Si el problema es esperar,
no tendría más problemas;
a mi el tiempo no me quema,
ni hay prisas por llegar
y hacer trizas el escudo
que no deja estar desnudo
al latir del sentimiento;
este mundo tan atento
no nos deja de juzgar.
Si el problema es resistir
mucho tiempo sin tu abrazo,
que es igual que latigazos,
que de sal se han de cubrir,
entonces estoy dispuesto;
la esperanza es el repuesto
de la piel que sustituye
cuando todo se diluye
en la noche de las lágrimas
que no calman a las ánimas
que custodian cementerios.
Al final no quiero más
que poder contar segundos
y escribir versos rotundos
del que no cesa jamás
de buscar la coherencia,
abrazado a la paciencia,
del que no fuerza las cosas,
que las flores más hermosas,
necesitan de más tiempo.
Si el problema es el momento,
la distancia nos separa,
o la edad que se dispara...
yo lo escribiré en un cuento
donde todo acaba bien.
Con fuerza de voluntad
y la fe en la otra mitad,
al final llegará el tren
donde viajan las miradas
y las caricias guardadas
de las que tú eres la dueña.
Si el problema es inventar
otra vida tras la muerte
y poder tener la suerte
de volverte a encontrar,
hallaría la manera
para que la primavera
nos dejara abrir los ojos
y le abriera los cerrojos
a tener otra ocasión,
donde no haya precipicios
y sí un tiempo más propicio,
de alcanzar tu corazón.
Y ahora dejo de pensar,
porque es perder el tiempo
y no arregla el contratiempo
que requiere de actuar,
de escribir lo que provocas
en el viento y en las rocas,
y que en el amanecer,
puedas verlo sin problemas,
con la tinta de las gemas
donde quiera que tú estés.
No hay problemas que me impidan
ir al borde el extremo,
que mañana ya veremos
lo que traerá la vida.