Mostrando entradas con la etiqueta Garrett Hedlund. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Garrett Hedlund. Mostrar todas las entradas

viernes, octubre 09, 2015

'Pan', polvos de colores

Se hace difícil entender cómo es posible que Hollywood sea capaz de alejarse tanto de los espíritus originales de las obras que presumiblemente quiere honrar expandiendo sus historias hacia el futuro o, como es el caso de Pan, hacia el pasado. La idea del filme de Joe Wright es rendir homenaje a Peter Pan, la inmortal creación de J. M. Barrie contando la llegada del niño que no quería crecer al País de Nunca Jamás y su primer encuentro con James Hook antes de que este fuera el temible Capitán Garfio, siendo aquí el villano de la función un exaltado Barbanegra interpretado por Hugh Jackman. Pues más allá de unas cuantas alusiones no demasiado brillantes al saber popular sobre el universo de Peter Pan, poco hay de la obra original y de su espíritu. Lo que queda son polvos de colores, efectos digitales tridimensionales y una historia tan poco elaborada que no se puede salvar por su más o menos grandilocuente espectáculo de luz y sonido.

Quizá ahora es el momento de echar la vista atrás y recordar el injusto vapuleo que recibió Hook, el filme de Steven Spielberg que hablaba de un Peter Pan que había crecido y que había olvidado quien era. Aquella película tenía una razón de ser, una historia que contar y un encaje formidable en la mitología creada por Barrie, por mucho que se pudieran criticar algunos de sus excesos visuales. Pero Pan está en las antípodas de los logros de aquella. No le importan los temas de Peter Pan, no es inteligente al incorporar los elementos ya conocidos y su único interés parece estar en la recreación de un mundo digital que, además de ser imposible y estar mal explicado (¿por qué hay, por ejemplo, un cocodrilo en una de esas burbujas de agua voladoras que reciben la llegada del barco pirata a Nunca Jamás?), tiene planos que parecen impropios de una superproducción de Hollywood en los que simplemente hay que colocar a los actores conocidos de la película como único reclamo posible.

La entrada en la película, aunque no brillante en exceso, al menos es esperanzadora. Las escenas de Peter está en el orfanato londinense, aunque repetitivas, invitan a pensar que hay algo interesante que contar. Pero no lo hay. La ilusión se desvanece cuando se comprueba que sólo importan los planos en 3D, por aquello de cobrar las entradas más caras, y la extravagancia visual y formal, con diseños de personajes y escenarios sin explicación, ni siquiera dentro de la lógica fantástica de este mundo, y con la pretensión de llamar la atención, hasta el punto de que se pervierten los propósitos de la actualización musical que ofrecía Moulin Rouge para hacer que los corsarios de Barbanegra, Hugh Jackman a la cabeza, y sus esclavos en las minas, entonen una canción de Nirvana. Ahí se acaba el disimulo de que Pan pueda llegar a entretener, como se confirma después con los desdibujados personajes y el inevitablemente previsible desarrollo del filme de principio a fin.

Nada salva el resultado final, porque el clímax no es más que ruido, y para llegar ahí la perplejidad no ha hecho más que aumentar, porque encima la película se salta hasta sus propias reglas. Por ejemplo, no hay que introducir la mano en el agua porque hay cocodrilos, y sin embargo los recuerdos de Peter se avivan sumergiéndose en el agua después de haber salvado la vida frente al cocodrilo. Y eso por no hablar de la profecía que se anuncia en la película, tan de andar por casa y tan mal desarrollada en el final que parece casi una broma. El reparto, además, sabe lo que estaba haciendo, y simplemente se lo quiere pasar bien, sin más consecuencias. No será precisamente esta la película de la que mejor recuerdo guarde Jackman, ni tampoco un insustancial Garrett Hedlund o una aburrida Rooney Mara, ni siquiera Amanda Seyfreid con su escasísima presencia. En realidad, Pan se olvidará con facilidad, aunque sea otro claro paso atrás del hasta ahora interesante Joe Wright, autor de Expiación o Hanna.

domingo, abril 21, 2013

'On the Road', himno beat con alma menor

Siendo On the Road la adaptación de la novela de Jack Kerouac que narraba las aventuras de un grupo de amigos que cruzaron Estados Unidos en coche para vivir aventuras y su particular forma de entender la vida, no podía ser otra cosa que un himno beat. Y lo es con todas las consecuencias. Sexo, drogas y alcohol sazonan el viaje vital que Walter Salles lleva a la gran pantalla. Pero se le olvida el alma, que se queda en algo menor. Y el caso es que se intuyen cosas, se atisban momentos que podrían haber sido grandes, las interpretaciones son más que correctas y es obligado subir el nivel de los elogios al hablar de Garrett Hedlund, pero hay cierta sensación de vacío en el conjunto final, una acusada ausencia de implicación entre el espectador y los personajes y un ritmo tan lento que en ocasiones cede al aburrimiento. Y es una pena porque, insisto, mimbres hay. Salles rueda con inteligencia, pero no es capaz de dar al conjunto final la fuerza necesaria y, sobre todo, el alma que dio la aureola de mítico al libro original.

Es bastante probable que sea necesaria una cierta sintonía con los beats, o al menos un conocimiento básico de lo que representan, para asimilar y disfrutar lo que cuenta On the Road, sea el libro o la película. De lo contrario, existe el riesgo de considerarlo simplemente como la aventura alucinógena de dos amigos y la gente que les rodea en sus juergas sexuales, alcohólicas y de marihuana, y no prestarle así mucha más atención a partir de la segunda escena de excesos. Salvadas esas consideraciones y recordando que los personajes están basados en personas reales (el propio Kerouac entre ellos), On the Road, la película de Salles, se acerca mucho a un quiero y no puedo. Quiere, porque hay momentos logrados, un vértigo muy conseguido en las escenas festivas y un sosiego como contraste en las más familiares, además de un buen trabajo de dirección de actores.

Ahí, en el reparto, está lo mejor de On the Road. Y eso que es difícil quitarse de encima la impresión de que muchos actores han aceptado sus papeles en busca de un prestigio que sólo parece conseguirse en un cine de corte independiente. El que sale más triunfante en ese objetivo es Garrett Hedlund, que pasa de héroe de acción en Tron Legacy a clavar el retrato de Dean Moriarty, basado en Neal Cassady. Él es el motor de la película en todos los sentidos, narrativa, ideológica e incluso visualmente. Kirsten Stewart está lejos de quitarse la etiqueta de la chica de Crepúsculo, pero no desentona en el conjunto. Entre ambos, un Sam Riley, trasunto del propio Kerouac bajo el nombre de Sal Paradise, que convence por momentos y deja frío en otros, quizá porque su voz en off narrando el libro que está escribiendo no siempre termina de encajar bien en el conjunto final. Y los papeles de Kirsten Dunst, Viggo Mortensen, Steve Buscemi y, sobre todo, Amy Adams, son tan escasos que contribuyen a la sensación de desconcierto final que deja la película.

On the Road sufre con algunas incoherencias y con el abuso de las elipsis temporales, que dejan demasiados detalles en el tintero y obliga a una reconstrucción continua del cuadro por parte del espectador. Sufre con una historia errática, en la que no termina de quedar clara la importancia de cada uno de los personajes que desfila por la pantalla o si hay más objetivo que la descripción de un modo de ser, de unos años locos y de unos personajes sin más ambiciones que vivir la vida al límite. Es esa indefinición lo que termina por dejar On the Road como un filme más difuso y menos profundo de lo que le gustaría, de lento desarrollo y escenas que pueden parecer superfluas o reiterativas en demasiados casos, y que no termina de arrancar hasta sus momentos finales. Entonces sí se atisba lo que sí podría haber llegado a dar de sí la historia, pero es demasiado tarde como para que este himno beat ofrezca sólo un alma menor. Queda al menos el trabajo de Hedlund.