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viernes, julio 10, 2015

'Terminator Génesis', las complicaciones del futuro

A estas alturas, parece evidente que meterse a hacer una nueva entrega de una saga popular es más un problema que un disfrute. Hay tantos aficionados y críticos dispuestos a despedazar a quien ose mancillar sus recuerdos juveniles que casi sorprende que siga habiendo valientes que se pongan en esa tesitura. Terminator, en todo caso, tiene una ventaja, y es que tanto la tercera como la cuarta entrega de la serie, esta último un intento fallido de reboot (Terminator Salvation), no dejaron buen sabor de boca pese a tener algún que otro acierto, con lo que hay menos inclinación al destrozo apriorístico. La sorpresa es que Terminator Génesis acaba siendo más que correcta. Tiene algunos problemas, severos incluso, porque se mete en tantas complicaciones por querer explicar el futuro, el pasado y los viajes en el tiempo que acaba perdiéndose en sí misma, pero el filme es un intento más que apreciable de respetar lo establecido en Terminator y ofrecer algo diferente y por momentos bastante valiente.

Lo fácil en Terminator es hacer lo mismo de siempre, cambiando el tipo de cyborg o el objetivo a asesinar por el enviado de Skynet, ese megaordenador que en el futuro (en realidad ya en nuestro pasado, qué cosas tiene el cine que alcanza tan pronto a la realidad) desencadenará una guerra nuclear para exterminar a la humanidad. Pero Génesis cambiar por completo la fórmula, y se agradece. Mimetiza algunos elementos de los dos primeros filmes, pero el guión que rueda Alan Taylor tiene la habilidad de darle una base argumental que supera el simple homenaje, y pronto comienza a anunciar los cambios. Cuáles son, mejor descubrirlo en la pantalla, pero es sumamente interesante comprobar que desde la más absoluta fidelidad a los conceptos de Terminator se puede lograr una gozosa perversión de sus principales elementos, algo que permite que los personajes de Kyle Reese, John y Sarah Connor e incluso Skynet tengan frescura y al mismo tiempo fidelidad a lo conocido.

Sólo por haber sabido explicar el paso de los años en Arnold Schwarzenegger para que siga siendo el Terminator de siempre y el de ahora ya merece la pena el esfuerzo de la película. Pero es que hay en sus argumento bastantes conceptos interesantes, tanto de ciencia ficción como género como en su aplicación a los preceptos de la saga que ideó James Cameron. Mucho se ha hablado de los elogios que ha dedicado a esta entrega el director de las dos primeras, y sin necesidad de echar las campanas al vuelo lo cierto es que es fácil entender su entusiasmo porque la conexión entre esta y aquellas dos partes es bastante natural. Luego Taylor lleva la película a un terreno más caótico y diferente, pero es fiel a lo que propone y a lo que la misma saga le impone. Podemos eliminar de esa ecuación algún exceso de humor difícil de digerir, tanto en los personajes como en la película (la forma en la que se introduce la canción Bad Boys es de llevarse las manos a la cabeza), pero en general la historia entretiene francamente bien.

Ver a Schwarzenegger, que de hecho era lo mejor de Terminator Salvation sin haber participado en ella (se hizo cuando era gobernador de California), es ya un elemento para cogerle cariño a la película, porque aporta el carisma necesario, y sus compañeros de reparto están a la altura, dando toques a sus personajes, Emilia Clarke a Sarah Connor (lo tenía difícil por el inmenso legado que dejó Linda Hamilton en la serie), Jay Courtney a Kyle Reese y Jason Clarke a John Connor, que son de lo mejor que ofrece el filme. Y luego llega el festival de más que notables efectos especiales (casi siempre, obviemos la imposible persecución de helicópteros mientras alabamos la creación de un actor digital que mejora con mucho lo que se vio en Tron Legacy). Lástima que el guión no haya sabido cerrar de forma convincente algunos de los elementos de viajes temporales que centran la historia y que no haya sabido detener las explicaciones en el punto exacto, pero Terminator Génesis supera a sus dos predecesoras, no a las de Cameron, y deja el camino abierto con su escena entre los créditos para que veamos más de esta mirada a la saga. Y apetece, la verdad.

viernes, mayo 23, 2014

'Dom Hemingway', un batiburrillo incompleto pero divertido

La primera escena de Dom Hemingway es la prueba de fuego para saber qué cabe esperar de la película. Si un espectador la encuentra divertida, adelante, la película va a divertirle, aunque asumiendo que no hay realmente una historia que contar. Si no la encuentra divertida y lo visto cuando aparece el título no ha llamado su atención, es el momento de asumir que los 90 minutos que dura el filme no van a ser los mejores de su vida. Porque todo lo que es Dom Hemingway está en ese par de minutos iniciales, en esa secuencia sexual nada contenida en su lenguaje pero cerrada en un plano fijo del rostro del omnipresente protagonista que da título a la película y que está encarnado por un extasiado Jude Law. Lo que sigue a esa escena es un batiburrillo en el que salen gangsters, chicas, drogas, dinero y demás elementos de un thriller pretendidamente gamberro pero en el que se juntan muchas cosas sin que quede claro en ningún momento qué es en realidad lo que estamos viendo o hacia dónde va avanzando. Por eso, el resultado es una película sumamente incompleta pero que, con un descaro enorme, divierte lo suyo.

Aunque se suele abusar del recurso de dar el nombre del protagonista a una película, en esta ocasión es perfectamente adecuado. Hay que olvidarse de la historia, de un final, de una estructura clásica, incluso de que lo sucede en la pantalla tenga en realidad alguna trascendencia como conjunto. Lo que importa es Dom Hemingway. Mejor dicho, todo lo malo de Dom Hemingway, todos sus defectos y su única virtud, su capacidad para abrir cajas fuertes. Richard Shepard, director de la película, se vuelca en el personaje y deja que Jude Law haga lo que quiera. Literalmente. Y se le nota tan desatado, tan metido en el papel, tan ridículamente creíble en la piel de este criminal borracho, mujeriego, malhablado, violento y maleducado que ya desde esa primera escena es difícil resistirse a su dudoso encanto. Siendo así, la película es disfrutable gracias a él, a lo que le rodea y a lo que se va formando a su alrededor, aunque importe más bien poco el motivo por el que arranca la película en prisión o lo que va sucediendo.

En todo eso no hay coherencia, ni hilo narrativo, ni siquiera un propósito consciente de mostrar el lado criminal, el humano o el irreverente de Dom. La película simplemente se deja llevar. ¿Que hace falta meter en la historia a una hija abandonada (Emilia Clarke) a la que ahora el protagonista intenta recuperar? Se mete. ¿Que hay que introducir al hijo de un mafioso negro con el que Dom nunca trabajó y que ahora ha heredado el negocio? Pues se le incluye. ¿Que da la impresión de que el igualmente divertido amigo de Dom (Richard E. Grant) en realidad sólo está en pantalla para dar la réplica al protagonista? Probablemente sea cierto. ¿Que hay que generar un elemento ya en el tercio final de la película que tendría que haber sido su comienzo? Se coloca ahí y listo. Nada de normas. Shepard, que es el director y el guionista, no las quiere para nada. Y Jude Law hasta agradece esa ausencia de constricciones, porque lo que importa de verdad es su retrato, su incontrolado lenguaje (verbal y no verbal) y los diálogos cortantes, irreverentes y a ratos desternillantes, de largo lo mejor de la película.

Dom Hemingway es así algo absolutamente inclasificable, una película a la que resulta absurdo buscar parecidos y que en realidad se basa en la irreverencia del personaje de Jude Law para crear un producto tan absurdo como entretenido. Y como se basa tan claramente en una bizarra rareza, se agradece que el invento se quede en 90 minutos. Porque por Jude Law y su tan exagerada como notable composición seguro que se podría haber pasado mucho más tiempo contándonos las batallitas de este despreciable pero en el fondo adorable tipejo de los bajos fondos. Y seguro que la fauna que desfila por la pantalla podría haber seguido creciendo hasta el infinito. Pero lo que muestran es más que suficiente para pasar ese buen rato entre el asombro (no siempre positivo, también hay que reconocerlo) y la carcajada. Es una propuesta original dentro de este subgénero de tipos desagradables que se viene dando dentro del thriller de criminales, y no sería raro que algunos la vieran demasiado original y la consideren como una película extraña que se les ha ido de las manos a sus responsables. Pero culpables o no, carcajadas provoca.