Debido al trabajo de la creación y publicación de los primeros números de Esdrújula. Revista de filología (www.losfilologos.com/esdrujula), así como a la creación de la nueva página web (www.losfilologos.com), tenemos que reconocer (no nos queda otra) que hemos tenido este blog ciertamente abandonado.
Nos gustaría retomarlo con la idea original con la que nació, la de estar abierto a la participación de todo el que quiera escribir unas líneas relacionadas con la filología. Es por ello que os invitamos a participar en el blog, enviándonos vuestros escritos, a los que daremos difusión a través de nuestras cuentas de Twitter y Facebook. El primer ejemplo, lo podéis ver ya publicado (Las lenguas de Mallorca).
martes, 19 de junio de 2012
Las lenguas de Mallorca
Me gustan los
veranos en Mallorca. Hoy he salido con mi portátil a una terraza de Cala
Ratjada. Siempre busco una frente al mar, para así quedarme mirando las aguas
por horas. En esta época, evito las playas. Solo cuando es invierno, me siento
a observar las olas ahí, cuando la arena ya está desinfectada de guiris color
gamba.
No obstante, debo confesar que lo que más amo de esta isla es su heterogénea realidad lingüística. Sin ir más lejos, el café que bebo en este momento me habla en alemán. En esta lengua, también habla la tarta que he pedido hace un momento. Kaffee und kuchen les grito cuando los veo pasear por el paseo marítimo. Son muy amables y educados, aunque un poco repetitivos. El tema de conversación siempre es lo bello que es Mallorca en época estival. No siempre les entiendo. En general, muevo la cabeza y digo ja, ja, genau.
Pero esto no solo pasa en mi pueblo. Cuando salgo por Cala Millor, los cocktails y las cervezas me hablan en inglés. Comentan que no quieren volver a su frío país, para luego pasar a discutir de fútbol. En Can Picafort, los helados se quejan de la recesión en italiano mientras que en Font de sa Cala, las cenas cuentan chistes en francés. También es curioso que las playas de esta isla sean tan presumidas. Quieren pasar por multilingües, pero con suerte saben cinco palabras en inglés y dos en alemán. Lo sé porque siempre las playas piden a los turistas que no dejen basura tirada, y está claro que nadie las entiende.
Las rocas y la sierra hablan latín. Intentan compartir su conocimiento ancestral pero no muchos comprenden. A veces cuando presto atención, entiendo la idea principal de lo que hablan. Mas al que realmente nunca puedo entender es al mar. Estoy seguro que habla fenopúnico. Pienso que intenta, con su canto, alertarnos de los peligros que ocasiona la insensatez humana. Pero los edificios y chalets de la costa, que solo hablan castellano, nunca entienden nada. Yo tampoco entiendo al mar, sin embargo, sé que sus palabras son sabías. Palabras necias jamás producirían cantos tan hermosos como los del Mediterráneo.
También hay otra lengua que no puedo pasar por alto. Es el lenguaje de las pequeñas barcas, o llauts, que salen cada mañana a la alborada. Es el lenguaje de los peces y de las redes que los pescan. Es el lenguaje también, del puerto, y de los faros que alumbran la mar. Siempre que voy a verlos, aquellas barcas y aquellas redes me saludan con un Uep!, con un va be?, o con un Bon dia!
De tantos nombres que tiene este idioma, ya ni los que lo hablan se ponen de acuerdo en cómo se llama. Aún así, nunca se olvidan. Reyes y señores han venido y se han marchado, pero ellos nunca han olvidado quiénes son. A pesar de ser una lengua romana, ni los hoteles, ni los grades almacenes imperiales parecen entenderla. Pero siempre ellos estarán determinados a seguir siendo quienes son. Es raro que los peces hablen la misma lengua que esas redes que les quitan la vida. Pero no es tan extraño si nos ponemos a pensar, ya que, aunque peces y redes tengan ideas diferentes, saben que es importante cuidar el patrimonio común.
No obstante, debo confesar que lo que más amo de esta isla es su heterogénea realidad lingüística. Sin ir más lejos, el café que bebo en este momento me habla en alemán. En esta lengua, también habla la tarta que he pedido hace un momento. Kaffee und kuchen les grito cuando los veo pasear por el paseo marítimo. Son muy amables y educados, aunque un poco repetitivos. El tema de conversación siempre es lo bello que es Mallorca en época estival. No siempre les entiendo. En general, muevo la cabeza y digo ja, ja, genau.
Pero esto no solo pasa en mi pueblo. Cuando salgo por Cala Millor, los cocktails y las cervezas me hablan en inglés. Comentan que no quieren volver a su frío país, para luego pasar a discutir de fútbol. En Can Picafort, los helados se quejan de la recesión en italiano mientras que en Font de sa Cala, las cenas cuentan chistes en francés. También es curioso que las playas de esta isla sean tan presumidas. Quieren pasar por multilingües, pero con suerte saben cinco palabras en inglés y dos en alemán. Lo sé porque siempre las playas piden a los turistas que no dejen basura tirada, y está claro que nadie las entiende.
Las rocas y la sierra hablan latín. Intentan compartir su conocimiento ancestral pero no muchos comprenden. A veces cuando presto atención, entiendo la idea principal de lo que hablan. Mas al que realmente nunca puedo entender es al mar. Estoy seguro que habla fenopúnico. Pienso que intenta, con su canto, alertarnos de los peligros que ocasiona la insensatez humana. Pero los edificios y chalets de la costa, que solo hablan castellano, nunca entienden nada. Yo tampoco entiendo al mar, sin embargo, sé que sus palabras son sabías. Palabras necias jamás producirían cantos tan hermosos como los del Mediterráneo.
También hay otra lengua que no puedo pasar por alto. Es el lenguaje de las pequeñas barcas, o llauts, que salen cada mañana a la alborada. Es el lenguaje de los peces y de las redes que los pescan. Es el lenguaje también, del puerto, y de los faros que alumbran la mar. Siempre que voy a verlos, aquellas barcas y aquellas redes me saludan con un Uep!, con un va be?, o con un Bon dia!
De tantos nombres que tiene este idioma, ya ni los que lo hablan se ponen de acuerdo en cómo se llama. Aún así, nunca se olvidan. Reyes y señores han venido y se han marchado, pero ellos nunca han olvidado quiénes son. A pesar de ser una lengua romana, ni los hoteles, ni los grades almacenes imperiales parecen entenderla. Pero siempre ellos estarán determinados a seguir siendo quienes son. Es raro que los peces hablen la misma lengua que esas redes que les quitan la vida. Pero no es tan extraño si nos ponemos a pensar, ya que, aunque peces y redes tengan ideas diferentes, saben que es importante cuidar el patrimonio común.
Pablo Camus
@pablocamus
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