En mayo, él tuvo bastantes fuerzas para levantarse de su cama, pero no logró reanimarse ni con la belleza del paraje que observaba en el rectángulo de su ventana. Había sido un renombrado pintor de animales, sin embargo hacía mucho tiempo que no podía vender ni un pequeño cuadro. Estaba desilusionado.
Después de unos días de ausencia volvió su esposa y le contó historias sobre el intento de secuestro de una mujer que había fallecido en esos días y el accionar de los detectives de la ciudad. Su esposa no recordaba el nombre de la víctima que hacía varios años que vivía sola con un cuzquito ordinario en la costanera del río. Esa dama solía caminar bajo el sol de la mañana o a la sombra de los jacarandaes del parque con el perrito. El animal había mordido a los delincuentes que la atacaron y por eso fueron apresados.
El pintor escuchó atentamente las noticias que le trajo su esposa, pero luego su mente retornó al pasado y recordó quién era la mujer de ese caso policial, porque él la había retratado con un quisquilloso caniche. Recordó cómo se había sentido atraído por sus delicados tobillos sonrosados que sostenían la armonía de sus formas. Él había sentido una pasión tan profunda que lo había desbordado y sus fantasías lo llevaban a eróticas ensoñaciones. Le había confesado a ella su amor en las últimas sesiones, pero ella lo había rechazado con una risa tan burlona que él sintió que su corazón se rompía en pedazos y se derrumbaban en el suelo. Su ilusión y su vergüenza ya las había superado, pero nunca la había olvidado. Todavía guardaba los bocetos que le hiciera, como una reliquia. Después él se casó con su fiel secretaria, pero nunca olvidó a la dama del perrito.
Ahora, podría cerrar ese capítulo de su vida porque ella ya había muerto. Tal vez, la brisa de la mañana le traiga nuevas ilusiones y pueda reinventar su arte en su pequeño mundo. Tal vez no le resulte fácil.
Marta Alicia Pereyra
Morteros, 16-11-10
RELATO PREVIO QUE CORTÉ EN 4 PARTES O CUARTOS Y REARMÉ DE OTRA FORMA
EL PERRITO
En una comarca de cuyo nombre no me puedo acordar, hace ya muchos años, vivía un hombre a quien le gustaba pintar extraños cuadros. El hombre vivía solo con su perro, un cuzquito ordinario que lo seguía a sol y a sombra.
Un día vino una dama muy elegante para que la retratara, pero al perrito no le cayó simpática y la mordió en un tobillo con tan mala suerte que la mujer cayó al suelo y se desmayó por el shock. El pintor, bastante entrado en años, apenas si tuvo fuerzas para levantarla y acostarla en una cama. Allí la atendió por una hora, pero no logró reanimarla. Ella parecía dormida, una bella durmiente en aquel lejano paraje. El pintor reprendió, castigó al animal y lo puso afuera.
Después de unas horas, vinieron los familiares de la mujer y trajeron a la policía. El despliegue de detectives, patrulleros y curiosos fue tremendo. El pintor solitario fue acusado de secuestro y se averiguaron sus antecedentes.
La mujer falleció al cabo de dos meses sin haber recobrado el conocimiento.