Este domingo en Ferrowhite celebramos el Día del Trabajador presentando las figuras que el mecánico ajustador Carlos Di Cicco talló en madera balsa: pasajeros que transitan las estaciones ferroviarias de un mundo extraño que es, al mismo tiempo, el nuestro.
Desde hace algunos años el museo aloja, junto a llaves, martillos y tenazas, objetos que no provienen del pasado ferroportuario, sino que han sido construidos por algunos ferroviarios para vincular ese pasado a su vida
presente. Carlos Di Cicco (1937-2005) fue oficial mecánico en el Galpón de Locomotoras de Ingeniero White y gasista a domicilio. Apasionado por los trenes, en su casa era posible encontrar revistas y carpetas con recortes de noticias ferroviarias y una maqueta poblada por muchas de las figuras que podrán verse desde mañana en La Casa del Espía.
Si este fuera un museo de arte, diríamos que los pasajeros de Di Cicco son esculturas para mirar con lupa. Su tamaño es cientos de veces menor que el de los principales monumentos de nuestra ciudad, millones de veces inferior al de los muelles, usinas y silos que rodean a este museo. Uno puede sentirse enorme ante estos muñequitos, pero también muy pequeño si trata, por un momento, de mirar el resto de las cosas desde su punto de vista.
Exhibir estas miniaturas en un museo en el que por lo regular se habla del trabajo colosal con locomotoras y vagones, invita a un juego con las medidas y los pesos que supone, al mismo tiempo, un juego con las jerarquías establecidas entre quienes cuentan la historia y quienes deben escucharla, o entre quienes son llamados artistas -artífices del sentido-, y quienes no. Porque lo que cabe ver en estas figuras diminutas, talladas casi en secreto, no es solo la vida de uno de los tantos mecánicos que empleó en Ingeniero White Ferrocarriles Argentinos, sino a una sociedad entera en la perspectiva de ese mecánico. Una sociedad que se organiza alrededor del tren.
En cada pedacito de madera, Di Cicco le saca punta a una ocupación o a un oficio. Sus pasajeros representan tipos, en la acepción popular pero también sociológica del término. Hay amas de casa, jugadores de fútbol, ferroviarios... A diferencia de otras miniaturas, en las que el carácter diminuto tiende a subrayar cierto aire solitario, entre estos muñecos no es difícil establecer relaciones. Nada cuesta, por ejemplo, encontrarles pareja. Al hincha de River le corresponde un hincha de Boca, como al ejecutivo de ataché un obrero de mameluco. Hay amantes furtivos y señoras embarazadas, camilleros y quebrados, y también un señor con esquíes, que no encaja con nada, porque así de imprevisible es el mundo.
A pesar de ser muy pequeñas, estas figuras transmiten una sensación de singular fortaleza. Cada talla ha sido resuelta en tres o cuatro cortes netos. Ninguna disimula el material del que está hecha, ni la mano que le dio forma. Una mano que parece haber impreso sobre cada cuerpo minúsculo su experiencia en el manejo de otro tipo de volúmenes y de pesos. De allí que responder a la pregunta ¿De qué están hechos estos objetos? resulte considerablemente complejo. En principio, una lista de materiales no debería excluir aquellas circunstancias que han colaborado en constituir la propia vida del artesano. Quien quiera repetir esta experiencia en su casa, tendría que arrancar apuntando:
2 tablas de madera balsa, 1 cortaplumas, 18 años como mecánico de locomotoras, 3 latas de adhesivo de contacto, 42 días de huelga durante el gobierno de Frondizi, 2 cajas de fibras de colores, 1 navidad adentro del galpón de alistamiento, 4 carpetas con recortes de noticias ferroviarias, 10 pomos de témpera, 1 maqueta que ocupa poco a poco toda una habitación, 730 días en un galpón bajo control militar, 1 pincel extremadamente fino...
Y otra cosa. Espero no equivocarme, pero creo que no hay chicos en esta serie. Pasa algo con eso. Ver a todos estos adultos en miniatura resulta tan extraño como familiar. Descubrirlos es como encontrar a nuestros padres adentro de un chocolatín
Jack. Como si de pronto las personas que nos vieron crecer hubiesen pasado a formar parte de la misma repisa en la que hacen fila nuestros héroes de la infancia. Poniendo patas para arriba el cuento de Collodi, invirtiendo la relación entre el carpintero y su hijo muñeco, este ferroviario que fabricaba locomotoras para los cumpleaños de sus hijas, me devuelve, sin querer, a mi viejo convertido en un juguete. No voy a decirles cuál de todos es. Corro a mostrárselo a mi hija.
Las fotos de este post fueron tomadas por el diseñador estrella y experto fabricante de enanos de jardín Carlos Mux.