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Suena el teléfono. «¿Sí?», dice Mamen. Una voz masculina contesta: «Soy el antiguo inquilino. He olvidado una cosa importante junto al teléfono. ¿Cuándo puedo pasarme?». Antes de abrir la boca, Mamen visualiza lo que va a ocurrir. Responderá que si le viene bien el sábado por la tarde. Él le dirá que sí y se presentará allí. Ella abrirá y se darán dos besos. Se llamará Javi. Tras unas breves impresiones sobre el barrio, Mamen lo invitará a una copa. Se sentarán frente a una caja de cartón de la mudanza. Servirá unos güisquis en vasos de plástico y mantendrán una conversación mientras comen aceitunas sin hueso. Le convencerá para que se quede a cenar. Primero hablarán de trivialidades, como lo caro que es quitar el gotelé, y luego intercambiarán información sobre su estado civil. En el postre se besarán, caerán sobre la mesa de cartón y acabarán en la tarima flotante, como si nadaran sobre aguas turbulentas. Por la mañana desayunarán. Javier preguntará por el objeto que había junto al teléfono. Mamen responderá que rodó hasta el suelo, que se hizo añicos al golpear contra las baldosas y que tiró los cristales a la basura. Él pensará que se la ha robado y se marchará indignado. Pero eso es el futuro.
—¿Te viene bien el sábado por la tarde?