No hay trazo sin palabra, vuelvo a ponerle letra a
-Lo siento- le dijo. -He de acabar con esta historia -.
-Pero...
-Vete! No me enfades más!
-Edgar...
-No hables! ¿No ves que tu belleza es más pura que este papel en blanco? Mira lo que hago con él, arrugarlo sin empezarlo, tirarlo a la basura, dejarlo libre de la ocurrencia de un loco pervertido.
-¡No digas eso! ¡Dices amarme!
-Precisamente por eso, te quiero libre y pura. Por ello ahora he de arrugarte, y arrojarte, y lanzarte al vacío, y perderte si hace falta. ¡Vete ya!
-Nunca...
-Mañana ya te pensaré.
Y así fue como, aquel humilde dibujante, murió preso de su amor por la pureza. Arrojó al vacío tantos papeles en blanco como mujeres pasaron por su vida. Y con él se llevó sus bocetos, sus suspiros, sus anhelos y veinte mil ochocientas cinco noches de pasión en soledad.