En pleno apoeo del renacimiento despegaba una nueva era, corrían tiempos convulsos. Los pilares del medioevo se tambaleaban y en medio de toda aquella incertidumbre Sandro Boticelli pintaba "La Primavera" en muy extrañas circunstancias. Trabajó sobre el lienzo durante años en la Vila de Castello de la familia Médicis empeñado en lo imposible. Se esmeraba en representar la llegada de la primavera, hasta ahí muy bien. Pero se propuso utilizar una técnica mágica: Distribuiría las ninfas bailando por el bosque en una distribución meditada, cual hermosas piezas de un gigantesco talismán.
A primera vista, el cuadro recrea una escena campestre, jovial y colorida con bellas criaturas dispuestas al azar. Más detrás la escena de un delicioso baile frugal, quedan retratados personajes míticos de la cultura helénica inmersos en pleno ritual, emerge la primavera, la estación del año más luminosa. Y con ella, La Vida.
Boticelli esconde un mensaje soterrado, una suerte de acertijo. Su pintura encierra todo un tratado contra el paso del tiempo que incluye a las divinidades del Olimpo danzando contra el avance de Cronos. Con una figura central: Venus, diosa del amor, la belleza y la fertilidad, que emerge en una llamada a la eterna juventud. La ninfa Chloris también está presente, le brota de la boca una rama de enredadera que simboliza el lenguaje verde de la alquimia... Así es como el rito comienza y merced al baile Chloris se convertirá en Flora, la musa de la primavera. Primavera eclosiona y esparce sus pétalos de flores a diestro y siniestro. Desde entonces, como el hada azul de la Bella Durmiente, colma de dicha a todo aquel que la contempla.
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Lorenzo de Pierfrancesco había encomendado a Sandro Boticelli un amuleto contra el envejecimiento. La pintura fue del agrado del mecenas quien jamás se desprendió del cuadro. Entonces, ¿podemos suponer que cumplió su cometido? El Medicci creyó ciegamente en su remedio mágico. Ahora si obró el hechizo protector, es una incógnita. Nunca lo sabremos pues murió tempranamente víctima de una conspiración. Fue sospechoso de apoyar a César Borgia en su truncada tentativa por conquista de Florencia y la ciudad no perdonó. Por supuesto no fue condenado abiertamente pero muy probablemente su traición le costase la vida. Fallecería en palacio, de modo inesperado, en las postrimerías del año 1503 a los cuarenta años. Y es que el hechizo protegía del paso del tiempo, del frío del invierno, no así de la cantarella o acqueta di perugia. Lástima, con semejante nombre cabría pensar en un perfume. Si bien es la combinacion mortal de sales de cobre, de fósforo y arsénico.
Y me pregunto: Si Pierfrancesco no hubiera traicionado a la ciudad, si nadie hubiera atentado contra su vida. De no caer muerto, por el veneno de moda ¿Habría vivido mil años? Nunca lo sabremos. Quizás y sólo quizás hubiera existido por centurias enteras y sería tan exquisito y hastiado de la vida como el mismísimo Dorian Grey.
Cierto, siempre hay una leyenda negra. Aún así, no desvíes la mirada. No temas, el cuadro no es malvado en esencia sino una puerta secreta a la naturaleza. El crimen parte del hombre, nada qué ver con el poder de La Tierra. Aquí lo traigo de nuevo, contémplalo en todo su esplendor. Tiene algo, un qué se yo, un vaya usted a saber... Qué inspira tesón, coraje y en medio de la noche, desprende su propia luz.
No cierres los ojos. Siente La Fuerza, como en Star Wars. Olvida por un momento el otoño, la lluvia. Míralo abiertamente, con los sentidos. Fuente de energía intangible, algo inmaterial, acaso un soplo de vida... Be water, my friend. Que la magia fluya y nos tonifique, como gotas de rocío.
Es un hecho empírico, compruébalo por ti mismo: todo el que se acerca a La Primavera experimenta un nuevo ímpetu. Será por la conjunción de los astros o por la eterna sucesión de las edades del hombre... Ni idea, sólo sé que renueva el espíritu por dentro y por fuera.
Creo en la alquimia del aire, en la eclosión de luz en el curso de las estaciones. El espacio y el tiempo no son barreras sino meras coordenadas en una encrucijada de caminos. Boticelli recreó maravillosamente la alegoría clásica del Renacer. Y si ocurre ante nosotros algo tan maravilloso, sería estúpido darle la espalda.
Porque el planeta gira, se suceden las estaciones. Y los años. Y los siglos. Y persiste la flor...
Como dijo Heráclito, el Oscuro de Efeso: "En el círculo se confunden el Fin y el Principio".
El Tiempo no pasa, sino el Amor. Porque puestos a mirar... Bien mirado, lo demás no importa.