los peces de oro del amanecer.
Quiero sentir el presente,
pero mi corazón cabalga las olas del sueño.
La canción de los gorriones
me desafía y sigo viva...
No sé por qué.
Mi memoria guarda recuerdos de mis fiestas de cumpleaños de los años ’50 en mis sentidos:
El aroma exquisito de la torta de cumpleaños, que hacía mi mamá con una gruesa cobertura de oscuro chocolate y un interior coloreado por las yemas de los huevos caseros, se paseaba por nuestra casa de la ciudad de Córdoba desde el día anterior.
El vaho del chocolate calentito que emergía de las tacitas de porcelana heredadas de mi abuela paterna se quedó para siempre en mi sentido del olfato. Los sabores dulces acariciaban mi boca y allí jugaban con el sentimiento amoroso por esa madre protectora.
El mantel blanco con flores de variados colores era mi preferido para mi cumpleaños —ella lo había bordado para su ajuar— y lo tendía sobre la mesa de roble del comedor. Sobre el mantel colocaba las frágiles tacitas que todavía atesoro como reliquias y en ellas desplazo mis dedos, como entonces, sobre su celeste grisáceo y un ocre casi dorado sobre el que se dibujan tres flores: una es rosada; la otra, anaranjada y la que está más atrás, azul; todas tiene el centro amarillo y las rodean algunas hojas verdes y unos círculos blancos.
Mis oídos guardan el sonido del soplido sobre las velitas y las historias de cada uno de los objetos que integraban el ritual de la celebración, ya que mi mamá los relataba con todos sus pormenores. No recuerdo mucha algarabía. A veces, nos visitaban mi padrino y mi madrina con sus cónyuges.
Eran épocas de una economía familiar cuyo ingreso principal era el sueldo de empleado de Salud Pública de la Nación de mi papá y éramos tres hermanos, así que mi mamá era la que hacía según su dicho “de tripas, corazones” con ese sueldo que era “una gota que no calmaba la sed”. Creo que éramos una familia a la que le faltaba la alegría de vivir debido al difícil equilibrio en la lucha para salir a flote y lograr los objetivos de progreso con el ahorro y el “reciclado” de todo. En ese tiempo ese vocablo, que ahora está de moda para oponerlo a todo lo “descartable”, era desconocido. Luego, vendrían otros tiempos en Cosquín pero ya iba quedando atrás el paraíso de los primeros años de mi niñez.
En la plaza, algunas tipos,
y en las tipas, las cigarras
echando a rodar los ríos
Versos del poema PUEBLO de Aledo Luis Meloni