Había sido una mañana de estrés y ajetreo, a penas había tenido tiempo ni para tomarme un café con Ana.
No podía volver a casa sin tener hechas las fotocopias que me había pedido que le hiciera Sofía, la vecina.
Esperaba en el mostrador de la papelería, mirando los bolígrafos de colores, cuando metí la mano en el bolsillo del pantalón y encontré un papelito, un trozo de folio color azul, lo reconocí instantáneamente, era uno de los que están en casa junto al ordenador.
Lo abrí porque estaba dobladito.
" Sabes a silencios y a sueños,
sabes a mi mundo y todo lo que anhelo,
cada día me encuentro porque estoy contigo,
en el universo de tu alma,
en ti vivo, cada día esperando el momento de encontrar el paraíso en tu mirada,
estaré sin estar hasta que volvamos a reencontrarnos"
Intenté imaginar en qué momento pudo escribirlo, si fue la noche anterior o en la mañana antes de marchar al trabajo. Nunca hubiera imaginado que un tipo como él, con su imagen de tipo duro, curtido en las calles y de vuelta de casi todo tuviera ese arranque poético y romántico. Debería estar acostumbrada a eso de encontrar en cualquier parte una notita con palabras de amor pero nunca pude acostumbrarme, siempre me causaba el mismo efecto de fuegos artificiales en el corazón.
Al principio las guardaba, un día tuve la certeza de que cuando él no estuviera me partiría el corazón leer esas notas, fue como una revelación que tuve un buen día, y desde entonces no las guardo, las mantengo durante un tiempo y cuando tengo algunas reunidas las trituro, sé que aunque sea un acto carente de sentimientos a la larga será lo mejor para mi sufrido espíritu.
La joven dependienta me puso las fotocopias en el mostrador, le pagué y me despedí de todos los presente con mi habitual sonrisa.
Pasé la tarde con Sofía, arreglándole unos papeles bancarios que tenía que tramitar. Es una persona mayor y aunque es desenvuelta siempre me pide ayuda para los trámites de asuntos oficiales, su difunto marido era siempre el que se encargaba.
A cambio tenía su compañía, y un par de trozos de ese pastel tan bueno que siempre me prepara para estas ocasiones. Al despedirme siempre me ofrecía un taper con alguna comida casera, yo siempre le hacía fiesta a su comida casera y eso le daba vidilla para que se animara a cocinar.
El reloj casi marcaban las siete de la tarde cuando abrí la puerta de casa, solté el bolso, me descalcé, miré en la cocina y vi la taza del café en el fregadero.
La tarde refrescaba, olía a tierra mojada, a pocos kilómetros estaría lloviendo pero en casa aún salía el sol, la terraza estaba abierta y la hamaca se balanceaba suavemente. Vi su cabecita levantarse para mirarme y sonreír.
- Hola.
- Hola.
Entré en la hamaca que se balanceó con ímpetu durante unos segundos, siempre me daba un poco de miedo que se cayera por el peso, ya que ocurrió una vez.
Él siempre me recuerda que no pasaría más, que desde que lo reforzó se tendría que caer el techo para que se cayera la hamaca.
Busca mi cara, me mira, junta su frente con la mía.
-Te veo
-Te veo
Estas dos simples palabras eran utilizada como nuestro saludo desde hacía cuatro años, porque no sólo veo la superficie del que tenía frente a mi sino que veía lo que tenía bajo esa superficie... Te veo; te saludo, te respeto, te honro, te reconozco, te recibo, me conecto contigo, veo tu alma, tu verdadera esencia, veo quien REALMENTE eres, en nuestro pequeño mundo habíamos encontrado lo que la humanidad parecía haber olvidado, el elemento mas importante del ser humano, conectarse de corazón a corazón.