Tiene unos 24 años, ha acabado la carrera, habla varios idiomas, es
simpático, atractivo, guapete, buena persona, trabajador... y no sabe qué hacer
con su vida. Esta historia, que yo mismo he vivido en primera persona, se
repite demasiado (bueno, es cierto, en mi caso podemos quitar la mayoría de los
epítetos tan lindos... pero la historia sigue siendo la misma).
No sabe si seguir estudiando (algo que no gusta sino a gente rara, por mucho
que hablemos del tema sabemos que es así), si hacer otro máster
(nótese la cursiva), si seguir en casa a la sopa boba (máxime en pueblos
pequeñitos, bellísimos, encantadores... pero en los que sin los amigos que
suelen estar fuera y sin dinero las posibilidades se reducen drásticamente) o
si meterse en manteca.
Veréis, en Andalucía, la otrora imparable que rezaba en el marchamo
socialista, las cosas nunca han sido fáciles. Mucha, pero que mucha gente que
conozco, yo incluído, hemos tenido que irnos fuera a trabajar. Desde mucho
antes de la crisis, pero que mucho antes.
Oiga, yo me apunto a pagar más impuestos si tenemos por aquí abajo las
opciones que tiene mucha gente de Despeñaperros para arriba.
¿Que nos lo merecemos por votar socialista la mayoría? Puede, pero eso
entraría en la etiqueta de política-puaj que puestos a ser sinceros tengo algo
descuidada. Sin embargo, la cuestión va más allá, trasciende de lo meramente
superficial, como ocurre casi siempre.
Andalucía, como mi amigo A, no es sino un niño acomplejado, un patito feo,
que ha tenido la mala suerte de tener unos padres que no la han sabido criar.
Seguimos estancados en hace mucho tiempo. Si os fijáis, cada vez se oye menos
el topicazo del catalán agarrao, y del gallego medio tonto con su acentillo.
Todos sabemos que el tópico del andaluz vago sigue cacareando por media España.
Si estamos en crisis aquí abajo es porque somos flojetes, ya se sabe, que el
andaluz sólo quiere siesta y fiesta.
Y todo bicho viviente, no te jode.
Sé lo que es estar los lunes al sol. Los lunes, los martes, y los jueves, y
sé que llega un momento en el que nada distingue un lunes de un sábado, y todo
aburre, y las ganas de hacer cosas han desaparecido.
Andalucía, como A, son como el chico que va a ligar y se frena, imaginando
cómo la guapa de turno le rechaza de unas 20 maneras diferentes. Se ha
reforzado la incultura, se ha premiado la subvención y el amiguismo, el
compadreo, el sucio contrabando de intereses, nepotismos y despotismos.
Aquí no hemos acabado con los señoritos, ahora en lugar de llevar sombrerito
cordobés o mascota campera llevan maletines y se dicen políticos, empresarios,
consejeros, presidentes de empresas públicas... y seguimos igual que hace mucho
tiempo.
Y el socialismo se ha portado, al margen de ideologías, mal, muy mal con
esta tierra. Eso jode. Pero peor, mucho peor, con su gente. Yo, eso no lo
perdono.
Verde es el color de la esperanza, y verde es el color de los olivos y de los omeyas.
A mi tierra y a A sólo les puedo decir lo que sé, que hay que ser fuerte, que todo llega, quizá a veces demasiado tarde, pero
llega.
Lo que es grande alcanza su lugar tarde o temprano, y todo llega,
sólo hay que aguantar el tirón y no perder nunca la esperanza.