Casi siempre que me pongo a ver una película cifro sus posibilidades de éxito conmigo en la empatía que puedan generarme los personajes. Cuanto más me interesan las vidas ajenas que veo, por distintas y distantes que sean a la mía, más disfrutaré con la película. Con Closer no me sucede nada parecido. Con ninguno de los cuatro personajes principales siento empatía alguna. Más bien siento una cierta antipatía. No siento la vida como ellos, no afronto las relaciones personales como ninguno de ellos. No sé ponerme en su piel. Pero me encanta la película. ¿Cómo puede ser eso posible? Hay cuatro razones que hacen que disfrute viendo las desventuras amorosas de estos cuatro personajes incomprensibles desde mi visión del mundo.
La primera razón es un reparto de lujo. Jude Law, Clive Owen, Natalie Portman y Julia Roberts. Ellos cuatro sostienen sin ayuda de más personajes secundarios los 100 minutos de película. De Jude Law admiro su capacidad para meterse en la piel de personajes tan diversos; puede ser un tipo duro o frágil, poderoso o débil, racional o pasional. De Clive Owen destaco su sobriedad; le toca un tipo duro y lo sostiene admirablemente, adaptándose a cada conversación con los distintos personajes con una facilidad asombrosa. De Natalie Portman lo admiro todo; hay pocas actrices que lloren tan bien o que sonrían tan bien en una pantalla, es una actriz inmensa, a la que adoro desde que era una niña (una Beautiful girl, en realidad). De Julia Roberts destacaría que, sin ser santo de mi devoción, no lastra la película; y eso es mucho decir.
La segunda razón es un guión sencillamente maravilloso. Es una película de diálogos. Ingeniosos, duros, ácidos, banales o trascendentes. Da igual. Hay de todo en esta película. Desde la delirante y divertidísima conversación a través del chat entre los dos personajes masculinos hasta las más tiernas conversaciones de enamorados, pasando por los durísimos cruces de palabras en los momentos de la ruptura. La conjunción de tonos tan diversos es un truco de magia. Tantas sentencias admirables contiene esta película, que es imposible destacar una sola frase de esta historia de extraños que jamás llegan a conocerse.
La tercera razón es el montaje y el uso de la elipsis. Vemos nada menos que cinco años en la vida de estos cuatro personajes. Los saltos en el tiempo son los más naturales, precisos y adecuados que he visto en mucho tiempo. La información que recibimos es la necesaria, la que es imprescindible conocer para seguir el ritmo de la historia. Lo que no sabemos lo iremos descubriendo en base al avance del guión y con acertadísimos flashbacks. Un auténtico lujo que debemos a Mike Nichols, director veterano pero al todavía que le queda mucha fuerza narrativa y cinematográfica que enseñar.
Y la cuarta razón es uno de los mejores comienzos que ha deparado el cine moderno. Es imposible ver los dos primeros minutos y medio (¿a quién no le ha sucedido algo similar, que se le vaya la mirada con una persona desconocida que vemos por la calle y a la que en ese momento sabemos que nunca jamás volveremos a ver?), los que enseña el vídeo colgado aquí abajo, y no sentir curiosidad por saber qué pasa de ahí en adelante. El resto está a la altura. Una pequeña joya moderna.