Hoy, os quiero presentar un pueblecito catalán muy especial.
Para abrir boca os diré que sus empedradas callecitas en algunos tramos acompañadas de algún que otro sube y baja, están decoradas con pequeños edificios blancos adornados de coloridos ventanales y alguna que otra flor que se deja entrever en sus fachadas.
Es una villa marinera, chic, delicatessen, con un gran bagaje cultural que concentra a ilustres personajes de la época y algún que otro cinéfilo que se deja caer en su preciado Festival de Cine Internacional.
Los pequeños placeres de la vida se concentran en lugares que invitan a evocar una sonrisa antes de ir y que dejan buen sabor de boca de regreso a casa con vistas entrañables de cerca y a lo lejos.
Dicen de él que es el Saint Tropez de Cataluña.
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