|
Salida del puerto de Palos, obra de Evaristo Domínguez, en el Ayuntamiento de Palos de la Frontera. Colón en su primera expedición partió el 3 de agosto de 1492 desde el puerto de Palos de la Frontera (Huelva), |
Recuerdo aquel viernes 3 de agosto de l492 cuando fui al puerto que, con su algarabía diaria, parecía indiferente a la partida de tres naves que se harían famosas. Fui a despedir a mi padre, el traductor y judío converso, Luis de Torres, que conocía las lenguas orientales y las antiguas lenguas hebraicas. Agitamos las manos con mi amigo, el hijo menor de Juan Rodríguez Bermejo, el apodado Rodrigo de Triana, saludando a nuestros padres, hasta que desaparecieron del horizonte los altos palos de los navíos y nuestros corazones se embargaron de sueños. Otros familiares despedían a los demás navegantes.
Las embarcaciones de vela navegaron por seis días con sus tripulaciones variopintas hasta las Islas Canarias. Allí hicieron arreglos en los navíos y esperaron que ventearan los alisios. Partieron rumbo al oeste con los vientos a favor y comenzaron a agonizar en un mar desolado: unos días tan calmos que ni una leve brisa hinchaba las velas y otros, de vientos y tormentas furiosas. Después, sobrevino una borrasca que sobresaltó y espantó hasta a los más veteranos lobos de mar cuando el viento se colaba aullando entre el maderamen de la nave. Luego, llegaron a un mar que parecía una pradera con hierbas en medio de una fúnebre calma chicha. Entonces, surgieron las falsas esperanzas de encontrar tierra y un pánico persistente durante el que se oía el chirrido del palo mayor como si se lamentara, hambriento de viento favorable para alimentar el velamen.
Fueron muchos días para esos hombres en los que anidaba una sospecha: estar a punto de morir por el tormento de no llegar nunca jamás a tierra. El capitán estaba encerrado en la cavidad de su cabina y pocas veces aparecía en la cubierta. Solo les decía mentiras a su marinería que lo miraban con desesperación y enojo creciente. El fantasma del hambre, la sed, la desconfianza y lo desconocido comenzaron a aullar en los vientres de los marineros y sus cerebros se poblaban de brumas con los demonios de la rebelión.
Al cabo de casi dos meses, avistaron algunas aves y ramas que flotaban. El almirante creyó ver una débil fogata en la oscuridad de una noche tan calma y cálida que el sudor le corría por los riachuelos que surcaban su rostro y se le escurrían por todo el cuerpo. Un grito avisó que estaba cerca la tierra y todos se convulsionaron. Al amanecer pisaron una playa de arena casi blanca y tomaron posesión de ella mientras varios pares de ojos los observaban desde la espesa vegetación mientras las aves entonaban sus sones matinales y emitían agudos chillidos.
El recibimiento de estos navegantes fue reverencial, hacía tiempo que los esperaban. En sus mitos los anunciaron y habían llegado con toda la pompa de sus dioses.
Muchos viajes le siguieron a este y cuando me llegó la hora de embarcar para las Indias, estaba ansioso por protagonizar exploraciones y descubrir impensables tesoros y paraísos de ensueño.
|
Hernán Cortés sostiene un encuentro con el señor tlaxcalteca Xicotencatl. (Lienzo de TlaxcalaUniversity of Texas, Austin) |
+++
Me embarqué con mi antiguo amigo David, hijo del decepcionado Rodríguez Bermejo, y nos hicimos a la mar formando parte de la tripulación de una carabela cuyo nombre se perdió en la historia. En el viaje se sumaron los días y las noches impiadosas. La calma chicha planchaba el “mar tenebroso” y las furias desatadas en las tormentas clavaban el terror en el pecho. Cuando aquella funesta noche cerrada se interrumpió con el zigzag de los relámpagos y el estruendo de los truenos, el vendaval tomó posesión del barco y destrozó el velamen. Las olas se alzaron como montañas mortíferas y la nave fue un fantasma en ruinas.
En el fragor de la tormenta se vio a algunos marineros flotar en las sombras de sus propias angustias hamacados por las olas en el mar bravo. De mi amigo, no supe nada y tampoco de mí… perdí la noción del tiempo y el conocimiento en un largo y sombrío desmayo que nunca sabré cuánto duró. Ahora soy solo una sombra.
|
"Xolotl [Azteca] En Mitología Azteca y Tolteca , Xolotl es el Dios del Relámpago que Guía a los Muertos en el Mictlan. Los Aztecas lo consideran a él (a Xolotl) como el Hermano Gemelo de Quetzalcoatl. Como Señor de la Estrella de la Tarde y Personificación de VENUS él ayuda al Sol en el Ocaso a través del océano y lo cuida a él durante la noche en su peligroso viaje por el submundo. Xolotl es representado (...) como un Hombre con la Cabeza de un Perro." |
+++Unos años después, alrededor de una mesa de una taberna en un puerto español, un hombre que solo era un espectro de sí mismo contó la historia de cómo los habían salvado en un naufragio, a su amigo y a él, unos hombres de piel azul y otros, con dos cabezas de perros salvajes. Esta historia y otras semejantes fueron repetidas por varios cronistas en diversas versiones: que eran hombres-serpientes, que no eran azules, que tenían sangre fría, que no eran hombres, pero siempre se dudó acerca de si tenían alma.
Los otros lo miraron y un escalofrío les recorrió el espinazo: comprendieron que ese hombre, un antiguo tripulante de una carabela, había llegado al Nuevo Mundo que había dejado de ser el Paraíso Perdido, sí era aterrador, pero con riquezas increíbles. Muchos se entusiasmaron y sintieron atracción por los desafíos de ese mundo desconocido así que navegaron para encontrarlo: gozarlo y sufrirlo, conquistarlo y colonizarlo como nuevos Adanes que hallarían sumisas Evas para servirlos y amarlos como a Mesías barbados por tanto tiempo esperados.
Marta Alicia Pereyra Buffaz, Morteros, 17-11-11