El que mira desde afuera a través de una
ventana abierta no ve nunca tantas cosas como el que mira una ventana cerrada.
No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso y más
deslumbrante que una ventana iluminada con una vela. Lo que se puede ver bajo
el sol es siempre menos interesante que lo que pasa atrás de un vidrio. En ese
agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, sufre la vida.
Más allá de las olas de los techos veo a
una mujer madura, arrugada ya, pobre, siempre inclinada sobre algo y que no
sale nunca. Con su cara, con su ropa, con su gesto, con casi nada, rehíce la
historia de esa mujer o más bien su leyenda, y a veces me la cuento a mí mismo
llorando.
Si hubiera sido un pobre viejo, habría
rehecho la suya con la misma facilidad.
Y me voy a acostar, orgulloso de haber
vivido y sufrido en otros y no en mí.
Quizá ustedes me digan: “¿Estás seguro de
que esa leyenda es la verdadera?” ¿Qué importa cuál puede ser la realidad que
está fuera de mí, si ella me ayuda a vivir, a sentir que soy y lo que soy.
Charles Baudelaire
Poemas en prosa