30 de agosto de 2009

Pájaros en la cabeza

A punto estuvo de tomar el tren de las siete. Nadie lo supo, pero vaciló hasta las 18:40. Finalmente se quedó. Se mentalizó de que la noche iba a ser larga, y lo fue al principio, después ya no. Hasta que se acordó de él. ¿Qué demonios hacía a las cinco de la mañana bailando con una rosa en la mano? Se volteó y empezó a mirar, nadie le convencía: ni los chicos amorosos tipo lapa, ni los cabrones, ni los pasotas, ni siquiera el de los polvos. Cerró los ojos y se imaginó escuchándole recitar. “Te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a diferentes horas?”.



Hasta que un brazo, el mejor de todos los brazos, le golpeó sin darse cuenta y sin saber que lo hacía en su preciso y justo momento: “Estaba pensando en él, debería haber subido a ese tren; pero a su vez, todo esto también va conmigo, ¿no crees?” .“Se te ve bien, aquí están tus amigos”. Se permitió una sonrisa pícara y se fue a por una fanta. Era su primera noche sin poder beber y ahí estaba, lo había conseguido: sin alcohol, sin desinhibiciones forzadas y sin ningún tío. Aunque esto último solo aparentemente, porque en realidad, los tenía a todos, uno detrás del otro, como pajaritos en círculo piando por su cabecita.




La pintura es de Eva Armisén

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25 de agosto de 2009

Nostalgias, Enrique Cadícano





Quiero emborrachar mi corazón
para olvidar un loco amor
que más que amor es un sufrir...
Y aquí vengo para eso,
a borrar antiguos besos
en los besos de otras bocas.
Si su amor fue flor de un día,
por que causa es siempre mía
esta cruel preocupación.
Quiero, por los dos, mi copa alzar
para olvidar mi obstinación,
y más la vuelvo a recordar.

Nostalgias
de escuchar su risa loca
y sentir junto a mi boca
como un fuego su respiración...
Angustias
de sentirme abandonado
y sentir que otro a su lado
pronto, pronto, le hablara de amor...
Hermano,
yo no quiero rebajarme
ni pedirle ni rogarle
ni decirle que no puedo más vivir.
Desde mi triste soledad
veré caer las rosas muertas
de mi juventud.

Gime, bandoneón, tu tango gris
quizás a ti te hiera igual
algún amor sentimental...
Llora mi alma de fantoche
sola y triste en esta noche,
noche negra y sin estrellas.
Si las copas traen consuelo,
aquí estoy con mi desvelo
para ahogarlo de una vez.
Quiero emborrachar al corazón
para después poder brindar
por los fracasos del amor.

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19 de agosto de 2009

Egon Schiele I





“Más que el erotismo, del que fue en su época como una suerte de heraldo, y de ahí también su fama en vida en una Viena que inventaba el art nouveau y el psicoanálisis, lo que en estos tiempos de fácil pornografía nos interesa es la evidente pero azarosa tensión entre erotismo y espiritualidad que se desprende de todos y cada uno de sus desnudos. Igual que la flacura, el hambre, la desesperada osamenta que sostiene a sus personajes más en la esquina que en el centro de sus cuadros.”



“Sus cuadros no quieren mostrar algo universal y exportable sino un momento. O si se prefiere, la verdad del momento efímero de alguien en particular. Y a menudo alguien que no se encuentra cómodo, ni siquiera centrado, sino en las esquinas del cuadro. “



El artículo completo aquí

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17 de agosto de 2009

Summer 78


Casi nunca hacía la siesta. Hoy, sin embargo, se encontraba tan decaída que intentó probar suerte para ver si el sueño le devolvía la agilidad a sus músculos y el sosiego a su interior. Optó por ponerse en posición fetal, como si quisiera creer que seguía dentro del vientre de su madre, protegida del exterior e indiferente a todo lo que no fuera su dulce voz.


Empezó a acariciarse la tripa imaginando que su madre le pedía casi susurrando que dejara de darle pataditas, que durmiera tranquila en su vientre, que ella la cuidaría para que al ver la otra luz meses más tarde nada le hiciera daño. Ya casi dormida, un soplo de viento le erizó la piel y se acurrucó inconscientemente entre los cojines. “Descansa, mi niña” le repetía su madre, ya duérmete…


Al despertar, abrió con miedo los ojos. Miró de soslayo a su alrededor y comprendió que nada había pasado, que el exterior ya la había jodido bien, y que su madre no vendría para arroparla. Aquella maldita siesta no había hecho sino acentuarlo todo aun más: ni su madre ni él estaban allí, solo un par de asquerosos mails.

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16 de agosto de 2009

Pasa se va se pierde, Idea Vilariño

Pasa se va se pierde
no se detiene
fluye
mana incansablemente
se escapa de las manos
corre vuela a su fin
se desliza
se apaga
se aniquila
se extingue
se deshace
se acaba.

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15 de agosto de 2009

Miradme aquí, Gloria Fuertes

Miradme aquí,

clavada en una silla,
escribiendo una carta a las palomas.
Miradme aquí,
que ahora podéis mirarme,
cantando estoy y me acompaño sola.
Clarividencias me rodean
y sapos hurgan en los rincones,
los amigos huyen porque yo hago ruido
y saben que en mi piel hay un fantasma.
Me alimento de cosas que no como,
echo al correo cartas que no escribo
y dispongo de siglos venideros.
Es sobrenatural que ame las rosas.
Es peligroso el mar si no sé nada,
peligroso el amor si no sé nada.
Me preguntan los hombres con sus ojos,
las madres me preguntan con sus hijos,
los árboles me insisten con sus hojas
y el grito es torrencial
y el trueno es hilo de voz
y me coso las carnes con mi hilo de voz:
¡si no sé nada!

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14 de agosto de 2009

A propósito del título del blog

"Sí, y ¿a qué estoy atándome ciega y voluntariamente, que con el tiempo nos alejará? ¿Por qué seguir lanzando contra mí mismo este embrujo por el cual nada pasa el tamiz, salvo lo que me gusta? ¿No hay algo un poco dudoso y onírico en tanta adoración, tan suave y tan tierna? ¿Qué ocurriría cuando lo demás de Claire acabe imponiéndose? ¿Qué ocurriría si no hay lo demás? ¿Y qué pasa con lo demás de mí? ¿Cuánto tiempo seguirá esto pareciéndome una ganga? ¿Cuánto tiempo tardaré en estar hasta la coronilla de la saludable inocencia, cuánto tiempo pasará antes de que la encantadora blandura de la vida con Claire empiece a resultarme pesada y empalagosa, y vuelva a encontrarme tirado, lamentando lo que he perdido y buscando otra vez un camino propio?"

El profesor del deseo, Philip Roth


Cuanto más leía y descubría a David Kepesh en El profesor del deseo más cercana me sentía a él. Evidentemente mis circunstancias son otras, pero creo que -al menos en la etapa actual- compartimos la necesidad de no renunciar a lo que somos aunque eso no se ajuste a lo "que toca" ser o hacer. Uno tiene que ser sincero consigo mismo y con los demás, y aceptarse sin miedo; sin embargo, a Kepesh y a mí, lograrlo nos resulta complicado, porque para manipular la realidad tenemos primero que ser valientes. Poquito a poquito, Kepesh...

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