(...) "Mi modesta opinión al respecto, herr Adrian", dijo el Doktor Faustus, "es que la Historia no existe. Al menos no existe en singular y probablemente tampoco en mayúscula. Que la historia es un vivir cotidiano no le cabe duda ni al más humilde de los siervos de nuestros imperios. Que la historia es innombrable tampoco resulta nuevo para cualquier observador sincero de lo que nos rodea en estos tiempos."
Herr Adrian apuró su copa de exquisito y dulce Beerenauslese de la variedad Riesling y le inquirió: "¿Usted no cree entonces en la existencia de la historia como disciplina ni como método de análisis?" Nuestro preclaro visitante saboreó el vino paralelamente a sus palabras. "Por supuesto que me resulta difícil de aceptar algo que suponga más que una mera relación de acontecimientos, por muy complejos y farragosos que estos sean, pero no deberíamos desdeñar el valor ilustrativo de lo que suele narrarse como si hubiera acontecido."
Como quiera que a Herr Adrian no le resultaran convincentes estas aseveraciones pidió a Doktor Faustus que se explicara con más claridad."Mi querido Herr Adrian, la historia es un invento perpetuo en el transcurso de las relaciones humanas. Nada de lo que se cuenta desde los tiempos más remotos ha tenido lugar. Cuando no existían documentos las fuerzas oscuras de la humanidad o, si lo prefiere, de sus sociedades hacían circular versiones del pasado con arreglo a sus necesidades de justificar y preservar la perdurabilidad de esos poderes secretos. Desde que los testimonios escritos abundan y redundan en exceso solo sirven para fabricar textos que se vendan con facilidad para entretenimiento de las gentes carentes de imaginación. De la oralidad dominadora hemos pasado a la escritura manipulada. A veces conviene dudar hasta de los nombres. Convénzase: nada ha sucedido que merezca la pena constatarse como historia. Ésta nace para activar la industria de las artes gráficas y consolar a nuestras modestas clases medias que todo lo quieren saber sin que nada puedan procurar y menos prosperar."
(De El extraño invitado, supuestamente escrito por Max Solarius, y editado en 1848 en Prag)