Llaman a la mesa pero no importa,
aún tengo tiempo para la última réplica. Maldición: el Anfitobeum la ha
previsto, alza las alas y escupe un rayo de fuego. Me queda un Ataque Agua.
Disparo y el chorro entra por sus fauces. Cae de espaldas, fulminado. Humea,
intenta levantarse. Dicen que estoy muy mayor para jugar a esto pero oigo ‘¡estamina
baja!’ y no puedo dejarlo, tengo que hacer un último esfuerzo para pasar de
nivel. Activo el Bono Estamina que he ganado con el impacto y un rugido l.000
decibelios rompe sus tímpanos alienígenas y me coloca tres estrellas en el
vértice, y una vida.
La consola vibra, una gran onda
expansiva incinera la pantalla y alguien dice a lavarse las manos,
a comer. ¡Maldita sea!, hay Partida Nueva y un Mentoniak salta a la
arena, furioso. Imposible dejarlo ahora. Es un Mentoniak Blue y avanza decidido
hacia mí. Sé que tiene una Burbuja Eléctrica; si me adelanto, aún puedo
interceptarla.
El Mentoniak levanta la cola de
escorpión y por una fracción de segundo sé que debo empuñar el escudo, pero la
tercera llamada a la mesa me distrae, titubeo y no lanzo el ataque.
Mi perdición. Culebrea a una velocidad
de mil demonios y con su alfange de escorpión me cercena la cabeza a la altura
de los cuernos. Noto cómo el cerebro me salta por los aires, me estalla el
pecho y mi sangre verde salpica alrededor mientras un tintineo de fondo
proclama que los puntos se acumulan fatalmente en el marcador contrario.
Para David (que siempre cena).