Frente al joven se encontraba un espejo, pero éste por un extraño diseño del cristal no reflejaba tal cual todo aquello que aparecía en él, sino que lo alargaba y lo forzaba hacia los lados. No dejaba de pensar el yaciente que aquel espejo describía un poco de la realidad de las cosas, no todo es lo que parece en esta vida. Cerca de ahí al lado izquierdo se veía las fotos de los que están, de los que se fueron, de los que están y no están y las de los que en un tiempo se irán. La vida es así pensaba el chico, pronto nos llega el fin a todos y por eso debemos de arrepentirnos no de lo que hicimos sino de lo que dejamos de hacer.
Dentro de las fotos estaba la del abuelo que por su enfermedad nunca lo gozó a plenitud, pero ahora él sigue su camino en una carrera apasionante como lo es el periodismo. Se ríe un poco al notar que usa los mismos lentes que el anciano, un poco más grandes pero el mismo estilo, sin duda tenían más en común de lo que pensaba.
Irónicamente a un costado el encamado divisa una figura graciosa, es la de un corazón que sirve como marco de una foto, ésta le da una razón para sentirse triste. Está tan cerca, pero para él no hay otra cosa que haya estado más lejos en su vida que la del amor, por lo menos en lo que a amor correspondido se trata, pero se burla de sus pensamientos y mejor piensa que no todo está perdido.
Delante de él pero en la parte superior del espejo se encuentra su foto de niño. Ser el primogénito en una familia de pocos nietos tiene sus ventajas comenta en su interior. Ése que se ve ahí es él, pero a su vez no es él ése que está ahí, ha cambiado, ha madurado, (bueno un poco, sigue jugando al Nintendo, próximamente Xbox 360), ha llorado y ha reído, en fin ha vivido.
A lo lejos alcanza a ver una cruz, sí a lo lejos, y no es que el joven esté peleado con la cruz y Jesucristo, pero se siente alejado de la Iglesia fundada por hombres, porque no entiende cómo diablos ciertos humanos poderosos, poderosos sí, pero comunes y corrientes, pueden decir que está bien o no para los demás.
Una foto le vuelve a dibujar una sonrisa pero a la vez le genera incertidumbre, es la imagen de la abuela con vestido de novia, será que me vaya a casar algún día, siempre ha tenido esa duda y se vuelve a reír.
También cerca de él, recargadas sobre la pared se disponen unas muletas, ellas le ayudarán a desplazarse en estos 21 días que le faltan para recuperarse de su fractura. Para el acostado estos soportes le traen a la mente a sus padres, un apoyo incondicional que le han ayudado a caminar por los distintos senderos que se abren y se cierran en la vida.
Pareciera que el chico se siente raro al traer a la mente todo esto y la verdad es que además pudiéramos pensar que no tiene nada que hacer, pues sí, no tiene nada mejor que hacer, y es que el ver la figura del Quijote que se posa airosa sobre el pequeño closet de la abuela también le trae más y más memorias. El monito con su escudo y su lanza hace recordar y sentir un cariño por las letras y lo fascinante de las historias que se pueden tejer mediante el uso de la escritura, como por ejemplo ésta que yo su conciencia estoy dictándole esta noche, bueno más bien madrugada.
Quisiera que fueran más oportunidades y más seguido las que me diera el joven de comentarle sus cosas, bueno creo que tendrá que consultarlo con la almohada, porque empiezo a notar su cansancio. Sí, se inicia el proceso de adormecimiento y se dispone a guardar la computadora portátil, no sin antes decir que éstas son ideas, memorias, pensamientos; sólo recuerdos que se guardan en su cabeza.