Llego a este sitio blanco perforado de neblinas.
Nunca sé cómo llego a esta especie de meseta árida, donde los pies se hunden en profundos silencios embarrados. Me pregunto cómo he hallado este hueco que me abarca por completo y me empuja a una pasarela de renglones despoblados.
Yo sólo sé que me seduce un viento de palabras, que rebotan en mi sangre y al ir buscándolas, me galopa un sentimiento en las arterias. Voy encaramada en él, en un vago intento de llevarlo a destino.
Sólo sé que me viene a buscar la mirada de la chica que vende sahumerios en la esquina, o la mano del loco de las flores, o la tristeza de andén que tienen algunos días específicos o el tipo de la carnicería con sus ojos agigantados. Yo sólo sé que me dejan sus manos abiertas como pájaros en esta playa blanca, para que me arregle o me deshaga en intentos vanos.
No soy más que esas manos amuradas al desierto de mi alma, buceadoras natas de mi misma, que se vuelcan a hurgar desesperadas sobre estas letras que me llaman.
-pato-
martes, 15 de septiembre de 2009
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