Alfaguara, 2.010 (primera edición 1.998)
Adaptación cinematográfica de Antón Reixa en 2.003.
Premios: Premio de la Crítica española.
Precio: 17,90 €
Adquisición: intercambio.
El autor
Manuel Rivas Barrós es un escritor nacido en La Coruña en 1.957. Además es poeta, ensayista y periodista gallego cuya obra se desarrolla fundamentalmente en lengua gallega, aunque también las traduce a menudo él mismo al castellano. Se inició como poeta, en los años setenta. En la narrativa comenzó con cuentos, y obtuvo su primer triunfo con el volumen 'Un millón de vacas' (1.989), que ganó el Premio de la Crítica de narrativa gallega. Con la recopilación '¿Qué me quieres, amor?' se llevó en 1.996 los premios Nacional de Narrativa y Torrente Ballester. 'El lápiz del carpintero' (1.998) ganó una serie de premios entre los que destaca el de la Crítica. En 2.015 ha publicado 'El último día de Terranova', novela que relata la trayectoria española desde la posguerra y la transición tomando como punto de partida la vida de una librería de La Coruña, hoy amenazada por el cierre.
Sinopsis
En la cárcel de Santiago de Compostela, en el verano de 1.936, un pintor dibuja el Pórtico de la Gloria con un lápiz de carpintero. Los rostros de los profetas y de los ancianos de la Orquesta del Apocalipsis son los de sus compañeros republicanos de presidio. La historia de ese lápiz, conductor de memorias, portador de almas, continuará hasta nuestros días.
Mi crítica
Leí esta novela en una etapa de mi vida lectora en que me apetecía leer libros de corta extensión. Me volví más reticente a coger un libro y abandonarme a la lectura tras varias decepciones y una mala racha extensa. Apostar por un formato más corto me permitió salir de mi zona de confort y buscar lecturas que podría no haberme planteado nunca. Y de vez en cuando, haciendo eso, uno descubre joyas hasta entonces invisibles.
En 'El lapiz del carpintero', destaca el personaje de Herbal: él es el guardia de prisiones hacia finales de la Guerra Civil, celador en la cárcel de Santiago de Compostela, perseguidor y sombra del Doctor Da Barca. Ambos personajes estarán condenados a ser un binomio constante a lo largo de esta historia donde uno es testigo de la crónica negra de España en sus peores momentos, en la que lo gallego no deja nunca de estar presente.
Así pues esta es la historia de la relación entre dos hombres destinados a verse desde ambos lados del muro, fuera y dentro, vencedores y vencidos. El guardia envidia al prisionero por razones que tienen que ver con una mujer, la preciosa novia del doctor. Sin embargo Herbal -este hombre duro aunque cobarde, y de pocas luces - no está sólo. Está acompañado por el alma de ese pintor al que mató (como acto de piedad, rápidamente) de un tiro en la cabeza. El lápiz, objeto protagonista, recuerda la presencia del pintor en el alma de Herbal y le ayuda, de algún modo, a sobrevivirse a si mismo. Es el Lápiz el que le da la posibilidad de mirar el mundo con otros ojos diferentes a los que los demás le atribuyen.
Desde el principio me gustó el estilo del autor, sobre todo cuando leía las descripciones de personajes, ambientes, lugares... se caracterizan por ser breves y concretas. Cortas, pero eficaces. Con una sola frase da más en el clavo que otros muchos autores con diez, a los que les gusta irse por las ramas con resultados no demasiado espectaculares. No sólo me gustó su modo de escribir por su elocuencia sino por la belleza de las palabras. No olvidemos que Manuel Rivas también escribe poesía y eso se nota. Me di cuenta de que las frases de este libro tienen cierta lírica una noche insomnio que me dio por leer el libro en voz alta, es decir, por mera causalidad. Las palabras están impregnadas de una musicalidad casi mágica.
Mientras leía esta pequeña novela de doscientas páginas, me vino a la mente que más que una novela, 'El lápiz del carpintero' se podría considerar más bien un cuento. Este símil lo establecí debido a que algunas palabras, algunas frases y expresiones que aparecen en la novela, son más propias de la cultura hablada que de las letras escritas. Por ello los diálogos me parecieron muy naturales.
Y hablando de los diálogos, otro hecho que me llamó la atención es que no hay guiones para introducir los diálogos. He visto esto en algunas novelas, y nunca me acostumbro a verlo así. Personalmente opino que es más cómodo que aparezcan los guiones porque así el lector no tiene ninguna duda de que el punto y aparte no significa simplemente eso, sino que se prepara para lo que el personaje de turno tenga que decir, por muy nimio que sea.
En cuanto a la ideología (imposible no hablar de ello cuando se trata de una novela que toca el tema de la Guerra Civil, sobre todo si este escritor es español), a Manuel Rivas se le ve bastante el plumero. Y sin embargo (y al contrario que en otras novelas), no me molestó que esta subjetividad estuviera mostrada de una manera tan explícita.
He echado de menos que Manuel Rivas no haya desarrollado más esta novela. Si no lo ha hecho, es por motivos de peso; es más, seguro que si lo hubiera hecho, algo no encajaría. Sin embargo, al cerrar el libro por última vez no pude evitar pensar en que no me hubiera pesado que la novela durara cien o doscientas páginas más. El uso de la elipsis está muy presente en esta novela aunque, como bien dice el dicho, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Los personajes fueron asimismo de mi agrado. No sólo por cómo los retrata sino por cómo hace que coincidan espacial, temporal y contextualmente. La idea de que el hilo conductor de la trama sea el lápiz del carpintero no sólo es original sino también bella de algún modo. ¿No está la vida hecha de vínculos invisibles, de coincidencias? El personaje de Herbal (uno de los protagonistas por no decir el protagonista) es simplemente una sombra. Un mero elemento del que se vale el escritor para ir desarrollando la trama, porque no tiene ni voz ni voto, ni voluntad alguna.
Es gris un personaje gris y todo lo que no tiene de personalidad lo compensa con una fuerza bruta que sobrecoge. El escritor, muy astutamente, introduce de un modo muy original a un nuevo personaje que ni siquiera aparece nunca. Herbal cree que está dentro de su cabeza porque habla con él, le aconseja e incluso le dice qué hacer en cada caso. Herbal está medio loco, o quizá medio lúcido, porque es cuando mantiene esas conversaciones cuando parece más humano, cuando la esperanza asoma para este hombre que, en realidad, sólo se tiene a sí mismo. Y eso es como decir que no tiene nada.
Es increíble que en doscientas páginas Manuel Rivas haya conseguido transmitirme tanto sobre sus personajes, y que haya podido desarrollar tanto su psicología. Otros novelistas que he leído han sabido transmitir mucho menos con el doble (o más) de páginas. Esto sólo puede significar una cosa: que Manuel Rivas es un buen escritor o, como mínimo, que sabe hacer bien su trabajo, que es contar historias.
Por tanto, en 'El lápiz del carpintero' no hay protagonista, es el lápiz quien va conduciendo la trama a medida que va cambiando de dueño. La figura del narrador cambia en varias ocasiones, detalle que me ha gustado. Así el lector tiene más perspectiva al conocer varios puntos de vista a lo largo de toda la narración.
Conclusión
Recomiendo a todo el mundo que lea esta pequeña novela, sin distinciones de gustos, edades, colores o lo que sea. Me ha sorprendido gratamente y me recordó que la calidad también existe en pequeños formatos, por mucho que sea más amiga de formatos cuya extensión podría llegar a ser el doble. Existe una adaptación cinematográfica de esta novela, de igual título. Si mal no recuerdo, ya que la vi hace bastantes años, está muy bien. Por si alguien se anima.
¿Recomendada?: Sí.