Hola,
En este preciso instante, un senegalés llamado Yael, conduce un taxi por Manhattan pensando que todas las españolas somos unas zorras cachondas hambrientas de pollas de color chocolate. No sé si tiene razón pero sí sé que tiene un motivo para pensar así: Yo.
Encontré a Yael en el aeropuerto el mismo día de mi llegada. El esperaba una clienta y yo buscaba quien me llevara a la esquina de Vernon Blvd con la 47. Siempre que cojo un taxi pienso que me están timando y en esta ocasión no fué diferente. Cruzamos frente al enorme cementerio de Flushing Meadows sin que yo pudiera apartar los ojos del taxímetro. Me habían dicho que la carrera debía costarme entre cuarenta y cuarenta y cinco dólares pero cuando el taxímetro marcaba treinta y dos el coche se detuvo. No podía creerlo. "Thirty two?", pregunté sorprendida. El taxista asintió. Calculé cuatro dólares de propina pero le dí ocho. Al ver los dos billetes con el rostro del presidente Jackson, Yael me enseñó sus blanquísimos dientes africanos y me dijo que si volvía a necesitar un taxi le telefoneara al número de la tarjeta.
La primera noche no pude dormir. Dicen que hay remedios contra el jet lag pero yo no los conozco. Cierras los ojos y te esfuerzas en dormir un poquito más. No hay manera. Entonces la cabeza empieza a darte vueltas y sin saber cómo te topas con la imagen del taxista senegalés. Te subes a su taxi y a mitad de camino se detiene en un descampado. Se baja los pantalones y antes de que te viole te lo follas tú a él. Das vueltas en la cama intentando dormir. Tienes su número de teléfono en el bolso. Cierras los ojos y piensas en otra cosa.
Isamo Noguchi fue un escultor japonés del siglo pasado. En Queens, cerca de las marmolerías con las que trabajaba, tuvo su último taller. Hoy ese taller es un museo y una fundación. Llegar hasta allí no es fácil, el metro queda a una tirada y el único autobús que pasa por la zona no llega nunca. A la salida nieva y hace frío. Podría caminar hasta el metro pero corro el riesgo de congelarme o de ser asaltada por una banda de coreanos. También tengo el teléfono de Yael y una excusa para llamarle. Pruebo.
Yael me identifica nada más escucharme. Le digo dónde estoy y me dice que cuando nieva prefiere no coger el taxi. Además vive en el Bronx y cree que, por unos dólares, el viaje no le merece la pena, que quizás por algo mas... ¿Algo más? ¿a qué se refiere? ¿algo más de dinero? ¿algo más de propina?
(Ultimamente he optado por la táctica de decir las cosas tal y como se me pasan por la cabeza, sin andarme con rodeos. El camino más corto entre dos puntos es la línea recta y eso es lo que yo hago, voy derechita. Esta actitud suele pillar a la gente de improviso, sin una respuesta preparada pero, por lo general, me da buenos resultados)
(...) ¿Algo más? ¿algo más de dinero? ¿algo más de propina? ¿what about a blowjob? Yael se queda seco, como si lo que acabara de escuchar no fuera lo que acaba de escuchar. Titubea y me pregunta dónde estoy exactamente. Se lo digo. Dice que tardará más de media hora. Le digo que no se preocupe, que puedo hacer tiempo en el museo. Me detengo frente a esta escultura.
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No es una escultura propiamente fálica aunque, dadas mis circunstancias, eso es lo que me parece. Al rato llega. No me atrevo a mirarle a los ojos. El tampoco. Quizás piense que todo es una confusión. Quizás estemos
lost in traslation. Quizás se lo tome como una broma. No pasaría nada si fuera así. Tampoco yo estoy segura de lo que voy a hacer. Entonces me pregunta que dónde quiero ir y yo le contesto que dónde quiere ir él. Parece nervioso. Yo también lo estoy aunque no se me note. Si fuera Muñoz Molina escribiría que "vine a Nueva York a follarme a un negro al que no había visto nunca". Si fuera Robert Beck tendría una colección de frases que empezaran por "mueve tu negro culo". No soy ninguno de los dos y, simplemente, es la primera vez que voy en un taxi sin prestarle atención al taxímetro (...).
Besos.
Beta
(Este post también ha sido publicado en
CL Mag, una revista cultural on line donde colaboro porque me lo pidió
Laura "pintamonadas", una de las mejores ilustradoras españolas vivas y a quien ni he sabido ni he podido ni he querido decir que no)