente, y el tercero… hizo que sobrasen los dos siguientes. Aquel cabrón había destrozado a Mikah por completo, su espalda completamente abrasada mostraba entre la carne ennegrecida fragmentos blancos de hueso.

Grité, grité con no lo había hecho nunca, Alaijah lloraba desconsolada, y Jonas estaba recibiendo una paliza de los guardias tras haberse arrojado hacia su señor. La guardia personal se llevó el cuerpo de Mikah, y el escaso público empezó a retirarse. Se llevaron a Jonas inconsciente y esposado, y a Alaijah y Sarah, ya recuperada.

Finalmente sólo quedaron unos guardias, Lorathiel, visiblemente disgustado con lo sucedido y mis padres, con un aspecto de infinita tristeza. Madre me entregó una capa, de excelente confección, un gran arco, de madera oscura de roble y me besó de nuevo las mejillas. Padre me entregó una espada curva, recién forjada y con intrincados grabados, pero ninguna referencia a mi familia. En lugar de besarme, tras ponerme las manos en los hombros, momento que dilató cuanto pudo, con el rostro compungido me retiró el broche familiar. Entonces recitó las palabras antiguas, mediante las cuales me retiraba su nombre y renegaba de mí como hijo. Finalmente Lorathiel me expulsó de la universidad y la ciudad. Con rostro serio escuche mi sentencia, y cuando todo acabó, me encaminé a los objetos tirados en el suelo, donde habían dejando las pertenencias de Jonas, Sarah, Alaijah y Mikah. Recogí la petaca de Jonash, un libro de poesía de Sarah, el coletero con broche de Alaijah, y por último la espada de Mikah. Nadie me dijo nada, ni me impidieron realizar aquel ritual de despedida. Cuando estuve listo, me subieron a un caballo y los guardias me acompañaron hasta los límites del reino, donde permanecieron hasta que me vieron cruzar el puente sobre el río que marcaba la frontera.

Así fue como lo perdí todo, y como comenzó mi nueva vida. Después de ello me dirigí a la ciudad más cercana. Pregunté por mis amigos, pero nadie sabía nada. Dediqué los días a buscarlos, pero el rastro se enfriaba. Finalmente oí rumores. Una banda de criminales rondaba las tierras cercanas, y saqueaban a los viajeros desprotegidos, que en muchos casos no se les volvía a ver. Tenía que descubrir la verdad, así que me dirigí en su búsqueda.

Pasé varios días en el bosque, sin hacer ruido, haciendo uso de mi riguroso entrenamiento, cazando lo que necesitaba, y con los ojos y los oídos bien abiertos. Tras una semana por fín dí con dos hombres, con una pinta de criminal que no tenían ningunas ganas de disimular. Iban fanfarroneando en un tono demasiado alto sobre sus fechorías, y llevaban consigo una pareja de viajeros, visiblemente contusionados, amordazados y atados de forma burda con una soga.

No dudé, casi sin darme cuenta una flecha volaba hacia ellos, y acabó por clavarse en el pecho de uno de los bandidos, que se desplomó al instante. Su compañero, que sujetaba la cuerda de los cautivos, se cubrió tras su escudo, sacó la espada y se lanzó a por mí, reduciendo rápidamente la escasa distancia que nos separaba. La primera flecha rebotó en su escudo, y antes de poder lanzar una segunda ya lo tenía encima. Tiré mi arco y desenvaine ambas espadas. Fué mi primer combate real, si fallaba moriría, y estaba tan aterrado como furioso. El escudo del bandido paraba la mayoría de mis ataques, como mi espadas bloqueaban los suyos, pero a los pocos segundos las fuerzas comenzaban a menguar, las guardias flaqueaban y las primeras estocadas comenzaban a alcanzar su objetivo. Me había alcanzado en el muslo y el costado, y él a su vez sangraba de forma abundante por una pierna y el brazo de la espada. Fuera de sí, el bandido, que a penas podía sujetar la espada, soltó el escudo y lanzó un mandoble letal con ambas manos contra mi cabeza. Era un golpe a todo o nada, y a duras penas conseguí esquivarlo, lo que le dejó indefenso. Mi siguiente ataque fue un tajo tras sus rodillas, que seccionó tendones y carne, besando el hueso de ambas piernas. Mi atacante cayó al instante al suelo, chillando de dolor, vencido.

No me costó en exceso interrogarle, y rápidamente obtuve la información que buscaba. Un grupo formado por un chico gordo y dos mujeres había sido capturado por su banda. Como las mujeres eran hermosas y el chico joven y capaz, los habían vendido por un puñado de monedas a una carabana de esclavos que pasaba de vez en cuando por la zona. De la rabia que sentía le dejé inconsciente a golpes, hasta casi matarle. Sólo paré cuando el hombre que estaba atado me contuvo. Ya más tranquilo, les desaté, até con las cuerdas al bandido y les acompañé hasta las afueras del peligroso bosque. Finalmente nos despedimos. Les entregué al bandido atado, para que lo entregasen en la ciudad y pudiesen cobrar una recompensa, lo que les permitiría recuperar los perdido.


Desde entonces he viajado por numerosas ciudades, buscando información de la carabana de esclavos, endureciéndome, sobreviviendo a las miserias de los que no tienen nada, ni siquiera un apellido. Hace poco he sabido que la carabana pasó por un puerto clandestino, y vendieron a la mayoría de los hombres a una galera de asalto de una tribu de piratas orcos.

Me dirijo haciendo donde me lleva esta nueva pista. Juro que no descansaré hasta que encuentre a mis amigos, y juro con mi sangre que vengaré la triste historia de Mikah.

lunes, 9 de marzo de 2015

Dereck II

Tres días después en las ruinas de una capilla abandonada en lo alto de un acantilado,  tres hombres fumaban y bebían, ignorando que un cazador de hombres les acechaba. Dereck  había logrado encontrar su campamento horas antes, pero en vez de atacar directamente se había sentado pacientemente a esperar una mejor ocasión. Había dejado dos caballos que le había prestado Jasón bastante lejos y había acechado a sus presas durante casi ocho horas, esperando a que se dividieran. Podían ser unos desgraciados y no tener verdaderas nociones de combate, pero la bazofia que les había podrido el cerebro durante años les podía conferir una fuerza y una resistencia al dolor sobrehumanas, así que eran peligrosos, sobre todo si se enfrentaba a los tres a la vez.

Ecram fue el primero que se separó de los demás. Se ocultó entre unas rocas y se bajó lo pantalones para hacer sus necesidades.  Debían de saber que era cuestión de tiempo que enviaran a alguien como él para cazarlos, pero el tipo no tomó la menor precaución.  Claro que el apodo de “el lince” era irónico. Incluso antes de que se enganchara a las drogas, ese desgraciado había sido un simple. La primera noticia que tuvo de la presencia de Dereck fue su mano tapándole la boca y su espada corta clavándose en su espalda. Un novato habría apuñalado a su víctima en el corazón, lo que siempre era mortal, pero un veterano sabía que a veces un hombre podía sobrevivir durante unos instantes, que habitualmente empleaba para gritar como un cerdo en llamas, alertando a todo ser viviente en dos millas a la redonda.  Por eso había dado la estocada más a la derecha, pegada a la columna vertebral, paralizando ambos pulmones. La muerte no era instantánea, pero evitaba el menor susurro. Miró a los aterrados ojos de aquel imbécil que sabía que se moría, mientras en un vano intento de respirar boqueaba como pez fuera del agua y tuvo la certeza de que sus crímenes no habían sido idea suya. Era demasiado estúpido para planear nada. Así que decidió poner fin a su miseria con una segunda puñalada, esta sí directa al corazón.

Se alejó del cadáver y buscó una posición de disparo.  Destacaban las ruinas de una torre en lo alto de una colina, que era una posición de tiro inmejorable.  Algo menos de media hora después apareció su segunda presa. Zils, el hijo de Sverick, era un tipo enorme, y sin ser ninguna lumbrera, poseía una astucia cruel. Su padre había pertenecido al gremio de ladrones, pero él había sido demasiado brutal, indisciplinado e impaciente para seguir sus pasos. Ni qué decir tiene que el volverse adicto a la medialuna tampoco le había ayudado mucho a estabilizarse. No iba a ser tan fácil. Zils se movía con algo de cautela, buscando la protección de arbustos y trozos de muro, y llevaba una armadura de escamas que le cubría el pecho. Pero le quedaba corta, seguramente por habérsela robado a alguien mucho más bajo que él. Dereck  apuntó con su arco, se tomó unos segundos, y disparó una flecha contra el desprotegido vientre, seguida rápidamente de otra que le acertó en un muslo, asegurándose de que su víctima no iba a poder ir a ninguna parte, y se deslizó hacia una nueva cobertura.

Los gritos de dolor de Svericksonn atrajeron al tercero en discordia. Felon Cartermin siempre había sido un pájaro de cuenta, y, al contrario de sus dos compañeros, siempre había sido listo. También era un cabrón egoísta y mezquino. Lo suficiente para no acercarse a su amigo, que se desangraba en el suelo e imploraba su ayuda. En vez de ello saltó de una cobertura a otra aproximándose a los restos de la torre. Cuando estuvo lo bastante cerca arrojó varios frascos , que estallaron envolviendo las ruinas en fuego alquímico.

Inorando la agonía de Zils, Catermin estalló en una retahíla de carcajadas salpicadas de insultos y menciones a su propia superioridad mental, física y viril. Parecía que no hubiera nada capaz de detener semejante exceso verbal. Hasta que una flecha le impactó en los genitales.
Dereck salió de entre unas rocas.  Una posición de tiro decente. No tan buena como la torre, pero con la ventaja de no ser tan evidente. Cualquier novato que se hubiera apostado en ella sería carne abrasada a esas alturas. Se aproximó tranquilamente a Felon, que gritaba y lloraba hecho un ovillo mientras que se sujetaba la entrepierna, le volteó de una patada, le puso las manos a la espalda y se las ató a una enorme piedra que en tiempos pertenecería a la torre.

Se marchó sin decir una palabra, mientras que Felon se fue recuperando del shock inicial y volvía a dedicarle todos los insultos conocidos por el hombre, y algunos otros que debían proceder de otros planos. Volvió cuarenta minutos más tarde con los caballos. En uno cargó los cuerpos de Ecram y Zils, que había muerto desangrado durante su ausencia. Catermin seguía muy vivo. La flecha que le había disparado era de punta cónica, de las que se usaba para atravesar armaduras, que apenas producía sangrado, a no ser que acertara en una vena principal. La extrajo con algo de dificultad, ya que se había clavado profundamente. Felon se desmalló del dolor, y así pudo cargarlo en el segundo caballo sin problemas. También aprovechó para amordazarlo para que no le diera la tabarra durante el viaje.

Una semana después  tuvo lugar la ejecución de Felon Catermin. En realidad había sido sentenciado apenas tres días después de su captura tras un juicio contra él no había durado más de un día, tras un pero hasta ese momento no había podido llegar el verdugo, un profesional de la capital. Dereck pensó que la espera había valido la pena. Ese hombre era todo un artista en su sangriento oficio, y desolló al infortunado bandido  en pocos minutos, sin tocar ninguna vena ni órgano importante, de modo que iba a tardar muchas horas en morir encerrado en una jaula colgada de un poste, donde los cuervos comenzaban a congregarse.  El cazarrecompensas se aproximó al palco de las autoridades, pero en lugar de dirigirse al mismo se acercó a una joven de aspecto humilde con la cara muy pálida, que parecía dudar entre mirar o no el sangriento espectáculo.  Aunque parcialmente sanado por el tiempo, su rostro aún reflejaba el rastro de la brutal paliza que el hombre de la jaula le había propinado al violarla. Las hijas de Grunier, que también habían pasado por el mismo infierno, habían recibido sanación mágica al poco del incidente, pero el rico mercader no había estado dispuesto a pagar para que curaran a sus criadas. Los ricos eran avaros, uno de los motivos por los que seguían siendo ricos.
Dereck la saludó  cariñosamente. Su nombre era Ariadna, y era la hermana de Naria, su difunta esposa.  Ella le miró con una mezcla de tristeza y preocupación.

-“Tienes un aspecto horrible.”- Dereck se encogió de hombros, pretendiendo quitarle importancia. –“Bueno, supongo que yo tampoco tengo el mejor aspecto del mundo.”

Aquello no era cierto del todo. Pese a tener el labio partido y un ojo algo hinchado, con el tono pardo amarillento de la hinchazón a medio curar, seguía siendo hermosa. Le recordaba tanto a su Naria que casi dolía. Lo que más le preocupaba de su aspecto no eran las heridas, sino que su habitual expresión alegre hubiera desaparecido de su cara. Estaba claro que las secuelas más graves de lo que le había ocurrido no eran físicas.

-“Sólo quería saber qué tal te encuentras.”
-“No sé .Como siempre…”
-“Mira, no es una pregunta de cortesía. En serio quiero saberlo. Y si no estás bien no quiero que te lo guardes. Sabes que conmigo no necesitas andarte con remilgos.”

La fachada de tranquilidad de Ariadna se resquebrajó rápidamente. 
-“Maldita sea, Der… No me hagas esto… No necesito que cuides siempre de mí. No quería que te jugaras la piel para traer a ese monstruo. Ni necesitaba ver toda esta salvajada…”
-“Lo siento, Ari. Por todo. Por haberlo traído sin consultarte, por no haber estado ahí cuando te pasó eso. Pero al menos quería darte la oportunidad de elegir, ¿sabes? Decidir si necesitabas ver esto o no. Lo siento, porque no te merecías esto y nunca debió haberte pasado. Pero te pasó, y necesitas tomar decisiones sobre qué vas a hacer para superarlo.”
-“Ya, ¿como tú superaste lo de Naria?- su expresión se tornó sarcástica, con una pizca de furia. Un golpe bajo, pero seguramente se lo merecía, así que decidió no tomárselo a pecho.
-“Mira, que yo no lo hiciera demasiado bien no significa que tu tengas que hacer lo mismo. Tienes toda la vida por delante y estás a tiempo de hacer que sea buena. Eso que sientes es veneno, no puedes quedártelo dentro.”


Ariadna titubeó durante unos instantes, hasta que finalmente se derrumbó y rompió a llorar, abrazada a su cuñado, que la acogió con suavidad. Dereck miró de reojo la jaula donde los cuervos comenzaban a acosar a Felon Catermin. En realidad no estaba seguro de si ver aquello era lo que Ariadna necesitaba, pero sin duda le sentía bien a él. La venganza era por los que se quedaban. En realidad nunca era por los muertos.

domingo, 8 de marzo de 2015

Elodrin I

Mi nombre es Elodrin, hijo de Berethor, y esta es mi historia:

Como muchos de los nacidos en el seno de una familia de altos elfos, desde mi juventud he estudiado en la Universidad de Magia, junto a unos pocos señores de las grandes casas humanas, somos los únicos estudiantes de magia del mundo. Dada la relevancia de los anfitriones, sólo los estudiantes de las familias más importantes entablaban una relación cercana con los estudiantes humanos. El resto de aprendices, en las pocas horas libres que les permitía la estricta educación recibida, evitaban por completo el resto de integrantes que formaban el amplio séquito que rodeaba a los señores de los hombres. Todos menos yo. Aún siendo plenamente consciente de la superioridad de nuestra raza, había algo en ellos que me atraía fuertemente. La efimeridad de sus cortas vidas les impulsa a vivir de forma intensa, inesperada y en muchos casos a realizar actos carentes de ningún sentido. Y todo aquello me fascinaba. Chocaba por completo con todo lo que me habían enseñado, medir nuestros actos, sopesar las palabras, hacer lo que se espera de nosotros, como guardianes de la historia, el equilibrio y la magia, y saber que nuestras acciones nos perseguirán por mucho tiempo. Para los sirvientes el mañana poco significaba, y su mayor prioridad, aparte de sus obligaciones, era disfrutar de cada segundo, pensando poco o nada en las consecuencias.

Y fué así como empecé a escaparme por las noches para observarles, pese a las advertencias de mi padre. Durante meses me escondía en las sombras, mientras repasaba murmurando las lecciones del día, y les veía reír, beber, jugar y amar. Pero una noche, tras semanas de un agotador ritmo lectivo en el que comenzamos a poner en práctica los fundamentos mágicos aprendidos en los últimos meses, me distraje mientras recitaba un conjuro de luz y acabé iluminando la viga en la que estaba escondido mientras mis ajenos amigos cantaban una vieja canción popular. De inmediato cesó la música, y del sobresalto a punto estuve de caer de bruces. En última instancia me descolgué de la forma más digna que pude y me presenté. Los sirvientes, se apresuraron a hacer reverencias y ocultar de mi vista sus pertenencias menos decorosas. Por mi parte, avergonzado por lo sucedido, me disculpé y acabé por reconocer que llevaba tiempo observándoles. Tras la frialdad inicial, mi natural encanto, apoyado en gran medida por la altas cantidades de aguardiente ingeridas por aquellos infelices, hicieron que acabásemos todos charlando, cantando y riendo, como si fuese un sirviente más. De esta forma conocí a Jonas, un rollizo  y risueño mozo de cuadras, Sarah, una joven ayudante de cocina, Mikah, un apuesto escudero y Alaijah, una preciosa y exótica criada.

Durante las siguientes semanas pasé casi todas las noches con tan variopinto grupo. Ellos me hablaban de sus costumbres y del día a día, y yo les relataba historias de la escuela, los alumnos y las anécdotas más cómicas de su señor, Ikster Martyen. Nos hicimos grandes amigos. Conforme pasaban los días aumentaban las confidencias, y empecé a relatarles historias de magia, e incluso a practicar algunos hechizos básicos delante de ellos. Por primera vez en mi vida me había sentido realmente parte de algo, de algo cercano, y no de la inmensidad de la responsabilidad histórica de mi raza. No me agobiaba el futuro, las expectativas de mi familia ni la dureza de las jornadas de estudio. Tenía un refugio al que acudir. Me desternillaba con las bromas y chanzas de Jonas, que estaba poco secretamente enamorado de Sarah y tras su escandaloso sentido del humor se escondía un romántico incurable. Me hice casi como un hermano de Mikah, con el que poco a poco empecé una extraña y llena de hormonas competición por la atención de Alaijah. Comenzamos a entrenar juntos en los pocos huecos libres de los que disponíamos en nuestras apretadas agendas, y aunque no era rival para mi velocidad y destreza, aprendí que en la lucha no todo es técnica y gracia. Por cada vez que le derrotaba haciendo gala de mis dotes de espadachín, él me hacía morder polvo tras distraerme con alguna argucia, arrojarme tierra a la cara, o propinarme un descomunal puñetazo en mi bonita cara de iluso tras pensar que estaba rendido por unos certeros barazos propinados por mi parte.
Y sobre Alaijah... ¿la quería? no lo se, diría que me enamoré de ella, aunque ahora que ha pasado un tiempo no se si fué amor o sólo atracción por su exótica belleza y contundente personalidad. Sus respuestas no dejaban a nadie indiferente, tenía un fuego dentro, que oculto tras las largas jornadas de servidumbre y explotaba por las noches como el mayor de los hechizos.

Pero como suele suceder, los buenos tiempos, los días de despreocupación, los días de infancia, acabaron pronto. Aquella noche me habían convencido para hacer algo distinto, un ritual. Tras tomar algo para reunir el valor necesario empezaron los preparativos. Llevaba casi dos meses practicandolo en las clases, el conjuro para detectar las pequeñas hebras en la realidad que produce la magia. La idea era crear una pequeña ilusión, una silla, camuflada entre otras idénticas, y hacerla brillar con el ritual. Pero cuando pronuncié las palabras, la silla no fué lo único que se iluminó. En la piel de Mikah comenzaron a dibujarse extraños motivos arcanos. Sin duda era un innato, a juzgar por su expresión parece que no le pilló completamente por sorpresa. Tras aquello la reunión acabó, y todos nos fuimos dispersando. Cuando estaba a punto de retirarme, Mikah me abordó, y me suplicó que le ayudase a controlar su mal. Los elfos no tenían innatos, pues desde pequeños se les hacían las pruebas para detectar la magia interior, que se educaba en la universidad para explotar todo su potencial. Pero para el resto de razas, que tenían prohibido el uso de la magia arcana, era una maldición. En muchos casos tenía como consecuencia la autodestrucción, al no haber nadie dispuesto a formarlos, y en el peor de los casos toparse con la inquisición. Pese a que estaba terminantemente prohibido instruir en la magia a cualquiera que no fuera elfo, y aunque Mikah lo fuera, sólo los maestros y los grandes magos lo tenían permitido, no pude negarme. Después de todo era mi amigo, y se podría decir que me habían salvado.

A los tres días había luna nueva, y comencé su entrenamiento. Empezamos con lo más básico. Ejercicios de relajación y teoría elemental. Mikah compensaba su escasa educación con una devota implicación. Cuando hubo adquirido la teoría básica y fue capaz de liberar por completo su mente, le enseñé a localizar su poder interno. Visualizarlo mentalmente como una gran esfera de mercurio que flotaba en la oscuridad, de la que podía extraer pequeñas cantidades y canalizarlas hacia afuera, en forma de energía. Aquel ejercicio le permitiría, antes de que la esfera de poder estuviese en su máximo apogeo y se desbordase de su cuerpo de forma descontrolada, y seguramente letal, hacer pequeños trasvases de energía, en forma de luz y calor, que podría disimular. Y con el tiempo y la formación necesaria, que yo no le podría suministrar, convertir en efectos más útiles. Pero esta tarea no era para nada sencilla. Algunas veces perdía la concentración y se desconectaba de su poder de forma repentina, dejándolo unas veces agotado, o incluso inconsciente, y otras expulsando de golpe una cantidad demasiado grande de magia.  Fue una de esas veces cuando todo acabó. Esta vez, en vez de un fogonazo de luz o un pequeño fuego, Mikah desencadenó una explosión, como si un trueno hubiese estallado en la pequeña despensa en la que nos encontrábamos. El ruido alertó a los guardias, que nos sorprendieron a mí intentando arreglar el estropicio y a Mikah agotado, todavía entre los dos mundos y con la mirada perdida.

Las siguientes horas las recuerdo de forma confusa. Nos separaron, me encerraron en una celda, y comenzaron las preguntas. En primer lugar el jefe de la guardia, que apenas extrajo de mí una explicación poco convincente sobre un juego mal ejecutado con unos productos alquímicos. Pero mi corazón casi separó cuando ví a mi siguiente interlocutor, varias horas más tardes. Ante mí se presentó Lorathiel, hijo de Dorlarion, el mismísimo rector de la universidad, y uno de los pocos altos magos. En ese momento supe que estaba perdido, y que sería imposible ocultar nuestro secreto. Me saludó, se sentó, y se limitó a observarme en silencio. Noté una ligera jaqueca, como si algo estuviese entrando en mi mente, y a los pocos minutos se levantó y se marchó, sin mediar palabra. No recuerdo cuánto más estuve encerrado, pero finalmente dos guardias me sacaron de mi celda. Me condujeron al exterior, al patio interno del rectorado de la universidad. Había hileras de sillas, todas ocupadas tanto por élfos como humanos. Distinguí muchos rostros, profesores, Ikster Martyen, acompañado de su séquito más distinguido, a padre y madre, con semblante serio… y delante de todos ellos, en una fila separada del resto, a Mikah, Jonas, Sarah, Alaijah y una silla vacía, a la que me condujeron. Aquello era un juicio, y tenía una pinta terrible.