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jueves, 23 de mayo de 2013

miércoles, 22 de mayo de 2013

Arte y parte: Eduardo Rico opina sobre la antología (2)



DE ANTOLOGÍA, CON EL LÁPIZ EN LA MANO


Confieso que abordé la lectura de la antología con cierto recelo ya que este tipo de libros suelen tener carencias y, en este caso, la principal era la abundancia de nombres propios: nunca se sabe si un número abultado de autores, puede obligar a los antólogos a incluir narraciones intermedias que hagan de relleno, pero creo que no es el caso y es un volumen redondo, donde tampoco se hace tediosa la extensa nómina de títulos. También he procedido a la lectura con un espíritu más crítico —esto me ha sido inevitable, lo siento— y he descubierto que si que había mimbres, y muy buenos, para hacer este cesto. La ordenación de los textos ha sido buena y se observa al final que existe una unidad, por eso de que a estas alturas de la breve historia del microrrelato ya hay una avenencia, un condominio que armoniza y concierta a casi todos los creadores que pueblan estas páginas; y hasta terminan resultando escasas las 138 narraciones, pues faltan procedimientos y temas que a buen seguro la maestría de los escritores son capaces de abordar. Pero esto ya es otro tema que, si la suerte acompaña a esta edición, el futuro será capaz de arreglar. Suelo leer con lápiz en la mano y voy poniendo cruces en aquellos relatos que me parecen destacados para, en el proceso de segundas o terceras lecturas, extremar la atención y añadir más cruces e ir catalogando las excelencias de cada cual. Sospecho que tendré que tener a mano un sacapuntas.
   He descubierto sutilezas en Negreira, en Montaña; en Víctor Lorenzo, ingenio y método; historias inquietantes en Paloma Hidalgo; magia en Elisa de Armas; lo innombrable en Bevilaqua. Excelentes maneras en Mar González y Lola Sanabria. Verdaderos jardines de palabras y miedo en Antonio Serrano. En Adrián San Juan, oficio e historicidad. Fronteras en Esperanza Temprado. De algunos de ellos ya tenía constancia, pero lo más importante es que he hecho grandes hallazgos en nombres desconocidos, a los cuales prometo desde ahora mismo seguir con especial entusiasmo, por ejemplo Victoria (¿hay más Victorias en el libro?), la lírica de Teresa Serván o una Isabel González, tan imaginativa. ¡Ah! y el fabuloso mundo de Sánchez Portero que algunos saben me atrae sobremanera. Me dejo tantos…
   Qué no se me olvide: convendría al editor plantearse que esta generación de los 69 tiene cuerda para rato. Del porvenir hablaremos en otro momento.

Eduardo Rico (21-5-13)

martes, 21 de mayo de 2013

Arte y parte: Eduardo Rico opina sobre la antología

Con esta nueva etiqueta, "Arte y parte", los propios autores antologados nos darán su opinión sobre la antología. Una visión desde dentro y desde fuera. Os animamos a participar en esta nueva sección. Colgaremos todas las opiniones las favorables y las desfavorables. Como siempre sólo pedimos respeto y espíritu constructivo
Empezamos con Eduardo Rico, autor del que parte la idea, y que participa en la antología con sus relatos Armonía noctámbula y De profundis. Esto nos cuenta Eduardo de la lectura de la antología:


LA LOGIA DEL MICRORRELATO. EL PRINCIPIO

Ocurre a las pocas páginas: te das enseguida cuenta —es lo que piensa el escritor— que tú eres solamente una pequeña mota de polvo en la inmensa atmósfera de la ficción. Verdaderamente un par de relatos y una semblanza no dan para mucho, pero leer y que te lean es ya bastante, casi nunca suficiente. La mayoría de las veces sirve para quedar con los ojos deslumbrados, se nuble la vista un poco, se blanquee la mente, se llenen de estrellas fugaces los renglones de la vida y, sin querer, acudas asombrado al listado precedente para ir subrayando un copioso ramillete de relatistas que merecen tu atención. De antología… tiene desde su origen, amén de la labor de los antólogos-seleccionadores, la ventajosa idea de solicitar a los autores tres relatos breves que ellos consideren dignos de mención; eso ya da una cierta garantía, al menos del criterio que cada uno tiene de la literatura, de la exactitud e intensidad que requiere lo efímero para llegar al lector. Ninguno de los textos te deja frío, puede que los nombres sí, pero es que estamos hablando de escritores que no viven de esto, que su labor es solo la de solazarse con lo que su imaginación les dicta, sufrir quizá y, de paso, —he aquí la paradoja— hasta gozar con ello. Ciertamente el libro carece de un prólogo, puede que de una declaración de intenciones, pero eso no es óbice para que tal estudio suscite un epílogo que valore justamente esta buena, buenísima, recopilación del género. Otras antologías al uso sí que tienen ese análisis, es verdad que eso compete a los críticos no a los antólogos, pero no me equivoco al estimar que estamos ante la mejor colección de micros en español que se ha editado hasta ahora. Démosle la bienvenida, el beneplácito sincero, conmovámonos con los renglones de Ortiz Soto, dejemos que se quiebre la voz al leer en alto a Mar Horno, sonriamos con José Agustín Navarro, apreciemos el ingenio de Sánchez Quiles, la brillantez Rocío Romero, de Agustín Martínez Valderrama, de Ana Vidal… Se me olvidan muchos, es cierto (al lector remito al índice de los justos). Nada más que he leído 100 de las páginas del volumen. ¿Me precipito?, creo que no; de otras dos tacadas llegaré al último relato y ahí daré una opinión de toda la estructura y seguro seguro que aportaré algunos nombres más que dejarán al que la lea la sensación de haber rellenado en su provecho un tiempo no baldío.  Enhorabuena. 

Eduardo Rico