Hoy estaba oyendo uno de esos audios de relajación que me pongo para dormir y hablaban sobre la gratitud, en un momento dijeron que sería bueno escribir una carta a la persona a la cual nos sentimos agradecidos.
Yo he escrito algunas, las he entregado, pero me vino a la mente un episodio que me sucedió con una carta que escribí y que dudé en entregar.
Había terminado con R de manera muy mala, y me dolió que fuese así pero él lo quiso así. Y resulta que yo me sentía fatal porque no me gustaba que hubiese terminado así, yo quería terminar bien, no quedarme a ser su amiga, pero sí terminar bien, en paz, cerrar el ciclo y que cada uno siga su camino. Busqué la manera pero lo único que pude hacer fue escribirle una carta que guardaba en mi agenda mientras llegaba el momento de entregársela. En ella le agradecía por todo lo positivo que trajo a mi vida, porque sentía que a pesar de todo quería agradecerle por lo que fue bueno para mí, también le daba mi adiós definitivo y mis buenos deseos para su vida. Por cosas del trabajo, del tiempo y que tampoco quería verlo opté por guardarla y esperar a mi último día en Surco para dársela. Para ese entonces yo ya salía con otra persona.
Recuerdo que un sábado estaba por volver a casa y una mujer con algunas alteraciones mentales se me acercó en la parada del bus, me pidió ayuda para cruzar y tomar su bus, yo al verla tan desprotegida quise ayudarla y pues la acompañé. Pero oh sorpresa ella estaba perdida, le pedí un número de teléfono para llamar a algún familiar suyo y no me supo dar razón, entonces pensé en acudir a serenazgo o la policía pero no logré comunicarme con nadie. Para esto, la mujer andaba con dinero en mano y alegremente enseñaba sus billetes a cualquiera; yo falta de bolsas o lo que sea para que guarde su dinero y que no se lo quiten cogí mi agenda, saqué la carta del sobre y metí su dinero ahí y le dije que tenga cuidado que si lo iba mostrando le iban a robar. Seguí tratando de buscar ayuda pero ella se fue, no me hizo más caso. La perdí de vista. Yo llevaba como dos horas de retraso y me esperaban dos horas de viaje para volver a casa, me moría de hambre y andaba escasa de dinero, nada me subí a mi bus y me fui con la congoja de la mujer que no pude ayudar.
El lunes siguiente cuando le conté a una amiga lo de la carta se echó a reír y me dijo: es que él no se merece tu carta. Igual yo la seguí guardando para entregarla a su destinatario.
Semanas después en una aparatosa aventura me robaron el bolso y con él la agenda y toda mi vida (documentos y tarjetas incluídos), me vi en una serie de trámites, la falta de mi agenda me molestaba, la falta de varios objetos con valor sentimental me entristecía... Hasta que mi amiga y yo reparamos que con la agenda se fue la carta. Ambas nos reímos. El destino de esa carta era no llegar jamás a las manos de R. al fin y al cabo.