lunes, 6 de abril de 2009

La biblioteca de Luis del Razo.

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Cuando se nacionalizaron las bibliotecas conventuales durante la segunda mitad del XIX se pensó en utilizar sus acervos para enriquecer la Biblioteca Nacional, el propósito se vio frustrado, solamente algunos (curiosamente los menos valiosos ) llegaron a su destino.
La mayoría pasó a manos de libreros que los pusieron de inmediato a la venta, ofreciendo libros que difícilmente se volverían a ver en librerías. Precisamente durante esta época dorada, algunas personas actuaron de manera no muy lógica pero si bastante entendible, entre ellos el acaudalado Luis del Razo ocupa un lugar muy especial.

Fernando Benítez nos narra lo siguiente:

Su biblioteca no se hallaba agrupada amorosamente en el mejor aposento de su casa, sino dispersa en la mansión que fundara el filántropo conde Romero de Terreros, consuelo de pobres y alivio de arrancados; ya que don Luis del Razo para comprar nuevas obras, empeñaba grandes lotes de libros con grande pena de su parte. En compensación llevaba un gran número de papeletas de empeño, cuidadosamente clasificadas. Cuando alguien le preguntaba por determinado libro. después de entendida la pregunta -cosa que acontencía a la tercera o cuarta vez de formulada, pues era sordo como una tapia- se apresuraba a contestar: - Por supuesto que lo tengo- y mostrando una papeleta agregaba: Aquí tiene usted a Veytia, y aquí están las Disertaciones de Alamán, aunque bastante reducidas.

Era el único hombre que podía alardear de llevar consigo siempre su numerosa biblioteca.2

1. Nacional Monte de Piedad.
2. Benítez Fernando. Cuatro bibliómanos del siglo XIX. México. Revista de Revistas, 2 de septiembre de 1934.

viernes, 3 de abril de 2009

El altar de la Virgen de Dolores entre libros.


Año con año la tranquilidad en la que se encontraba la biblioteca de mis abuelos se veía alteraba durante unos días debido a que era el lugar elegido para colocar el altar de Dolores, una de las tradiciones más arraigadas en la Nueva España desde sus primeros años. No era casual que se levantara resguardado entre libros, finalmente así se había hecho durante siglos primero en Santa María de los Lagos (Lagos de Moreno) posteriormente en la ciudad de León Guanajuato y finalmente en la ciudad de México, como buena familia de origen alteño preservar las tradiciones era fundamental.
El viernes anterior al viernes Santo se colocaba un altar con una imagen de la Virgen Dolorosa, sobre un manto morado se ponían naranjas atravesadas por banderitas de papel picado, trigo sembrado con quince días de anticipación y lo que más disfrutábamos, los vitroleros llenos de agua de sabor limón con chía, naranja, horchata, jamaica y tamarindo.

Mis abuelos ya no están con nosotros, su biblioteca se encuentra dispersa y la tradición del altar de Dolores casi extinta, sirvan estas líneas y la imagen de su último altar, como un recordatorio para todo ello el día de hoy 3 de abril del 2009 viernes de Dolores.

miércoles, 1 de abril de 2009

Bibliografía Mexicana del siglo XVI: Catálogo razonado de libros impresos en México 1539-1600. García Icazbalceta, Joaquín.


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Con la Bibliografía del siglo XVI quiero comenzar una serie de entradas que traten sobre las principales fuentes para el estudio del libro en México.

Me parece que no hay libro más apropiado para iniciar, que el de García Icazbalceta, el cual a pesar de sus 122 años de existencia sigue siendo una obra de consulta obligada para cualquier persona interesada en el tema. Después de cuarenta años de grandes trabajos y tras costear con  recursos propios la impresión, le fueron entregados al autor el 18 de diciembre de 1886 los primeros ejemplares de la Bibliografía Mexicana.
La Bibliografía incluye además de lo que sería propiamente el catálogo de libros, algunos interesantes ensayos como: La introducción de la imprenta en México, Los Médicos en el siglo XVI, La industria de la seda, los autos de Fe, y veinticinco biografías entre las que destacan la de Fray Pedro de Gante y la de Maturíno Gilberti, todos ellos realizados con la erudición y el rigor académico que caracterizaron a don Joaquín. Finalmente el libro se acompañó de hermosas reproducciones de todas las portadas que el autor tuvo disponibles por medio de fotolitografías, poniendo cuidado hasta en el más mínimo detalle.
La primera edición fue de 350 ejemplares, número que resultó insuficiente, ante la expectativa que había generado entre los estudiosos, aunada a la corta tirada habría que restarle los que no pudieron ponerse a la venta, debido a un desafortunado evento :
"El encuadernador de mi último libro me ha ensuciado y estropeado un gran número de ejemplares (más de 80) y voy a ver los que puedo reparar con los pliegos y estampas sobrantes".2 No se sabe en realidad cuantos se lograron reparar.

Los diez pesos en los que se vendió en 1886 no fueron obstáculo alguno para que se agotara en poco tiempo la edición. Ante la necesidad de contar con tan imprescindible texto el Fondo de Cultura Económica realizó en 1954 una nueva edición, teniendo el acierto de encargarle la misión a Agustín Millares Carlo quien no contento con reproducir lo hecho por don Joaquín, colocó las adiciones del mismo don Joaquín, las de Toribio Medina y algunas otras que se habían ido acumulado en los últimos sesenta y ocho años, conservó el planteamiento original y respetó el eje cronológico de presentación. Comprendiendo la doble naturaleza del libro se esmeró en hacer de esta útil herramienta un objeto hermoso, presentando un libro en 4o mayor, planos en tela, lomo cuajado, 581 pp. y 156 láminas. De nueva cuenta los 2100 ejemplares que se tiraron resultaron insuficientes. De esta edición, aunque escasa es posible todavía hacerse de algún ejemplar.

Curiosamente en la actualidad resulta más fácil y más barato adquirirla en el extranjero vía internet.









1. Edición de 1954.
2. Bernal, Ignacio. Correspondencia de Nicolás León con Joaquín García Icazbalceta. México. UNAM. 1982. p.140

viernes, 27 de marzo de 2009

Noticia del descubrimiento de Tajín 1785.

Dentro de los impresos más curiosos de la Nueva España a finales del XVIII destacan los ejemplares de la Gazeta de México de Antonio Valdés, publicación quincenal que fue editada desde 1784 hasta 1810. Su lectura resulta deliciosa y nos transporta de inmediato al mundo novohispano en toda su complejidad. En sus páginas es posible enterarnos de los últimos adelantos científicos, la cantidad de plata acuñada, el extravío de un reloj o la consagración de un nuevo templo, pero en ocasiones hay noticias que parecen sumergirnos en una obra de Julio Verne, como la publicada el 12 de julio de 1785 en la que se avisa de un inspector de la ronda del tabaco que andando en busca de sembradíos ilegales entre los montes, descubre una ciudad perdida con todo y su pirámide.

PAPANTLA.

"Como a fines de Marzo del presente año Don Diego Ruiz, Cabo de la Ronda del Tabaco de esta jurisdicción, andando cateando los montes de ella con el fin de exterminar las siembras del Tabaco, como es su obligacion: en el parage llamado en lengua Totonaca del Tajin , que en la nuestra significa del rayo ó trueno , por el rumbo del poniente de este pueblo , a dos leguas de distancia entre un espeso bosque, halló un edificio de forma piramidal con cuerpo sobre cuerpo a manera de una tumba hasta su cima o coronilla: por la cara que mira al oriente tiene una escalera de piedra de sillería, como lo es toda la del Edificio, cortada a regla o esquadra, cuya escalera se compone de cincuenta y siete escalones descubiertos, conociendose efectivamente que otra gran porcion de escalones se encuentran subterrados siguiendo su natural descenso entre la maleza y broza del terreno..." 1


El editor de la Gazeta cumpliendo con la palabra empeñada , hizo entrega de la estampa permitiendo añadirla en e l lugar correspondiente al momento de encuadernarla.



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Resulta asombrosa la manera en que el dibujante se aproximó a la estructura original, tomando en consideración que la pirámide se encontraba en medio de la selva cubierta por arboles. La fotografía que mostramos se tomó 118 años después , cuando ya se había retirado la capa vegetal que la cubrió por siglos.


1 Gazeta de México 12 de julio de 1785 p. 349-350.

2 Fotografía de Eduard Seller 1903.

miércoles, 11 de marzo de 2009

La Biblioteca de Bernardo de Balbuena.

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Cuando Bernardo de Balbuena desembarcó en San Juan de Puerto Rico, seguramente creyó que su valiosa biblioteca había salvado todos los peligros que implicaba transportarla durante años por las inquietas aguas del mar Caribe, desde México rumbo a Jamaica, posteriormente a la isla de Santo Domingo y finalmente a Puerto Rico.
Muy lejos estaba de imaginarse que en septiembre de 1625 el pirata holandés Balduino Enrico atacaría con 17 barcos y 1500 soldados la ciudad de San Juan, que ante la negativa de rendirse la redujo a cenizas. El obispo perdió todas sus posesiones incluyendo su querida biblioteca que además de contener los libros que había atesorado a lo largo de su vida, en ella se encontraban sus obras inéditas como La alteza de Laura, las cuales se perdieron para siempre. Al dolor de la perdida se sumó la pobreza, en el devastado San Juan la calidad de obispo no lo libró de la miseria.
Lo único que podía salvarlo de su precaria situación era la pronta llegada de los caudales del "situado mexicano" que era como se le llamaba al subsidio que llegaba de la Nueva España, pero el dinero que esperaba, llegaría después de su muerte.

Así como desapareció su biblioteca entre las llamas, comenzó a extinguirse la vida de Bernardo de Balbuena.

Lope de Vega y Carpio le dedicó al triste suceso en El Laurel de Apolo las siguientes líneas:

Y siempre dulce tu memoria sea
Generoso prelado,
Doctísimo Bernardo de Balbuena,
tenias tu el cayado de Puerto Rico,
cuando el fiero Enrique
Holandés Rebelado
Robó tu librería
pero tu ingenio no, que no podía.

1 Grabado que se incluyó en la 1a edición de Grandeza Mexicana. Impresa en México por Melchor Ocharte en 1604.

martes, 10 de marzo de 2009

Un oficial de Cristóbal Plantino en la Nueva España.


La información que tenemos acerca del origen de los pobladores que vinieron a la Nueva España durante el siglo XVI, nos indica que aparte de los procedentes de la península Ibérica llegó un considerable grupo de otras partes de Europa. Una de las actividades que favoreció tal migración fue el arte de imprimir. A este grupo perteneció Cornieles Adriano conocido en la Nueva España como Cornelio Adriano César quien vio su primera luz en la ciudad de Harlem en los Países Bajos, desde joven se interesó por aprender la técnica y secretos de la impresión llegando a ser oficial en la célebre imprenta de Cristóbal Plantino en Leyden.
Arribó a la Nueva España a finales del s. XVI contratado para trabajar en la imprenta de Pedro Ocharte , con el sueldo de 170 pesos anuales, aparte de casa, comida y ropa limpia. Fue acusado por la Inquisición de haber emitido públicamente opiniones luteranas, sus bienes fueron decomisados y se le condenó a permanecer encarcelado durante dos años en el convento de Tlaltelolco, en donde se dedicó a trabajar en la imprenta que se encontraba ahí. Una vez liberado contrajo matrimonio en 1604 con Luisa Robles y laboró como cajista del impresor Diego López Dávalos.
A pesar de los problemas en que se vio envuelto, gracias a sus dilatados conocimientos gozó del reconocimiento de sus contemporaneos.

domingo, 1 de marzo de 2009

RUINA Y DESTRUCCIÓN DE LA PROFESA Y SU CASA DE EJERCICIOS. 1846.





Una de las construcciones más hermosas del centro de la ciudad de México eran el conjunto que formaban La iglesia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús y su oratorio, los cuales se edificaron sobre la primitiva iglesia del siglo XVI que quedó devastada por la terrible inundación de 1629. Su construcción inició en el siglo XVII concluyéndose el año de 1720. En 1767 al ser expulsada la Compañía, el conjunto pasó a formar parte de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, aunque rebautizaron el templo con el nombre de San José del Real, hasta la fecha todo mundo lo conoce como la Profesa.
Debido a la excelente ubicación del gran predio que adquirieran los jesuitas en 1585, no faltaron los intentos de destruirlo.

En 1846 d. Francisco Arbeu presentó el proyecto para prolongar la calle de la Alcaicería con dirección al callejón de Mecateros, con el fin de abrir una calle que terminara en el Teatro Nacional de Santa Ana lo cual implicaría necesariamente partir en dos a la Profesa.
El regidor Juan José Baz fue el presidente de la comisión que designó el ayuntamiento para "entender este negocio".
El documento que presentamos es la respuesta que dio el Prepósito del Oratorio Dionisio Pérez y Callejo a la propuesta del regidor. Los contundentes argumentos que fundamentaron su oposición los divide en tres tipos: los de orden físico, de orden moral y de orden legal. Su argumentación invalida una a una las supuestas ventajas del proyecto.
Es probable que el argumento con mayor peso para evitar en esta ocasión la destrucción fuera la inmediata publicación y difusión del presente impreso entre los capitalinos.
Como ya es conocido dieciséis años después en 1862, la Profesa fue mutilada cuando se destruyó el edificio que albergaba la casa de ejercicios, para construir la calle de 5 de Mayo.
Convirtiéndose en una más de las muchas joyas arquitectónicas virreinales que perdimos para siempre.

Pérez y Callejo, Dionisio. Ruina y Destrucción de la Profesa y su casa de ejercicios de México. México, Imprenta del Católico dirigida por M. Arevalo. 1846. 24 pp.
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