Tres días después en las ruinas de una capilla abandonada en
lo alto de un acantilado, tres hombres
fumaban y bebían, ignorando que un cazador de hombres les acechaba. Dereck había logrado encontrar su campamento horas
antes, pero en vez de atacar directamente se había sentado pacientemente a
esperar una mejor ocasión. Había dejado dos caballos que le había prestado
Jasón bastante lejos y había acechado a sus presas durante casi ocho horas,
esperando a que se dividieran. Podían ser unos desgraciados y no tener
verdaderas nociones de combate, pero la bazofia que les había podrido el
cerebro durante años les podía conferir una fuerza y una resistencia al dolor
sobrehumanas, así que eran peligrosos, sobre todo si se enfrentaba a los tres a
la vez.
Ecram fue el primero que se separó de los demás. Se ocultó
entre unas rocas y se bajó lo pantalones para hacer sus necesidades. Debían de saber que era cuestión de tiempo
que enviaran a alguien como él para cazarlos, pero el tipo no tomó la menor
precaución. Claro que el apodo de “el
lince” era irónico. Incluso antes de que se enganchara a las drogas, ese
desgraciado había sido un simple. La primera noticia que tuvo de la presencia
de Dereck fue su mano tapándole la boca y su espada corta clavándose en su
espalda. Un novato habría apuñalado a su víctima en el corazón, lo que siempre
era mortal, pero un veterano sabía que a veces un hombre podía sobrevivir
durante unos instantes, que habitualmente empleaba para gritar como un cerdo en
llamas, alertando a todo ser viviente en dos millas a la redonda. Por eso había dado la estocada más a la derecha,
pegada a la columna vertebral, paralizando ambos pulmones. La muerte no era
instantánea, pero evitaba el menor susurro. Miró a los aterrados ojos de aquel
imbécil que sabía que se moría, mientras en un vano intento de respirar
boqueaba como pez fuera del agua y tuvo la certeza de que sus crímenes no
habían sido idea suya. Era demasiado estúpido para planear nada. Así que
decidió poner fin a su miseria con una segunda puñalada, esta sí directa al
corazón.
Se alejó del cadáver y buscó una posición de disparo. Destacaban las ruinas de una torre en lo alto
de una colina, que era una posición de tiro inmejorable. Algo menos de media hora después apareció su
segunda presa. Zils, el hijo de Sverick, era un tipo enorme, y sin ser ninguna
lumbrera, poseía una astucia cruel. Su padre había pertenecido al gremio de
ladrones, pero él había sido demasiado brutal, indisciplinado e impaciente para
seguir sus pasos. Ni qué decir tiene que el volverse adicto a la medialuna
tampoco le había ayudado mucho a estabilizarse. No iba a ser tan fácil. Zils se
movía con algo de cautela, buscando la protección de arbustos y trozos de muro,
y llevaba una armadura de escamas que le cubría el pecho. Pero le quedaba
corta, seguramente por habérsela robado a alguien mucho más bajo que él. Dereck apuntó con su arco, se tomó unos segundos, y
disparó una flecha contra el desprotegido vientre, seguida rápidamente de otra
que le acertó en un muslo, asegurándose de que su víctima no iba a poder ir a
ninguna parte, y se deslizó hacia una nueva cobertura.
Los gritos de dolor de Svericksonn atrajeron al tercero en
discordia. Felon Cartermin siempre había sido un pájaro de cuenta, y, al
contrario de sus dos compañeros, siempre había sido listo. También era un
cabrón egoísta y mezquino. Lo suficiente para no acercarse a su amigo, que se
desangraba en el suelo e imploraba su ayuda. En vez de ello saltó de una
cobertura a otra aproximándose a los restos de la torre. Cuando estuvo lo
bastante cerca arrojó varios frascos , que estallaron envolviendo las ruinas en
fuego alquímico.
Inorando la agonía de Zils, Catermin estalló en una retahíla
de carcajadas salpicadas de insultos y menciones a su propia superioridad
mental, física y viril. Parecía que no hubiera nada capaz de detener semejante
exceso verbal. Hasta que una flecha le impactó en los genitales.
Dereck salió de entre unas rocas. Una posición de tiro decente. No tan buena
como la torre, pero con la ventaja de no ser tan evidente. Cualquier novato que
se hubiera apostado en ella sería carne abrasada a esas alturas. Se aproximó
tranquilamente a Felon, que gritaba y lloraba hecho un ovillo mientras que se
sujetaba la entrepierna, le volteó de una patada, le puso las manos a la
espalda y se las ató a una enorme piedra que en tiempos pertenecería a la
torre.
Se marchó sin decir una palabra, mientras que Felon se fue
recuperando del shock inicial y volvía a dedicarle todos los insultos conocidos
por el hombre, y algunos otros que debían proceder de otros planos. Volvió
cuarenta minutos más tarde con los caballos. En uno cargó los cuerpos de Ecram
y Zils, que había muerto desangrado durante su ausencia. Catermin seguía muy
vivo. La flecha que le había disparado era de punta cónica, de las que se usaba
para atravesar armaduras, que apenas producía sangrado, a no ser que acertara
en una vena principal. La extrajo con algo de dificultad, ya que se había
clavado profundamente. Felon se desmalló del dolor, y así pudo cargarlo en el
segundo caballo sin problemas. También aprovechó para amordazarlo para que no
le diera la tabarra durante el viaje.
Una semana después
tuvo lugar la ejecución de Felon Catermin. En realidad había sido
sentenciado apenas tres días después de su captura tras un juicio contra él no
había durado más de un día, tras un pero hasta ese momento no había podido
llegar el verdugo, un profesional de la capital. Dereck pensó que la espera
había valido la pena. Ese hombre era todo un artista en su sangriento oficio, y
desolló al infortunado bandido en pocos
minutos, sin tocar ninguna vena ni órgano importante, de modo que iba a tardar
muchas horas en morir encerrado en una jaula colgada de un poste, donde los
cuervos comenzaban a congregarse. El
cazarrecompensas se aproximó al palco de las autoridades, pero en lugar de
dirigirse al mismo se acercó a una joven de aspecto humilde con la cara muy
pálida, que parecía dudar entre mirar o no el sangriento espectáculo. Aunque parcialmente sanado por el tiempo, su
rostro aún reflejaba el rastro de la brutal paliza que el hombre de la jaula le
había propinado al violarla. Las hijas de Grunier, que también habían pasado
por el mismo infierno, habían recibido sanación mágica al poco del incidente,
pero el rico mercader no había estado dispuesto a pagar para que curaran a sus
criadas. Los ricos eran avaros, uno de los motivos por los que seguían siendo
ricos.
Dereck la saludó
cariñosamente. Su nombre era Ariadna, y era la hermana de Naria, su
difunta esposa. Ella le miró con una
mezcla de tristeza y preocupación.
-“Tienes un aspecto horrible.”- Dereck se encogió de
hombros, pretendiendo quitarle importancia. –“Bueno, supongo que yo tampoco
tengo el mejor aspecto del mundo.”
Aquello no era cierto del todo. Pese a tener el labio
partido y un ojo algo hinchado, con el tono pardo amarillento de la hinchazón a
medio curar, seguía siendo hermosa. Le recordaba tanto a su Naria que casi
dolía. Lo que más le preocupaba de su aspecto no eran las heridas, sino que su
habitual expresión alegre hubiera desaparecido de su cara. Estaba claro que las
secuelas más graves de lo que le había ocurrido no eran físicas.
-“Sólo quería saber qué tal te encuentras.”
-“No sé .Como siempre…”
-“Mira, no es una pregunta de cortesía. En serio quiero
saberlo. Y si no estás bien no quiero que te lo guardes. Sabes que conmigo no
necesitas andarte con remilgos.”
La fachada de tranquilidad de Ariadna se resquebrajó
rápidamente.
-“Maldita sea, Der… No me hagas esto… No necesito que cuides
siempre de mí. No quería que te jugaras la piel para traer a ese monstruo. Ni
necesitaba ver toda esta salvajada…”
-“Lo siento, Ari. Por todo. Por haberlo traído sin
consultarte, por no haber estado ahí cuando te pasó eso. Pero al menos quería
darte la oportunidad de elegir, ¿sabes? Decidir si necesitabas ver esto o no.
Lo siento, porque no te merecías esto y nunca debió haberte pasado. Pero te
pasó, y necesitas tomar decisiones sobre qué vas a hacer para superarlo.”
-“Ya, ¿como tú superaste lo de Naria?- su expresión se tornó
sarcástica, con una pizca de furia. Un golpe bajo, pero seguramente se lo
merecía, así que decidió no tomárselo a pecho.
-“Mira, que yo no lo hiciera demasiado bien no significa que
tu tengas que hacer lo mismo. Tienes toda la vida por delante y estás a tiempo
de hacer que sea buena. Eso que sientes es veneno, no puedes quedártelo dentro.”
Ariadna titubeó durante unos instantes, hasta que finalmente
se derrumbó y rompió a llorar, abrazada a su cuñado, que la acogió con
suavidad. Dereck miró de reojo la jaula donde los cuervos comenzaban a acosar a
Felon Catermin. En realidad no estaba seguro de si ver aquello era lo que
Ariadna necesitaba, pero sin duda le sentía bien a él. La venganza era por los
que se quedaban. En realidad nunca era por los muertos.