Como todos los años, mi regalo de Halloween en forma de cuento de terror. Espero les guste.
TuLio
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TuLio
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Al bajar de la carroza me
recibe Lord Blackwood, alto y sombrío como siempre. Desde el entierro no
habíamos vuelto a hablarnos por lo que me asombró su invitación para que viniera
justamente un día antes del quinto aniversario de la muerte de Eloisa. Luego de
los saludos de rigor damos una vuelta por los jardines donde fuimos tan felices
antes de la tragedia.
-Antes de continuar quiero
mostrarte algo –dice mi anfitrión.
Me dirige a una pequeña
construcción que no reconozco. A medida que me acerco el olor se hace
penetrante y lastima mi olfato, huele a descompuesto a inmundicia. En su
interior hay una especie de gran círculo, una especie de chiquero con un único
huésped, un cerdo gigante que malvive en condiciones infrahumanas incluso para
un animal. El ente al ser consciente de nuestra presencia intenta huir chillando
de manera sobrecogedora. Lord Blackwood coge un palo y agarra a golpes al
porcino quien se retuerce de dolor y su gemido parece retumbar por toda el lugar.
Mi anfitrión disfruta maltratando al animal hasta que se le cansa el brazo y la
pobre bestia exhausta deja de chillar, en cierto momento el cerdo me mira y
siento repulsión, asco y compasión por partes iguales, su mirada es un grito de
socorro que nunca había visto y nunca más veré en mi vida.
-Henry –me dice Harold Blackwood-
te presento a Pigmalión.
No le hago ninguna pregunta.
Desde pequeño fue bastante extraño. Recuerdo que mientras Eloisa y yo jugábamos
por los patios, él se encerraba a leer libros extraños de culturas lejanas y
siniestras.
Seguimos paseando por los
alrededores y empezamos a recordarla. Él era su hermano pero a veces parecía
tener una obsesión enfermiza por ella; yo su prometido y si la muerte cruel
materializada en un ladrón que habría de segarla en la flor de su vida no hubiera
aparecido sería familiar de este hombre. Caminábamos y nos parecía verla en
medio de las flores, riendo y creando coronas de crisantemos para nosotros.
Perderla ha sido el dolor más grande que he sentido en mi vida y si estaba de
nuevo en la que fue su casa visitando a ese hermano lejano y extraño era porque
sentía que tenía esa deuda hacía ella.
Después de la cena nos
dirigimos hacía el salón principal donde empezamos a beber coñac y fumar unos
deliciosos habanos.
-No te has casado ni has vuelto
a comprometerte, incluso no se te ha conocido novia o relación alguna. Eres un
hombre rico, joven y apuesto, el
compromiso que adquiriste con mi hermana fue hace cinco años y lo normal sería
que lo olvidarás y te decidieras a conformar una nueva familia podría preguntarte
¿por qué? – pregunta Blackwood mientras
entrecierra sus ojos y me observa de manera atenta como un halcón.
-Eloisa era la única mujer en
mi vida. No he vuelto a ver la belleza de sus ojos, ni su dulzura, sentido del
humor o inteligencia en otra mujer. Sé que mi padre dice que si no consigo
pronto una esposa y le doy un nieto me desheredará y pasará toda su fortuna a
mi hermano Jonhatan. No me importa, lo único que lo hace es que cada vez que
duermo la veo en mis sueños.
- ¿Y qué hay de su asesino?
¿Qué le harías si lo tuvieras al frente?
Pienso en mi prometida. En su
cuerpo degollado. El tajo que se extendía por su cuello. La sangre que bañaba
su vestido celeste, en los ojos de terror que tenía su cadáver. Muchas veces
esa última mirada me acompañaba por días enteros.
-Lo mataría. Mil veces si
pudiera. De maneras horribles- exclamo.
Lord Blackwood sonríe.
-¿Qué tanto sabes del alma?-
pregunta cambiando de tema.
-El alma es lo que nos
conforma. Lo que complementa nuestro cuerpo humano. Es la esencia de dios en
cada uno de nosotros. Cuando morimos el alma abandona el cuerpo y va a juntarse
con el creador.
-¿Cómo puedes afirmarlo?
-No lo sé –respondo
meditabundo- es algo que se siente más que comprobarse, tal como la existencia
de dios, sabemos que existe pero la ciencia no ha podido probarlo pero tampoco
ha podido desmentirlo.
-Así es –concordó mi amigo
mientras encendía otro puro- Vivimos en una sociedad avanzada, que no parece
necesitar de dios. Nos apegamos a la ciencia como si fuera la última respuesta,
la única. Pero hay cosas que ella no puede explicar…. Después de la muerte de
mi hermana juré atrapar a su asesino a cualquier precio, no demoré más de tres
meses en hacerlo, pero eso no calmó mi dolor.
-Él….¿está aquí?.....- pregunto
con voz trémula.
-En cierta forma sí –responde
Lord Blackwood, toma una pausa y retoma el tema anterior sin explayarse en mi
pregunta- Vagué por países lejanos sin rumbo, queriendo morir, pero a la vez
buscando respuestas. Vi un hombre provocar la muerte de otro a kilómetros de
distancia solo entonando un mantra; vi un demonio que se apoderó de un padre
ejemplar para asesinar a su familia y
luego abandonar el cuerpo de su huésped quien desesperado por lo que había
hecho se suicidó. He visto grandes sabios beber la sangre caliente de recién
nacidos para alcanzar la iluminación y la vida eterna.
Me siento incómodo por la
conversación y quiero retirarme a mis aposentos pero al mismo tiempo estoy
fascinado bajo el influjo de sus palabras.
-Finalmente llegué a la ruinas
de Hamput, una de las civilizaciones primigenias y olvidadas de la historia.
Allí oí por primera vez la leyenda del Karem Hana-el, el Cuchillo de los Dioses,
se dice que este artefacto condena tu alma a que se quede en este plano astral.
Es una bendición y una maldición. Cuando morimos volvemos a nuestro creador,
somos parte de él y perdemos todo los que nos conforma, nuestra alma se hace
una con la suya, morir por el cuchillo nos permite mantener nuestra esencia
pero no nos deja descansar, un dulce castigo, ¿no crees? En fin, vagué otros
tres años por lugares malditos en busca del cuchillo, me costó la mitad de la
fortuna de los Blackwood e hice cosas que me condenarán para siempre pero lo
conseguí.
Diciendo esto se levanta, camina
hasta una pequeña caja de marfil, la abre y puedo ver el cuchillo de los
dioses. Es de bronce y emite un brillo opaco, extiendo mi mano hasta casi
tocarla pero siento un temor reverencial, mis manos empiezan a sudar y la
retiro.
-Eres un hombre prudente,
Henry, por eso te amaba mi hermana, por eso y por el amor que le profesaste te
invité.
-¿Pero qué tiene que ver
esta historia con…?
-Todo a su debido tiempo –me
interrumpe- Pero ahora es tarde y deberías descansar, mañana es el gran día.
Abandono el gran salón
mientras veía al enigmático hombre, destapando otra botella de coñac y
consumiéndola en compañía de la llama de la chimenea.
Recostado en el cuarto de
huéspedes me parecía sentir la presencia
de Eloísa, su voz llamándome para reunirme con ella, su aliento cerca de mí a
punto de besarme, su rostro degollado buscando ese beso; en un momento se
derrumbó y apareció en el cuarto Pigmalión, gruñendo y acercándose a su cuerpo,
intenté detenerlo pero mi cuerpo estaba paralizado, quise gritar pero mi voz era vacía, silenciosa, el cerdo
estuvo frente a su cuerpo exánime y empezó a mordisquearla, desgarrando su piel
llenando su inmunda trompa con su sangre y gruñendo de alegría devorando sus
vísceras, después de acabar se dirigió hacia mí, pude sentir su trompa húmeda
antes de despertar gritando y bañado en sudor.
La mañana era soleada pero
fría. En el quinto aniversario de la muerte de Eloisa nos dirigimos al panteón
familiar de los Blackwood, donde está enterrada juntos a sus padres. Es la
primera vez que visito el lugar desde el entierro. Sé que era el primer lugar
que debí visitar al venir pero intenté evitarlo, hacerlo era reconocer una vez
más el dolor de su ausencia. Harold había cambiado su tradicional vestimenta
negra por una camisa blanca sin ningún ornamento.
Dejamos un ramo de crisantemos
blancos, su flor preferida, en su tumba. No sé cuánto tiempo estamos frente a
ella en silencio, pensando sobre la vida, la muerte y su risa, hasta que
finalmente Harold se levanta y dice ‘Ya es suficiente’.
Me guía hacía la casa del
chiquero. Algo en mí me dice que no lo siga, que abandone el lugar de
inmediato, que huya hasta estar de nuevo en la comodidad de mi mansión pero lo
sigo como una res al matadero. Entramos, el cerdo dormía inquieto.
-Ayer te contaba que a los
tres meses de su muerte capturé a su asesino –empieza a hablar Blackwood-. Era
un don-nadie, un ladrón pobre diablo que cercenó la vida de mi hermanita por
unas cuantas monedas. Lo encerré como la bestia que era y lo sometí a la peor
de las torturas. Le arranqué los ojos y la lengua, pero pronto sentí terror,
una sola muerte no sería suficiente para que pagara por su crimen. Ordené a mis
criados que lo mantuvieran con vida hasta mi regreso so pena de muerte y me
marché tal como te lo relaté ayer.
“Al obtener a Karem Hana-El,
supe lo que debía hacer, regresé a mi casa, al asesino. Su condición era
deplorable y a duras penas seguía con vida. No estaba del todo convencido de lo
que iba a hacer pero no tenía tiempo. Usé el cuchillo con él, tantas, tantas
veces, que pensé que no había conseguido mi objetivo, pero entonces la vi, su
esencia repulsiva, su alma, la
capturé en un frasco sagrado y luego se la transfundí a Pigmalión… Henry, los animales no tienen alma, no tienen
la esencia de nuestro creador, pero pasada una semana pude ver como su mirada
era igual a la del ladrón. Lo trasladé a esta edificación donde lo he torturado
de todas las formas posibles hasta donde lo sacrificaré y luego pasaré su alma
a otro animal, dentro de un año lo mataré de nuevo y haré lo mismo una y otra
vez. Mil muertes me dijiste ayer, te juro por el alma de mi hermana que lo
haré”.
Sus ojos brillan y su emoción
febril alimentada por la locura parecía darle una energía que nunca pensé
advertir en él…y sin embargo había visto a Pigmalión y había advertido algo en
él que no supe distinguir que era, quizá el brillo de una humanidad perdida,
pero no, no podía ser posible.
-Estás loco, Harold– digo.
-Ya verás si lo estoy o no-
responde y diciendo esto saca el Cuchillo de los Dioses y una pequeña botella
que tenía guardada en el pantalón, se quita la ropa a excepción de la interior
e ingresa al chiquero.
Despierta a Pigmalión de una
patada que a cualquier humano le habría roto un par de costillas. El cerdo
despierta gruñendo de dolor y al ver a su verdugo empuñando el cuchillo abre
los ojos de par en par, empieza a correr por el círculo desesperado, sabiéndose
sin salida, empieza a chillar pero el sonido no es porcino sino como si fuera
humano deformado, pareciera decir, Yuda, yuda, ayuda, siento ganas de llorar,
el animal se hace frente a mí, empieza a llorar, implora mi perdón, mi socorro,
pienso en Eloisa, su cuerpo ensangrentado. Me quedo quieto. Harold llega junto
a él, lo abraza y lo muerde, le arranca la oreja de un mordisco, el animal se
retuerce, lo acuchilla una vez, dos veces, pierdo la cuenta a la décima
acometida, el animal, llora, chilla, se mueve cada vez más lento, su
sufrimiento llena de energía a mi amigo que lo sigue lastimando. No podría
decir cuánto tiempo dura el suplicio, al final Lord Blackwod está completamente
teñido de la sangre del cerdo y su propio sudor y el porcino muere.
-Ahora verás –me dice mientras
se ríe.
El cuerpo inerte del cerdo
empieza a moverse y de un momento a otro empieza a vomitar. Bota sangre, sus
intestinos, tiñe el suelo de rojo hasta que de un momento a otro empieza a
trasbocar un líquido negro, inmundo y viscoso, una vez en el piso, y juro por dios
que todo lo ve, empezó a moverse con lentitud como intentando huir.
-Rápido, la botella- me
ordena.
Se la paso mientras miro de
asombrado ese despojo, ¿es esa el alma humana? ¿o tan solo una horrible como la
del asesino de mi querida prometida? Con prontitud Harold raspa el suelo con el
cuchillo y toma hasta la última gota negra que se ha vertido en el suelo y la
traspasa a la botella. Horrorizado observo como ese líquido, ese ente, sigue
moviéndose e intenta de manera desesperada huir de su nueva prisión.
-No podrás escapar de aquí,
¿me oyes maldito? Ya tengo un nuevo huésped para ti. Mañana lo conocerás….-dice
mientras rie de manera desquiciada el hombre que alguna vez fue mi amigo.
Pasamos el resto del día sin
decirnos gran cosa, a la mañana siguiente abandoné la Mansión de los Blackwood
para no volver jamás.