Suelo comentarle a Isabel que ella sabe más de Roma que los mismos romanos. Y, después de haber leído esta historia, me reafirmo.
Isabel tiene la habilidad, la maestría de hacernos viajar en el tiempo y vivir, junto con sus personajes, lo que pudo acontecer muchos siglos atrás.
La historia nos cuenta el amor desaforado del poeta Cayo Valerio Catulo (87 a .C – 54 a .C) por Clodia, matrona de la familia de los Claudios a quien el dedica los versos bajo el nombre de Lesbia.
Clodia es una mujer muy apasionada, que defiende su libertad de elegir y vivir de acuerdo a sus deseos. Ella, que logró que su marido la tratara con respeto, no podía consentir al quedar viuda que su vida quedara sometida a los deseos de nadie más.
Es una novela epistolar. Cartas que Clodia escribe a su hermano Clodio y a sus amigas en las que se muestra cómo transcurrió ese amor desaforado de Catulo por ella. Toda la documentación queda recopilada por Hortensia siguiendo los deseos de Claudia Tertis, nieta de Clodia, para saber la verdad de la relación de su abuela con Catulo.
A través de esas cartas nos damos cuenta de que el mundo no ha cambiado tanto. La maledicencia, la sátira, el cotilleo existía en Roma. Más todavía si se trataba de mujeres.
Nos muestra a una Clodia avanzada en pensamiento, valiente para a la hora de defenderse de las insidias que Catulo va propagando por Roma después de que ella rechazara su propuesta de matrimonio. Aquel amor apasionado que se convierte en odio.
Isabel Barceló nos relata, a través de las cartas, los tejemanejes políticos, las escenas cotidianas, las traiciones, los odios y recelos entre familias, los banquetes, la vida fácil y regalada de esta élite romana de finales de la República, todo ello contado con lenguaje directo, ágil, que hace que la novela resulte muy interesante y atractiva.
Es importante destacar que Isabel narra los hechos desde el punto de vista femenino, de manera que le concede a la mujer lo que la Historia parece que se ha encargado de ocultar.
Puede el amor ser letal? Los romanos de finales de la república (s. I a.C.) no habían descubierto aún la ardiente pasión amorosa que, pocos años después, llevaría a las matronas romanas a tener un amante tras otro. Sin embargo, como suele ocurrir, hay personas que se adelantan a su tiempo o, si preferimos llamarlo así, se convierten en precursoras. Ese fue el caso de Clodia, una aristócrata de la mejor estirpe, poco amiga de los convencionalismos y con una decidida inclinación por vivir según su propia voluntad, sin otras sujeciones que las autoimpuestas. Por azares del destino, su vida se cruzó con la de otro adelantado: el poeta Cayo Valerio Catulo, más joven que ella y con una inusual capacidad de amar y de expresar sus sentimientos a través de los versos. La poesía es un arma. Las palabras acarician o hieren. Perduran. Y tienen tanto poder, que pueden hundir una reputación para siempre.
La muchacha de Catulo
Ediciones Evohé
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